4. Despiertas, y miras

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Llegamos al Antzoki menos de una hora más tarde, el club más exclusivo de la ciudad. Fuera hay una cola inmensa, la mayoría no podrán entrar pero hacen cola igualmente, esperando un golpe de suerte o intervención divina. Layla me mira entusiasmada y recuerdo que ni ella ha podido entrar aquí antes. La duda se asienta en mi estómago, no tengo motivos para creer que me vayan a dejar pasar. Bajo la mirada a mis vaqueros negros pitillo y mi sweatshirt negra y me arrepiento de no haber elegido algo más parecido al vestido de Layla. Aunque no haya nada semejante en mi armario... Suspiro. Quizás debería de estar agradecida de que mi noche vaya a acabar pronto... Eso es lo que quería... Observo a Layla otra vez, estoy segura de que se alegrará de no tener que soportarme el resto de la noche.

Seguimos a Sojo hasta la entrada, andando paralelos a la kilométrica cola, mientras las miradas de la gente viajan con nosotros. Algunos comienzan a murmurar, otros reaccionan algo más negativamente. Veo a una chica salirse de la cola casi a nuestra altura, agarra a Sojo del brazo suavemente y le para.

— Eres Sojo, ¿verdad?— pregunta dulcemente mientras le mira a los ojos.

Sojo le aparta la mirada, suspira y levanta la mano llamando la atención del portero de la discoteca. Antes de darme cuenta dos hombres se interponen entre Sojo y ella.

— Señorita, le vamos a tener que pedir que por favor vuelva al final de la cola.

— P-pero... ¡No! Yo solo quería...— desiste y se resigna con una última mirada hacia Sojo, pero ya tiene su vista puesta en la pantalla de su móvil y comienza a andar, alejándose de nosotros.

Layla y yo nos quedamos petrificadas, el mismo pensamiento cruza nuestras mentes y nos miramos, avergonzadas. Se supone que entramos con él... ¿No?  Veo la expresión de mi mejor amiga quebrarse cuando el portero se dirige a nosotras, sin duda con la misma intención. Comienza a hablar cuando Sojo le interrumpe:

— No, no, Randoms, vosotras venid, entrais conmigo— aclara girandose brevemente y continuando su marcha. 

El portero nos mira y los tres intercambiamos miradas incrédulos. Layla levanta la barbilla rezumando aires de grandeza y lanza una sonrisa condescendiente a los que nos miran atónitos desde la cola.

Por fin alcanzamos la entrada del establecimiento y nos abren la puerta sin preámbulo. Oigo al de seguridad comentar algo hacia su auricular, pero no consigo descifrar sus palabras por el torrente de música que inunda mis oídos. Docenas de cuerpos se mueven al ritmo de la ensordecedora armonía que retumba en los altavoces. Comienza a sonar Givenchy de Duki y el DJ baja ligeramente el volumen para anunciar:

— ¡Buenas noches Bilbao!— toda la sala responde con un grito — Me comentan que acaba de entrar la leyenda... Sojo, colega, ¡esta va por tí!— efectos de sonido de bocinas acompañan sus palabras.

— Vamos a subir, no me perdáis — comenta gritando el representante sin mirarnos a la cara.

Éste comienza a andar con paso ligero y nos dirigimos a unas escaleras bloqueadas por una cinta roja y dos hombres trajeados. Obviamente, cuando ven a Sojo, asienten y en un abrir y cerrar de ojos le abren el paso dejándonos pasar a nosotras también.

Nos cuesta seguir el ritmo de Sojo, no sabemos por qué sube tan rápido las escalera hasta que llegamos al piso de arriba y finalmente creemos distinguir al resto de los integrantes del grupo. Cuando le ven se giran todos sonrientes, le rodean, levantan las copas y gritan y cantan al unísono con la canción:

— ¡Foca!

Layla y yo vemos desde lejos la escena, procesando lo que está ocurriendo, cuando Unai nos ve y corre hacia nosotras.

Al otro lado del río (Norman Bates y TN)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant