𝐄𝐑𝐄𝐒 𝐆𝐑𝐀𝐍𝐃𝐄, 𝐒𝐈𝐋𝐕𝐈𝐀

12 4 1
                                    

Silvia era tan pequeña que cabía dentro de una zapatilla. La familia corría el riesgo de aplastarla si no tenían suficiente cuidado, aveces cuando pasaba una rata se confundían y no podían matarla con temor de que fuera la niña, situación que sacaba de quicio a la mamá que le gustaba mantener una buena limpieza. El hermano se aprovechaba del tamaño diminuto de Silvia para desempolvar con excelente precisión los cables dentro de la computadora, y su padre tenía el descaro de pedirle todas las noches que revisara sus botas para verificar que no tuviera arañas escondidas porque él las odiaba terriblemente. La verdad es que Silvia era aún más pequeña que las arañas, pero lejos de temerles las admiraba por lo poderosa que eran, así como también admiraba a las hormigas. Tenía dos de estos últimos animales como mascotas, les llamaba Pili y Lola, y le gustaba sentarse a ver como guardaban diminutos trozos del dulce que ella les proporcionaba. Silvia se reía mucho cuando Lola corría de un lado a otro acaparando más que su compañera.

Pero entonces llegó el día que Silvia se cansó de ser la niña más pequeña del mundo y quiso buscar suerte lejos de las paredes que la mantenían segura. No dijo nada a su familia, se escapó en la madrugada cuando todavía la luna brillaba muy fuerte y los grillos cantaban con una nota constante. La chica pensó en usar uno de ellos como transporte y cuando finalmente agarró al más verde de todos con una pequeña cuerda que tenía en su mochila, se arrepintió de inmediato.

-¿Qué estoy haciendo?-Se preguntó en voz alta-. El impulso de la aventura me deterioró por un momento el sentido común, es una suerte haber encontrado este saltamontes para que me ayudase a regresar los pies a la tierra.

-¿Qué tiene que ver el grillo?-inquirió alguien escondido a simple vista, tenía una vocecilla aflautada, hecho que preocupó a la joven que solo había escuchado tonos más graves que el suyo-. Él estaba tranquilo cantando con usual melancolía y llegas tú a querer asesinarlo.

Silvia no desistió la fuerza con la que aguantaba el cordón, el pobre animalito había dejado de cantar y estaba siendo zarandeado sin entender nada. Ella se irguió para lucir más grande, y movía con fuerza a su víctima no por hacerle daño sino para que el misterioso desconocido no la hiriera al notar la fuerza de la que era capaz.

-Tengo que recordarle o decirle por si no conoce la historia, que los saltamontes son animales muy sabios. En caso de que apareciera uno cuándo piensas hacer algo es porque lo correcto que debes hacer es lo contrario a lo pensado-dijo con solemnidad la chica a pesar de tener en el fondo un poco de miedo.

-¡Vaya trabalenguas!-rió el interlocutor sin que pareciera una burla-. ¿Y todo el mundo sabe esto?

-Todo el mundo-asintió Silvia.

-¿Alguna leyenda dice algo sobre los gatos?

-¿Gatos? No me gustan esos animales-reconoció la chica-. Son cazadores por naturaleza y como soy tan pequeña seguro me comen pensando que soy una rata.

-¡Qué horrible! -volvió a reír el ser misterioso-. Sería una tragedia que te encontrarás con un gato entonces.

-Más que tragedia sería mi funeral.

-Sabiendo esto, ¿cómo tienes la valentía de andar sola de noche?

-Porque estoy cansada de ser la niña más pequeña del mundo y buscaba algún remedio que me hiciera crecer-respondió francamente Silvia.

-Estoy seguro de que ser pequeño tiene sus ventajas-dijo la voz aflautada-, pero si lo que quieres es crecer puedo darte una solución.

Al escuchar esto Silvia brincó de alegría porque no tenía que andar mucho para ser grande. Si lograba llegar a un metro y medio sería tan alta como su hermano. No dejaba de pensar en lo que se divertirían: jugarían a la pelota, a los dados, a saltar la cuerda juntos. Y algo que siempre anhelaba Silvia era bailar con alguien; finalmente tocaría las manos de sus compañeros de clases para dar vueltas siguiendo el ritmo de la música.

-Dime la solución, por favor-chilló emocionada.

-Aunque...tengo que recordarte o decirte por si no conoces la historia que los gatos negros traen mala suerte.

-No me digas que la solución es ir a ver a un gato negro.-Se echó para atrás la chica apretando duramente la soga, dejando prácticamente ahogado al grillo-. Había escuchado la superstición pero no estaba en mis planes cruzarme con uno.

-¿Has oído sobre el Gato de Cheshire?

-No, te he dicho que no soy fan de los gatos-terció Silvia poniendo los ojos en blanco.

-Bueno, si adivinas que soy te haré crecer el tamaño que desees.

-¿Lo juras?

-Sí-prometió el otro creyendo que jamás lo adivinaría.

-Eres un gato-contestó sin rodeos la niña dejando impactado no solo al ser misterioso, sino también al grillo que olvidó por unos segundos que estaba siendo ahorcado por ella, y sintió admiración genuina-. La gente siempre alaba mi inteligencia-alardeó Silvia-. Fue demasiado fácil, hablando de gatos tenías que ser uno. Y apostaría mi cabello rubio a que el color de tu pelaje es negro.

-No me gustan las sabelotodo-dijo el Gato apareciendo de repente entre la hierba oscura del patio-. Has acertado el cincuenta por ciento ya que tengo rayas grises. ¿Por cierto, no tenías miedo de que te comiera?

-Eso fue antes de hablar contigo, ahora no creo que vayas a incumplir tu palabra de hacerme más grande.

-Ya eres grande-respondió el minino relamiéndose una de sus patas delanteras.

-¿Te burlas de mí, acaso? Sigo del mismo tamaño que estos grillos.

-Quizás físicamente, pero no has pensado en las cualidades que te hacen una de las personas más grandes del mundo.

La niña volvió a mirarse desde arriba, pero se veía igual de diminuta que siempre. Estaba comenzando a enojarse con su nuevo amigo peludo.

-Eres la persona más inteligente que he conocido-continuó hablando el Gato, sin detener en medio de cada palabra el proceso de lamer su brillante pelo-. Tienes buen corazón, una gran valentía y el amor de una familia porque te consideran una persona extraordinaria. ¿Le has oído quejarse porque eres chiquita?

-No, pero sé que a mí mamá le molesta dejar a los ratones libres para no cometer el error de matarme con una chancla-reconoció ella.

-Eso es un ejemplo de que te quiere, y sí el problema son los ratones, de ellos me encargo yo.

-Sería genial.-La niña dejó libre al grillo que saltó hasta perderse de vista, y sabiendo la respuesta lo pensó un momento-¿Realmente puedes hacerme crecer?

-No, lo siento.

-En realidad me pone triste no cumplir mi sueño de bailar tomada de las manos de mis amigos.

-No intentes ser como los demás, eres especial así como eres. Seguro hay muchos que quisieran ser como tú para cumplir alguno de sus sueños. A lo mejor si fueras grande te hubiera gustado ser pequeña, inteligente, o tener una hermosa familia.

-Es que no lo había visto de esa forma...

-Cambia la forma de ver tus impedimentos para que crezcas cada día en fortalezas.

Silvia se despertó en su cama a la mañana siguiente. No recordaba haber llegado allí, pero estaba feliz de escuchar el ronquido de su hermano que aún dormía en una cama más grande en la misma habitación.
Ser ella misma tenía sus ventajas como le había dicho el Gato de Cheshire, podía haberlo soñado, sin embargo escuchó el canto de un grillo que parecía decirle en un verso repetitivo "Eres grande, Silvia"

Escritos Fugaces Where stories live. Discover now