3. Al otro lado de la puerta

27 0 0
                                    

El resto del concierto pasa sin darme cuenta, yo en un trance, pensando en todo y en nada al mismo tiempo. Antes de lo que me gustaría se despiden del público con una última canción y empezamos a salir del recinto. Layla está hablando emocionada, efusivamente recordando todos los detalles del concierto y yo... yo estoy pensando en él. Tanto que Layla se para y me mira.

— Tía, ¿estás bien? Estás muy callada...Pensé que te lo habías pasado bien al final...

— Mhm, sólo estoy cansada supongo — digo mientras retomo el ritmo y andamos por los pasillos, pasillos por los que hace unas horas andaba el guitarrista de Norman Bates, aparentemente.

— ¡Venga! No puedes estar diciendo lo que creo que estás diciendo... — me agarra el brazo intentando llamar mi atención, pero sin parar de andar—. No creas que te vas a escaquear de nuestro acuerdo, me lo prometiste...

Me quejo para mis adentros y cierro los ojos brevemente. Es verdad que teníamos un trato y no es como si no tuviera nada más que hacer, pero algo dentro de mí se revela ante los posibles planes de Layla. Evito su mirada preocupada por lo que pueda ver en su rostro, me aterroriza lo que pueda estar maquinando detrás de esos ojos.

— Ya... ¿qué tenías pensado? — interrogo tentativamente.

Su respuesta es un pequeño grito de emoción, pero antes de que pueda contarme sus planes diseñados específicamente para torturarme, nos chocamos contra un cuerpo distintivamente no adolescente. Levantamos la mirada y tenemos que estirar el cuello para mirarle la cara a esta pared humana.

— Hola de nuevo señoritas, acompáñenme — dice una voz familiar, es el guarda de seguridad de antes.

Sin esperar una respuesta se gira haciendo hueco entre la multitud. Esta vez miro a Layla esperando un atisbo de mi confusión pero, en cambio, me encuentro justo lo contrario. Una sonrisa conspiranoica y una inclinación de la cabeza en dirección al guarda es lo único que me da antes de seguirlo. No tengo otra, tengo que seguirles.

A pesar de no movernos en sentido de la multitud, no es difícil seguirle a donde sea que nos está llevando, gracias a su inmenso cuerpo y control alcanzamos una puerta. Si no estuviera vestido de guarda de seguridad y no le estuvieran hablando por el walkie-talkie pensaría que nos está secuestrando. Pensándolo bien... Un peso se asienta en mi estómago y agarro la mano de Layla que anda por delante de mí, obligándola a andar a mi par.

— Layla esto es mala idea, no sabemos quién es este señor y le estamos siguiendo por el estadio como si no nos pudiera estar mintiendo— susurro ansiosa, vigilando la espalda de el guarda.

— Para empezar, no nos puede estar mintiendo porque no nos ha dicho nada— apunta orgullosa de su observación— . Y segundo, antes de que te de un ataque, habíamos quedado en que harías lo que yo hago, bienvenida a lo que yo hago. Vete acostumbrandote o esta va a ser una noche muy larga para las dos.

— P-pero...— comienzo a decir, pero me doy cuenta de que no tengo argumentos.

Sabía que este trato era una mala idea.

— TN, confía en mí, no te pondría en peligro, pero tienes que aprender a vivir un poco. Esto es terapia de choque para tí, así que tiene sentido que te agobies pero confía en mí, ¿vale?— repite con un aire definitivo.

Es raro pero su seguridad me hace desprenderme de algunos de mis nervios. No por completo, por supuesto, pero lo suficiente como para que mi postura cambie y se infusione con certeza y seguridad en mí misma.

***

Llevamos andando un rato y esta seguridad disminuye a cada paso que avanzamos. Lo único que me tranquiliza son los trabajadores con los que nos cruzamos por el camino. Parecen sorprendidos de vernos por esta zona del estadio. Por lo menos hay testigos si acabamos muertas. Giramos a la izquierda por décima vez y cruzamos una puerta. "Prohibido el paso" leo en negrita; el guarda avanza como si nada, esperando a que hagamos lo mismo. A este lado de la puerta la distancia entre las paredes es significativamente más estrecha, pensada para acomodar a menos gente. Al final del pasillo veo dos figuras juntas, aparentemente hablando. Una de ellas un escolta, identificable por su uniforme y postura, la otra figura no. Unos pasos más tarde soy capaz de reconocerla y mis cejas se contraen en confusión. Me giro para ver si Layla se ha dado cuenta de a quién tenemos a unos pocos metros. Le veo reconocer a el representante del grupo y me mira asombrada. Por primera vez desde que llegamos aquí le veo genuinamente sorprendida.

Al otro lado del río (Norman Bates y TN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora