Ofrenda

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- Y... ¿Cuándo crees que pueda verlo?

- Satoru, juro que voy a golpearte si vuelves a preguntar.

El pelinegro y el albino acordaron cerrar el asunto de Yuuji, para así poderse concentrar en su informe. Sin embargo, Satoru aprovechaba la mínima distracción para preguntarle sobre el cachorro: Qué comida le gustaba, cuál era su juguete favorito, qué tipo de flores le gusta más, su pasatiempo favorito, qué películas prefería, sí le gustaba algún deporte, etc. Estaba dispuesto a conocer todo sobre su preciado destinado, al fin y al cabo, era su deber como Alfa hacerlo, y así brindarle seguridad, comodidad, satisfacción, pero sobretodo felicidad y amor a su omega.

Choso había respondido cada pregunta de manera cortante, amenazándolo siempre con golpearlo, pero el albino no se detenía. Desde ese día, Satoru no se despegaría de él para nada, llegando a incluirlo en su grupo de amigos. El trío se había convertido en cuarteto, sorprendiendo a todos los maestros.

- ¡Vaya! Yo que intentaba regenerar a Satoru, y ahora resulta que terminó corrompiéndote - dijo entre risas la profesora Tsukumo a Choso, haciendo que este se ruborice.

Si bien Satoru intentaba congraciarse con su futuro cuñado, al final resultó agradable la presencia de Choso en el grupo. Resultó que su seriedad hacía poner los pies en tierra a los chicos, y a su vez se contagiaba de la alegría de ellos, volviéndose más sociable e incluso un poquito vivaz.

Así llegó el verano, haciendo las clases más pesadas que de costumbre. Satoru, para variar, llegaba tarde, encontrándose a Suguru y Shoko jugando con el cabello de Choso, quién llevaba un nuevo peinado, y ya acostumbrado ya a las travesuras de sus nuevos amigos, no hacía nada por evitarlo.

- ¡Pero qué rayos te hiciste en la cabeza! - dijo Satoru entre risas.

- Un nuevo estilo de peinado - respondió Choso sin darle mucha importancia - Ya sabes, por el calor...

- ¿Y por qué mejor no te cortas el cabello? - dijo Shoko, intentando hacer una trencita de una de las coletas.

- Shoko tiene razón - agregó Suguru - Te ves muy raro así.

- Lo dice el chico del flequillo emo...

- Ja, ja. Qué gracioso...

- No apoyo lo del corte del cabello - dijo Satoru - Pero al menos pudiste escoger otro peinado ¿No crees?

- Yo no lo escogí - dijo Choso, despreocupado - fue Yuuji el que lo hizo.

Todos en silencio. Choso había metido la pata al mencionar de nuevo a su hermano. Sin embargo, Satoru reaccionó calmadamente, sin ninguna pizca de excesiva emoción, simplemente estaba sereno. Sus tres amigos lo miraban esperando que explotase en algún momento, pero su calma era inmutable.

- Ya dejen de mirarme así - dijo el albino con serenidad mientras tomaba asiento - Prometí que esperaría lo que fuera necesario y que me mantendría al margen de su vida hasta que crezca lo suficiente.

- Sí, claro - dijeron los tres al unísono.

Finalizadas las clases, cada uno regresó a su casa. Choso le había prestado su auto a Sukuna, así que el chofer de la familia pasó a recogerlo. Lo dejó en la entrada de la mansión, pues aún tenía que hacer unos encargos para el abuelo Itadori. El ama de llaves le abrió la puerta.

- ¿Y Yuuji? - preguntó al ver que su hermanito no había salido a recibirlo.

- Su padre llevó al joven Yuuji a pasar el día en la mansión Fushiguro.

- Entiendo, ¿Sukuna llegó?

- No joven, usted es el primero en llegar.

El ama de llaves se retiró a seguir con los quehaceres. La mansión Itadori era pequeña comparada a otras, por ello solo contaban con cinco empleados, todos betas. Solo el chofer y el ama de llaves vivían con ellos, los otros tres eran empleados esporádicos, pero que mantenían su trabajo debido a la confianza que se ganaron. Gracias a la crianza de su madre, los jóvenes alfas eran autosuficientes, por lo que tener pocos empleados no hacía ninguna diferencia en sus rutinas.

Aromas del Destino: "Flores y Bosque"Onde as histórias ganham vida. Descobre agora