Capítulo 7: El príncipe empobrecido conoce a la princesa escondida

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El presidente Maximinius Ravinstill convocó a los organizadores y al personal de los Juegos del Hambre a una reunión.

El presidente Ravinstill, con los ojos brillantes de astucia calculada, reveló una revisión del alojamiento previsto para los tributos. Una sonrisa maliciosa apareció en sus labios mientras hablaba: "Ahora he tenido una idea brillante. En lugar del zoológico, usaremos una vieja escuela para albergar a los tributos".

El anuncio recorrió la sala, provocando miradas perplejas de los Vigilantes. La doctora Volumnia Gaul, en particular, levantó una ceja sospechosa. "¿A qué se debe el cambio, señor presidente?"

El presidente se reclinó en su silla, con los dedos entrelazados delante de él. "Los tributos de los distritos necesitan exponerse a la verdadera esencia del Capitolio. ¿Qué mejor manera de integrarlos que a través de la educación? Estarán alojados en un entorno donde se sentaron las bases de nuestra sociedad: una vieja escuela".

La mirada del Dr. Gaul se entrecerró. "¿Estás sugiriendo que la mera exposición a la educación borrará la naturaleza rebelde de los tributos?"

Una sonrisa engreída apareció en las comisuras de la boca del presidente. "Precisamente, doctor Gaul. La educación es una herramienta poderosa y la utilizaremos para remodelar sus perspectivas. Olvidarán sus raíces y abrazarán las costumbres del Capitolio. Es un medio de control sutil pero eficaz".

Las protestas de la doctora Gaul flotaban en el borde de su lengua, pero la mirada del presidente contenía una advertencia silenciosa. Las complejidades de la política del Capitolio y la dinámica de poder en juego no pasaron desapercibidas para los Vigilantes. Un silencio tenso flotaba en el aire antes de que el Dr. Gaul, a regañadientes, concediera.

"Muy bien, señor presidente. Si cree que esto aumentará la emoción y la competitividad de los Juegos, procederemos con su plan revisado", admitió la Dra. Gaul, aunque un destello de sospecha persistió en sus ojos.

La sonrisa del presidente Ravinstill se hizo más amplia y, con un gesto desdeñoso, concluyó la reunión.

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Mientras tanto, en el tren camino al Capitolio, Lucy Gray Baird cantaba. El rítmico traqueteo de las ruedas del tren contra las vías le proporcionó un telón de fondo mientras intentaba calmar sus nervios. Sus dedos trazaron ligeramente patrones en la ventana, contemplando el paisaje que pasaba, perdida en sus pensamientos.

Su voz, una armonía celestial, envolvió a sus compañeros tributos como un cálido abrazo, disipando momentáneamente la pesada atmósfera dentro del carruaje. La inquietantemente hermosa melodía parecía trascender los límites de su entorno, transmitiendo una sensación de tranquilidad y esperanza.

Mientras cantaba, sus compañeros tributos escuchaban absortos. Algunos cerraron los ojos, perdidos en la encantadora música, mientras que otros observaron a Lucy Gray con asombro. Su voz tenía cierta magia, una cualidad curativa que proporcionó un respiro momentáneo de las pruebas inminentes que debían enfrentar en los Juegos del Hambre.

Su comportamiento sereno, yuxtapuesto a la tumultuosa incertidumbre que ocultaba su destino inminente, atrajo la mirada de sus compañeros tributos, particularmente entre los hombres. Ella era sencilla, pero tan cautivadora.

Aunque no vio, recibió muchas miradas furtivas y susurros.

En los susurros y las miradas furtivas que convergían en ella, Lucy Gray estaba perdida en su propia mente.

Sola en su cabina, Lucy Gray estaba sentada en el borde de la cama, un remolino de emociones se apoderaba de su corazón mientras el tren los acercaba a la inminente presencia del Capitolio. El rítmico ruido de las ruedas contra las vías resonó en la cabina, un pulso constante que parecía igualar el ansioso latido de su corazón.

Daughter of Song and WarOnde histórias criam vida. Descubra agora