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Sonríes con la boca llena de helado, tus mejillas se hinchan de una manera que hace que los pantalones de Enzo se vuelvan más ajustados, un poco de crema rosada y blanca gotea desde las comisuras de tus labios, haciendo un desastre que mancha el impecable cuello de tu camisa.
Él juega con el lápiz mecánico que tiene en la mano, pasándolo por el borde de sus labios, presionándolos en una sonrisa felina cuando lo miras por encima de tu libro de texto, tus ojos se vuelven en forma de media luna cuando tu sonrisa se amplía. Tu libro golpea la mesa cuando te inclinas hacia adelante, atrapado entre tu pecho y la madera dura, haciéndote tartamudear lo que sea que ibas a decir, tus labios brillantes cayendo en un mohín confuso, parpadeando ante las páginas antes de rodar los ojos, empujándolo al suelo con el codo, dejándolo caer contra la madera sin preocuparte.
"Nos meterás en problemas -" advierte Lorenzo, observando cómo el helado en tu mano se derrite sobre tus nudillos, filtrándose en los puños de tu cárdigan, formando líneas pegajosas entre tus nudillos "Termina eso, o lo tiraré." termina, arqueando una ceja perfectamente recortada mientras llevas la crema de fresa a tus labios nuevamente, lamiendo una franja gruesa desde la base del cono hasta la parte superior de la crema.
Hummm satisfecha, lista para llevar el cono de vuelta para otro lametón, cuando un grupo de estudiantes pasa rozando, uno de sus zapatos golpea la parte trasera de tu silla, aflojando por un momento el agarre del cono entre tus dedos y cayendo en la hendidura de tus muslos. Gimes, frunciendo el ceño a los de quinto año mientras se ríen, apresurándose alrededor de una esquina.
"Maldita sea, cariño," gruñe Enzo entre dientes, cerrando su libro de un golpe, haciendo que te estremezcas cuando lo miras desde el desastre entre tus muslos. Frunces el ceño en confusión, acostumbrada a escuchar el apodo de una manera más azucarada. Esto no fue tu culpa.
Inclinando la cabeza, dices "¡ellos me chocaron!" susurras gritando, frotando incómodamente tus muslos juntos, solo esparciendo el pegajoso desastre aún más.
Frunciendo el ceño, empuja su silla hacia atrás, inclinándose lo suficiente para ver el helado secándose, algo sacado de un sueño húmedo mientras abres tus muslos, buscando algún tipo de alivio de la sensación incómoda; puede ver tus bragas blancas, encaje delicado a lo largo de los bordes y un lindo lazo justo debajo de tu ombligo.
"Has hecho un maldito desastre," su tono es molesto, los hombros tensos mientras te mira con sus ojos de cachorro, los labios hinchados formando nuevamente un mohín.
Esto ha sido tortura: semanas de tutoría, lidiando con los pucheros y lamentos inocentes, suplicándole que simplemente mintiera al profesor Snape por ti. Juegos de encendido y apagado, que él sabe que definitivamente está ganando, porque prácticamente estabas rogando por su polla hace quince días. Ha pensado en ti muchas veces: pensado en golpear a los tipos que hablan de ti.
