Capítulo 3: Dos hombres diferentes

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El sol se puso en el horizonte, proyectando sombras alargadas sobre el Distrito 12 mientras los susurros de la tarde comenzaban a asentarse sobre la ciudad. Billy Taupe se dirigió a la gran residencia del alcalde.

Llamó a la ornamentada puerta de la familia Lipp, con una sonrisa engreída jugando en sus labios cuando se abrió para revelar a Mayfair Lipp, la hija del alcalde.

"Justo a tiempo, Billy", ronroneó Mayfair, su voz con un tono seductor mientras le hacía señas para que entrara.

"Tocas tan bien, Billy", murmuró Mayfair, su voz cargada de un tono que le provocó escalofríos. Ella se acercó a él con una gracia deliberada, sus dedos rozando ligeramente su brazo.

"Sólo para ti, Mayfair", respondió Billy.

"Oh, Billy, nunca supe que podía tocar así", la voz de Mayfair resonó en la espaciosa habitación mientras gemía mientras Billy le pasaba los dedos por el pecho.

"Tu talento no tiene paralelo, Mayfair", sonrió Billy. "Tienes un don natural y mi guía simplemente te ayuda a desbloquear todo su potencial".

Él la besó profundamente, las teclas del piano protestaron contra el peso de los dos amantes apoyados en el piano de cola.

Billy disfrutó del secreto, de la adrenalina del engaño que alimentaba sus acciones. Ni Lucy Gray ni Mayfair sabían la verdad y él se sentía invencible.

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A cientos de millas del Distrito 12, en el opulento corazón del Capitolio, donde el lujo y la opulencia se entrelazaban, Coriolanus Snow navegó por un mundo donde las apariencias eran primordiales, un mundo donde su apellido, sinónimo de poder y prestigio, era a la vez su manto y su carga.

Los Snow, estimados y reverenciados, ocupaban un ático palaciego con vistas a la resplandeciente extensión del Capitolio, una fachada de prosperidad que contradecía la dura realidad que acechaba debajo. A pesar del barniz de riqueza y privilegios, Coriolano luchó con la verdad no dicha, una verdad que carcomía los bordes de su fachada meticulosamente elaborada.

"Los Snow en la cima", las palabras de la abuela resonaron en su mente, un mantra que resonó a través de generaciones de su linaje. Pero para Coriolanus, el peso de ese legado cayó sobre él como una avalancha, una carga que amenazaba con enterrarlo vivo.

Su familia, alguna vez estimada entre la élite, enfrentó las sombras de la ruina financiera. Coriolanus, a pesar de residir en uno de los distritos más prósperos, luchaba por poner comida en la mesa. Su ropa, aparentemente lujosa para el ojo inexperto, fue adquirida en su mayor parte a través de canales secundarios del mercado negro.

El Capitolio, escenario donde reinaba la percepción, exigía la ilusión de opulencia, y Coriolanus, con el corazón apesadumbrado, desempeñó su papel. Las fastuosas fiestas, los trajes a medida... todo eran meros accesorios del gran teatro del engaño, una actuación orquestada para proteger la difícil situación de su familia de miradas indiscretas.

"¿Confío en que todo esté bien en la casa Snow?" Lady Almera Pline, una prominente socialité del Capitolio, preguntó con una sonrisa empalagosa en una de las resplandecientes veladas.

"Por supuesto, Lady Pline", respondió Coriolanus con practicada facilidad, su sonrisa nunca flaqueó. "Seguimos tan prósperos como siempre, gracias por su preocupación".

Cuando llegó a casa, se quitó la ropa y fue directo a la ducha, golpeando los títulos con los puños.

Sólo quedaban tres Snow: él, Tigris y su indomable abuela, Severa. El peso de su nombre y linaje descansaba pesadamente sobre sus hombros, una carga que se hacía más pesada cada día que pasaba.

Daughter of Song and WarWhere stories live. Discover now