Regaño.

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—Chuya —Dazai llamó con la voz adormilada al hombre que dormía a su lado, sacudiendo suavemente su hombro. Su pareja frunció el ceño por un momento, pero atendió su llamado y abrió los ojos con lentitud, aceptando que su sueño terminaría de forma abrupta.

—¿Qué pasa? —Preguntó Chuya con la voz ronca, mientras su mirada se acostumbraba a la tenue luz de la habitación— ¿Finalmente te dignarás a llegar a tiempo al trabajo?

—Primero decidiría vivir por siempre —Bromeó Dazai, aunque no logró obtener ninguna risa.

—Oye —Lo llamó con brusquedad Chuya. Su regaño sonaba incluso más aterrador cuando recién despertaba, de alguna manera—. Es muy temprano como para que hagas tus intentos de bromas que no son divertidas.

—Como sea —Dazai cambió el tema— ¿No hueles algo extraño?

—Ahora que lo mencionas... —Contestó Chuya, mientras agudizaba sus sentidos. Su esposo tenía razón: un extraño aroma inundaba el departamento.

—¿Estará Kyouka bien? —Preguntó Dazai y, aunque no era el momento, Chuya sintió una calidez en su pecho al ver cómo su esposo, una persona que daba al resto del mundo la impresión de vivir despreocupado, velaba por el bien de la niña que les habían encargado cuidar desde hacía un par de meses.

—Iré a ver —Se ofreció Chuya, depositando un rápido beso sobre los labios de Dazai y saliendo de inmediato de la cama, mientras se dirigía a la habitación de Kyouka.

Sin embargo, no tuvo que llegar hasta ella para descubrir el paradero de la chica, pues una pequeña silueta se encontraba en la cocina, moviéndose con rapidez y en silencio, demostrando incluso de manera inconsciente el gran entrenamiento que le había dado su hermano en la mafia. Se preguntó qué pensaría Paul de saber que ahora él cuidaba de Kyouka, y de que todo el mundo lo molestara diciéndole que es su hija.

—¿Estás bien? —Preguntó Chuya mientras se acercaba por la espalda a Kyouka, sorprendiéndola. La chica cerró con rapidez la puerta del horno y se giró a verlo, ocultando con su pequeño cuerpo el interior de este, como si le avergonzara que descubrieran lo que estaba haciendo.

Kyouka asintió fervientemente, en respuesta, y Chuya alzó una ceja. Llevaba el tiempo suficiente conviviendo con ella como para saber cuándo mentía, además de que no se le daba muy bien actuar. Su actitud en extremo cautelosa, el negarse a dirigirle la palabra, la rigidez en su cuerpo y la manera en que evitaba su mirada le hacían ver que le ocultaba algo.

—¿Intentabas cocinar? —Cuestionó Chuya, tratando de sonar curioso, para crear un ambiente amigable para Kyouka y que la chica se relajara. Si no estaba haciendo nada malo, no la regañaría, y cocinar no era malo. Era así de simple, pero no sabía cómo hacérselo saber sin preocuparla en exceso.

—Lo siento —La voz de Kyouka estaba tensa, llena de nerviosismo. Sabía que su mentor era amable, pero también sabía que era exigente. Y, debido a las circunstancias, se imaginaba que un regaño sería inevitable. No es que jamás hubiera recibido uno, pero nunca era agradable ser reprendida—. Me distraje leyendo la receta, y ahora se quemó todo.

—¿Por qué querías cocinar? —Quiso saber Chuya, hablando con calma—. Sabes que no tengo ningún problema con prepararte el desayuno.

—Es solo... —Empezó a decir Kyouka, pero su voz se apagó antes de concluir la frase. Era algo que le ocurría a menudo, cuando no estaba segura de cómo serían recibidas sus palabras. Chuya le colocó una mano en el hombro, esperando reconfortarla con ese gesto, y Kyouka pasó saliva, reuniendo el valor necesario para hablar con su superior—. Trabajas mucho. Y quería hacer algo lindo por ustedes.

Care. (Soukoku)Where stories live. Discover now