22. De anillos, de promesas, de futuros sueños y de viejos acuerdos

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De vez en cuando, algo que empezaba como un problema en la academia acababa por ser un dilema, como una bola de nieve que al recorrer cierta distancia amenazaba ser una avalancha.

Por la mañana, Collei había pasado por su oficina a dejar el informe que las cabezas de los demás Darshans habían escrito sobre sus estrategias de estudio y resultados académicos. Sabía que de las cinco que debía recibir, solo recibiría cuatro. Kshahrewar había quedado sin un mando fijo y se rehusaba a pedirle a otro erudito que se encargara del trabajo de Kaveh, pero terminó cavando su propia tumba.

A pesar de ser muy tarde en sábado, Collei aún corría de ida y vuelta a las oficinas de los supervisores del Darshan faltante y recorría los pasillos con desesperación, pues veía que Alhaitham se encontraba estresado; y hasta donde sabía, era su cumpleaños.

Por supuesto que no se atrevía a felicitarlo y menos cuando la situación con los benditos informes era tan tensa por motivos desconocidos para ella, pero se sentía mal porque le tocaba aguantarse y frustrar cualquier plan que tuviera para ese día solo por la falta de un documento que al cabo de unos días dejaría de ser relevante.

Kaveh regresaría en tres o cuatro días a la ciudad, pero temía que Alhaitham muriera por estrés para entonces. Finalmente, como un regalo de los Arcontes, había una oficina abierta perteneciente a Kshahrewar y encontró el informe que les faltaba para poder irse. Corrió hasta Alhaitham y lo entregó, preguntando con la mirada si podía irse ya.

— Espera, Collei — ambos caminaron hacia la Casa de la Daena, donde él dejaría los informes en la sala de archivos para que un supervisor se encargara de eso en la mañana —. ¿De dónde lo sacaste?

— ¿De una oficina? — respondió con inseguridad en tono de pregunta — ¿No debí tomarlo sin permiso?

Alhaitham suspiró y negó. — No, no te preocupes. Pregunto que de dónde lo sacaste porque en todo el día no he visto a nadie de ese Darshan, y de pronto está el informe en la oficina.

— Me pareció un poco raro — admitió Collei, empujando las puertas de la biblioteca vacía. Envidió a sus compañeros que no tenían que estar a las once de la noche correteando a adultos irresponsables, pero solamente aceptó su destino en silencio —. Sobretodo porque quise entrar a esa oficina dos veces y en ninguna ocasión pude abrir la puerta. Solo lo intenté por que la tercera es la vencida y tuve la razón, pude.

— No le quita lo raro — Alhaitham se acercó a la sala de archivos, pero algo en el rabillo del ojo le quitó la atención —. Collei, pon esto apenas en la entrada y cierra, después le pongo llave. A penas hagas eso, puedes irte.

La chica pareció haber estado esperando esas palabras, pues antes de que terminarla de pronunciarlas ella ya había acatado la orden.

— Buenas noches, señor Alhaitham — se despidió con una sonrisa —, y feliz cumpleaños.

El hombre sonrió suavemente en agradecimiento y le echó llave a la sala, dispuesto a investigar lo que sea que estuviera pasando al fondo de la biblioteca. La Casa de la Daena descansaba en silencio y oscuridad. Hacía varias horas que los estudiantes habían salido para su casa o a su dormitorio, por lo que se le hacía raro que quedara alguien en la Academia además de él y la pobre de Collei, quien bien pudo huyó del lugar.

No prestaba mucha atención a que fuera su cumpleaños, nunca lo había hecho. Sus amigas nunca dejaron de insistir con los planes, pero siempre encontraba algún agujero y salía de ellos antes de que pudieran suceder.

Sabía que era un rito meramente anual y simbólico, pero no podía molestarse lo suficiente para prestarle atención a su propia vuelta al sol. Claro que conseguía regalos para sus personas importantes, pues todos parecían valorar bastante el día de su nacimiento y él no sería la causa de la infelicidad de nadie.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora