Daughter of Song and War

Capítulo 2: Lo que ella no sabe

En las colinas del Distrito 12, en medio del abrazo de Covey, Lucy Gray Baird navegó por un laberinto de emociones, siempre como una extraña entre las que ella llamaba familia.

Miró a los Covey, su tribu nómada fortalecida por generaciones de músicos. Sus rasgos hacían eco de los tonos dorados de los campos bañados por el sol: cabello tan radiante como el sol y ojos que reflejaban la vasta extensión del cielo. Incluso su prima Barb Azure, con sus tonos más oscuros, parecía encajar perfectamente en su tapiz de parecido.

Lucy Gray, sin embargo, se alzaba como un enigma en medio de este mosaico de vínculos familiares. Su propio reflejo parecía extraño: un lienzo pintado con tonos que se desviaban de la vibrante paleta de Covey. Su cabello, una cascada de bronce, contrastaba marcadamente con los mechones dorados que adornaban a sus difuntos padres. Sus ojos color avellana contenían un misterio que divergía de la claridad de la mirada de Covey.

"¿Soy realmente Covey?" ella preguntó.

Los miembros de Covey, con sus rostros grabados de compasión, siempre la tranquilizarían. "Sí, Lucy Gray, eres una de nosotros".

Sin embargo, a pesar de sus reconfortantes palabras, el corazón de Lucy Gray albergaba una inquietud incesante: un sentimiento de no encajar en la narrativa de su linaje. El vestido de arcoíris, una reliquia críptica legada por su madre, era un testimonio de esta disonancia. Su madre, cuyo recuerdo permanecía en susurros y fragmentos, nunca se adornó con tonos tan vibrantes. El vestido, una anomalía en medio del sencillo atuendo de los Covey, parecía contener los secretos de un pasado que ella luchaba por comprender.

Cuando murió su madre, dijo. "Este vestido es tuyo ahora, Lucy Gray. Es la clave de tu historia..."

Le dio vueltas a la tela en sus manos, los hilos vibrantes tejían historias de una vida que luchaba por comprender. ¿Por qué su madre había decidido transmitirle este caleidoscopio de colores, una reliquia de un tiempo no mencionado, a ella y sólo a ella?

A pesar de esto, Lucy Gray Baird todavía encontró consuelo en el lenguaje de la música. A pesar de las dificultades que marcaron su existencia diaria, ella irradiaba una alegría ilimitada: un espíritu indómito, que prosperaba en medio de las melodías que fluían sin esfuerzo de ella.

La música era su santuario, una extensión de su ser, un lenguaje hablado con una facilidad innata que parecía tan natural como respirar. Ya fueran las melodías melodiosas que se entretejían en el viento o las baladas sentidas que resonaban en las colinas, Lucy Gray hacía girar su mundo con la magia de su voz.

A pesar de la desolación que los rodeaba, el corazón de Lucy Gray bailaba al ritmo de sus melodías. Se deleitaba con la simplicidad de la vida dentro de Covey, donde las risas de los niños resonaban en los campos, donde las reuniones comunales eran puntuadas por los acordes de la música, transformando sus dificultades en momentos de belleza etérea.

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Entre los residentes del Distrito 12, donde el polvo de carbón flotaba en el aire y las dificultades dibujaban líneas en los rostros cansados, Lucy Gray Baird se alzaba como un faro de belleza etérea. Su gracia, como una aparición fugaz, atraía las miradas donde quiera que pasara, y su presencia proyectaba un aura que parecía desafiar la dureza de su realidad.

Lucy Gray, con su piel de porcelana besada por el sol y su cabello que caía en cascada como hebras de chocolate, poseía un encanto de otro mundo que cautivaba los corazones.

Pero no a todos les gustó. La hija del alcalde, Mayfair Lipp, cuya educación privilegiada contrastaba marcadamente con la humilde existencia de Lucy Gray, albergaba un resentimiento que hervía a fuego lento bajo la superficie como carbón fundido.

"Mírenla, desfilando como si fuera uno de nosotros", se burló Mayfair, con la voz llena de malicia. "Ella no es más que una salvaje, una mancha para nuestra comunidad".

Lucy Gray mantuvo la cabeza en alto, colocó sutilmente algunas serpientes a los pies de Mayfair y luego salió corriendo de regreso a la Veta.

De regreso a la Veta donde Billy Taupe la esperaba. "¡Lucy Gray!"

Tenía muchos pretendientes, pero Lucy Gray se sintió atraída por un compañero miembro de Covey: Billy Taupe. Su presencia, una tranquilidad constante y silenciosa en medio del caos de sus vidas, resonó en ella de una manera que le costaba articular. No era un pretendiente más; él era un espíritu afín, alguien que entendía la sinfonía de su alma.

Su vínculo, forjado en medio de alegrías sencillas y dificultades compartidas dentro de Covey, floreció hasta convertirse en algo más profundo: una conexión tejida a partir de los hilos del compañerismo y el entendimiento mutuo. Billy, con su comportamiento firme y su lealtad inquebrantable, capturó el corazón de Lucy Gray de maneras que iban más allá de enamoramientos fugaces.

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Lucy Gray no vio la serpiente escondida en la hierba.

Billy Taupe la cortejó con el celo de un pretendiente enamorado de su etérea belleza y el encanto de sus melodías que danzaban en el aire.

Para Lucy Gray, Billy parecía un pretendiente devoto, encantador y serio en su búsqueda. Sus palabras halagadoras y sus miradas sinceras parecían genuinas, como si fuera el epítome de un admirador devoto. Sin embargo, detrás del velo del afecto, se escondía una arrogancia.

Billy, durante las sesiones de bebida con otros hombres, se presentaba a sí mismo como el vencedor triunfante.

"Tengo a Lucy Gray en mis manos", se jactó, sus palabras llenas de orgullo fuera de lugar. "Ella no puede resistir mi encanto. Pronto la haré comer de la palma de mi mano".

Sus compañeros de bebida se rieron y lo vitorearon, aplaudiendo su destreza para encantar a la chica más buscada del Distrito 12.

N/aly traductora: Estoy es un AU muy AU, muchas cosas cambiaran, incluso los mismos Juegos del Hambre. 

Y en todos los universos odio a Billy Taupe.