Primer encuentro

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La niña se encontraba sentada frente al mar, mientras las olas amenazaban con engullir sus piececitos, rebozados en arena mojada. Aunque la pequeña quería huir, con todas sus fuerzas, se encontraba atrapada entre los enormes brazos de una mujer, que la estrechaban bajo la cintura, y la mantenían sentada sobre unas largas piernas cruzadas. Una superficie blanda, cáliday acogedora, pero también una especie de prisión. La posición, y la situación en sí, le recordabana cómo unos años atrás, la pobre había quedado atrapada en el váter, tras olvidarse su madrede bajar el asiento del mismo, cuando estaba aprendiendo a hacer pipí como los mayores. Desde entonces le daba miedo enfrentarse a ir al baño sola, aunque no fuera a sentarse en el váter, por si algún monstruo desconsiderado se atrevía a salir de su escondite en las cañerías, para aparecer bajo la tapa, y agarrarla por sus pequeños pies para llevársela de por vida a las profundidades de la Tierra.

La niña miraba el mar, y su corazoncito pegaba un salto en su pecho cada vez que el agua tocaba los pies de su madre, incitándola a huir del abrazo de su protectora, para escapar de ese oscuro y misterioso abismo, que se extendía hasta el horizonte, escondiendo infinidad de monstruos y fantasmas. El mar emitía un quejido con cada uno de sus choques, tras el cual retrocedía, como cogiendo impulso para el próximo ataque. <<¡Qué mala es mi mamá, que me tiene aquí, delantedel peligro, mientras se ríe de mis sustos!>>.-Pensó la cría, mientras su madre soltaba una risita cuando su hijita pegó un berrido tras la salpicadura de una ola.

- Mami, quiero irme de aquí. Vamos con papi- rogaba la pequeña, con ojos suplicantes, saltones e inocentes- Quiero ir con papá a la toalla, mami. 

- Cariño, si aquí se está super bien, en la orillita, con las olitas y la agüita... -decía susupuesta protectora. Los adultos tenían la extraña costumbre de sentir que los pequeños, por el hecho de serlo, veían diminuto todo lo demás, y el mundito en el que vivían sus viditas quedaba reducidito a diminutivos. - Además, las niñas de cinco añitos no tienen miedo al agua. Eres una niña mayor, ¿no? 

La pequeña volvió a mirar la mar. Si realmente su madre pensara que era mayor, no le hablaría de ese modo, como si su alrededor estuviera en miniatura. No obstante, era cierto que se sentía una niña mayor, tenía cinco años, ¿no? Pero ¿qué tenía que ver la edad con el miedo a ser engullida por un monstruo gigante, tan amenazador como el océano? Parece ser, pues, que sólo puedes ser mayor si eres incapaz de tener miedo. Tal vez necesitaba eso para que su madre la considerase, de una vez por todas, digna de vivir en un mundo sin diminutivos, en el mundo de los adultos. En ese mundo, era cierto, nadie mostraba miedo nunca. Y ella era mayor, eso quería demostrar a su madre, que no su mami. Así que a la llegada de la siguiente ola no produjo queja alguna, ni mostró ningún signo de disconformidad con su situación, pese a lo intensificada que se hallaba la tormenta de terror en su cabeza, y lo oscuro que se veían las profundidades. 

- ¿Ves cómo estás disfrutando, hija? 

Pero para nada era el caso. Al parecer, la madre de la pequeña se cansó de propiciar a su hija esa condenada tortura, y se levantó, dejándola sobre la orilla, de la cual la niñita se alejó a toda velocidad, corriendo detrás de su madre, que no a su lado, hacia la toalla donde se encontraba el señor alto, robusto y de escasa melena oscura al que llamaba papá. 

- Hola cariño, ¿te lo has pasado bien? -Preguntó el hombre, dando un trago a la cerveza que tenía en la mano, antes de depositarla sobre una montañita de arena que le hacía de soporte.

Pequeñas gotitas caían por la lata, y mojaban la arena, tornándola de un color oscuro. <<Parece mentira cómo una cosita tan chiquitita e inofensiva como una gota de agua, puede tornar oscuro algo tan claro como la arena>>. Y mientras ella daba vueltas a esta idea, y veía cómo gotita tras gotita oscurecían la playa, cada vez más, y creaban minúsculas depresiones en el montoncito de arena que aguantaba la lata, oyó una vocecita cercana. <<A veces no nos damos cuenta del daño que hacemos a nuestros pilares, pues los golpes que nos hunden pueden ser tan sutiles como esas gotitas de agua que caen destruyendo el soporte donde se halla esa lata>>.

Playa de mi vidaWhere stories live. Discover now