21. Amigo o enemigo

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A esta altura ya debería estar acostumbrada a la odiosa rutina que se repite día tras día, semana tras semana. Pero no. Aquí me encuentro viva, aunque también atolondrada.

Al abrir los ojos, siento arena sobre ellos, a la vez que la molesta luz que se infiltra por la ventana acrecienta mi jaqueca. Tengo mis brazos acalambrados, la garganta seca y ahora un dolor mortificante en mi cuello que hace que me retuerza como si padeciera de tortícolis. Es evidente que, después del infierno nocturno, mis horas de sueño no fueron para nada reparadoras.

La situación, no obstante, amerita un festejo. Todo está en orden en mi habitación, no hay nada destruido y la ropa con la que dormí sigue en mí, intacta. No me transformé en nada. Es así. ¡La luna llena no pudo conmigo porque volví a ganar!

No puedo creer que esté comenzando el día pensando en positivo, reflexiono más tarde, pero el fantasma de la obsesión y de la negatividad regresa con redobles de tambores para continuar con maquinaciones en mi cerebro. De modo que intento analizar la situación y plantear diferentes posibilidades. Una de las opciones, que es la más optimista, me dice que todo sigue estando en mi imaginación y que nunca tuve nada; otra, me tienta con la idea de que, en efecto, fui mordida por un hombre lobo (que espero que no sea el guapo de Blake), pero soy inmune; y, la última, tiene que ver con la revelación de que yo sería una bruja, razón por la que mi cuerpo estaría resistiéndose a la metamorfosis, si es que de verdad tengo poderes o una condición sobrenatural que lo evita.

Fiel a mi estilo, termino inclinándome por lo último.

Pero a continuación me regresa la preocupación.

Si vengo ganando batallas, más allá de mi presunta identidad paranormal, ¿podré sostenerlo para siempre? ¿O llegará el momento en el que ya no lo aguante más y la infección de la licantropía me supere y se apodere de mí?

¿Incidirá en esto lo que decida ante el aquelarre que se me presentó?

Mi mente, así, permanece volando por otro buen rato, hasta que de repente veo la hora y me horroriza pues ya casi son las doce, como me lo confirman los gritos de mamá, ¡porque me he quedado dormida!

Otra vez a las apuradas, me visto a toda velocidad pensando que de todos modos debería ir a la preparatoria. Pero luego mamá, un tanto fastidiada, me detiene para ironizar con la pregunta:

—¿Irás a clase ahora?

Y yo le confirmo casi colapsando de los nervios:

—¡Ahora mismo!

—Bueno —concluye ella—, será mejor que te lleve a un terapeuta porque hoy es sábado.

Ante eso, mi cara se vuelve roja de la vergüenza, así que para disimular improviso una mentira:

—Es obvio que estoy siendo sarcástica.

Como su respuesta consiste en revolear de ojos, me enfado y le pregunto al instante:

—Y ¿qué querías? Estuviste a los gritos pidiéndome que me levantara y llamándome.

—Es porque tengo que volver al café ahora mismo y para que atiendas una llamada —me cuenta y exploto de alegría pensando en mi candidato más esperado.

—¿Quién es? —averiguo, ahora mostrando todos los dientes por la pícara sonrisa en mi cara, y mamá responde:

—Alisha.

Por ende, mi gesto cambia por el fastidio.

—Ah, mamá... Dile que no estoy...

—Elizabeth —refunfuña en consecuencia—, ¡está aquí esperando!

Plenilunio: Luna del Lobo (Concluida)✔️ [+13]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora