Dos caminos

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    Un ambiente nebuloso y desierto rodeaba a la guerrera que tenía una misión que cumplir. Disponía de una espada samurái que estaba manchada de la sangre de una hiena que la asustó por el camino. Casi toda la infancia la cumplió en los bosques matando ciervos, jabalíes, conejos, entre otras clases de animales que la cacería le consentía, o incluso muchos más de lo que permitía la ley. Algunos leopardos, tigres, monos y una vez que fue a la jungla asesinó a un elefante bebé, es por eso que la hiena no removió nada en ella. 
Miraba al suelo empedrado y polvoriento temiendo encontrarse con los huesos de su querido James que era su única preocupación.

El camino se hacía cada vez más estrecho, y eso quería decir menos lugares en donde buscar. Hasta que al llegar a la entrada de un barranco que se dividía en dos caminos, un desconocido con el rostro tapado y un bastón de madera la detuvo. Llevaba una capa desgastada sobre el lomo y una ropa de telas como las personas usaban en la antigua Grecia.

El señor de avanzada edad no tenía intención de apartarse, incluso cuando ella levantó su mano con el arma apuntando directo a su cabeza. Los ojos del anciano brillaban a pesar de la oscuridad, y un resplandor celeste emanaba de él.

El instinto de la guerrera fue apartarse por la sensación de vacío que la embargó, pero a la vez alguna fuerza extraña le impedía bajar el brazo. El veterano se alzó un poco con ayuda de su bastón siendo capaz de mirarla directamente a los ojos, los de la chica empañados por el esfuerzo de aferrar el artefacto en su mano, imposible de apartar del punto de mira.

«Tenías la oportunidad de elegir dos caminos» señaló el anciano con uno de sus raquíticos dedos «El de la muerte y el de la vida. Todos estos años te he estado observando, y has elegido asesinar a todo animal que hubiera en tu camino de lucha, ¿acaso los animales no significan nada para ti?»

—Ya veo de que se trata esta charla. Vienes a ponerme conciencia sobre el medio ambiente, ¿te das cuenta que tengo mejores cosas que hacer que pensar en estúpidos animales? —se burló ella.

El señor asintió con pena en sus arrugas. No había remordimiento en la chica, quién solo pensaba encontrar a su hermano mayor y largarse a su campamento. Nada que dijera aquel hombre iba a hacerla cambiar de opinión, pero tal vez si había algo que pudiera hacer.

«No te mostraré tu pasado, presente y futuro como mis hermanos de la navidad hicieron» dijo él «Te enseñaré los recuerdos de tu hermano, ya que es tan importante para ti encontrarlo.»

La joven guerrera apareció de espectadora en los recuerdos de James. Un chico muy parecido a ella erguía una afilada navaja mientras una serpiente intentaba trepar por su pierna.
El animal silbaba enseñándole la lengua preparándose para soltar su veneno sobre la piel morena.

La muchacha gritó como en la lucha y elevó la espada para atacar a la víbora, pero fue detenida por una carcajada del señor mayor junto a ella.
«Es solo una memoria, no puedes hacer nada»

—¿Así quieres que ame a los animales, enseñándome como uno de ellos mató a mi hermano? —replicó la guerrera.

«Un ser con veneno en su interior mató a tu hermano, pero no fue esta víbora.» sonrió el viejo divertido.

Entonces ella ve como James logró sacarse a la serpiente de encima sin necesidad de matarla, aunque uno de sus colmillos si arañó su brazo. El chico logró escapar con el veneno en la sangre, que bastaba con unas cuantas bombeadas para llegar al corazón acabando con su vida. Sin embargo, así de débil logró llegar al barranco dividido dónde se encontró al mismo anciano que su hermana tenía a un lado.

El hombre le dijo lo mismo que a ella. Habló sobre los dos caminos de vida y muerte, pero James había salvado a la serpiente por tanto eligió la vida. La chica miró atónita como el hermano se convertía en una hiena, abandonando su antiguo cuerpo en un charco de cenizas.

El anciano comentó que había elegido ese animal apestoso y feo porque el joven ayudó en la caza de otros animales valiosos para la naturaleza, por eso no podría ser un león como deseó, pero al menos estaba vivo.

En aquel momento la hiena salió huyendo del lugar saltando sobre una roca quedando cara a cara con una humana. James como hiena, abrió los ojos asustados porque aquella mujer que tanto conocía le apuntaba con su arma, con la misma que ambos habían exterminado a tantas bestias como él era ahora.

La espada siguió erguida para el ataque, él sabía que no tenía oportunidad frente a la mejor guerrera del pelotón.  Fue una lástima que lo hubieran convertido en hiena, ¿por qué no en un loro para poder hablar, o en un animal pequeño que pudiera escabullirse?

El viejo sabio chasqueó dos dedos haciéndolos regresar a la chica y a él al lugar de origen frente al valle nebuloso. Observó como ella tiraba la espada al suelo, colocándose de rodillas para su sentencia.

«El tiempo es algo fantástico, ¿sabes?  Regresa atrás y adelante a nuestro antojo, me refiero a los dioses claro, tú como humana no tienes poder sobre él.»

—Mátame—suplicó ella dándose por vencida.

«El tiempo es tan maravilloso que lo usaré como castigo para ti. No les diste tiempo a esos animales, ni siquiera a tu hermano que suplicó con la mirada rogándome para que lo reconocieras. Por tanto, te meteré en un bucle, te convertirás en serpiente, morderás a tu hermano para luego terminar con su vida con ese maldito sable. Mi muerte es la única forma de que salgas de ese suplicio…hasta que logren encontrarme.»

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