8. EOE

337 40 9
                                    

Kaveh no se caracterizaba por ser alguien familiarizado con la incertidumbre. De hecho, hacía todo lo posible para evitarla; y cuando no conseguía hacerlo, se proponía deshacerse por completo de ese vacío que amenazaba quitarle el sueño.

Sin embargo, como su vida acostumbraba —sobretodo desde los últimos meses—, no todo salía como él quería. La inquietud que le acompañaba desde el inicio de semana era poca por el simple hecho de que no le había puesto mucha atención. Pero en momentos como este, cuando el silencio de su habitación era lo único que lo rodeaba y el chirrear de los grillos era tan lejano que se cuestionaba si era solamente una ilusión auditiva, no podía seguir evitándose a sí mismo.

Alhaitham lo había perdonado. Había preparado café para él, el cual había sido un regalo y que consideraba su nuevo favorito. Aceptó el llavero de león que le dio como símbolo de paz y lo colocó inmediatamente en su llave, y estaba seguro de que si justo en ese momento decidiera levantarse de su cama deshecha e ir a cerciorarse de que seguía puesta después de varios días, estaría ahí y el llavero, como mínimo, se burlaría de él.

La caricia en su mejilla era lo único que consideraba demasiado fuera de lugar. Y no porque se hubiera sentido incómodo o mal en algún sentido, más bien sabía que su esposo postizo no era alguien precisamente amante de el contacto físico. No sabía como sentirse al respecto, más aún teniendo pareja.

Llevó una almohada a su rostro y la apretó com fuerza contra su cara con la esperanza de asfixiarse. Oficialmente había pasado una semana desde el incidente de la reunión con Sangemah Bay y su escapada a ver a su novio.

Decir que Cyno estaba molesto era un eufemismo, cuando menos. Él no sabía que estaba perdiéndose una oportunidad tan grande por pasar el rato a su lado. Aunque, en el fondo, Kaveh sabía que si hubiera sido totalmente honesto en esa llamada, Cyno habría pensado que era una pobre excusa. Al final, el resultado fue el mismo, el chico no lo quería ni ver, y es por eso que la reacción de Alhaitham le hacía tanto ruido.

Suspiró y frotó su rostro con una mano. Hacía rato que amaneció, por lo que pensó que estaría bien hablar con alguien sobre su desafortunada situación.

— ¿Dehya? — habló al celular, vigilando su tono de voz.

— ¡Guapo! — saludó enérgicamente la chica — ¿Te caíste de la cuna, mi amor? ¿Qué haces despierto tan temprano, eh?

Kaveh se mordió la lengua y soltó una risa ligera ante la radiante personalidad de la mujer. Le parecía increíble que aún mediante una llamada pudiera reflejarse su bonita forma de ser.

— Algo así, corazón — mordió el costado de su pulgar, pensando bien lo que iba a decir —. Quería preguntarte dos cosas.

— Temo que ya estés casado, hace unos meses las respuestas habrían sido "sí" y "acepto" — rió Dehya, aparentemente cocinando —. ¿Qué es lo que te quita el sueño? Cuéntame.

El rubio se sentó en la cama y respiró hondo lejos del micrófono. Vaya tema fue a escoger a las seis y media de la mañana.

— ¿Candace y tú vendrán a la fiesta de mi padre hoy, verdad?

— ¡Pero por supuesto! Nos invitaste hace varios días y reservamos el día de hoy especialmente para ustedes — Kaveh tuvo la certeza de que Dehya asintió a pesar de no poder verla —. ¿Por qué? No me digas que se cancela, que ya tenemos el regalo perfecto. Mira que Candace me ha pedido total silencio al respecto, pero me estás tentando a contarte, rubiecito.

El chico rió, ligeramente aliviado. Sus ojos carmesí se ocultaron tras sus párpados unos segundos mientras encontraba la forma de lanzar su siguiente pregunta.

De Anillos y Promesas | HaikavehOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz