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Desperté con insufrible dolor de espalda como era de esperarse; y si de por si mi cuerpo que parecía tener 60 años no fuera suficiente, Quirón nos hizo saber que teníamos que cazar y cosechar la comida. Afortunadamente yo si podía crear comida sin necesidad de cosechar, pero lo difícil era cazar una ardilla con un arco, ni siquiera era capaz de pensar en matar un ser vivo.

No comí nada de carne, claro, y no pensaba hacerlo. Podría sobrevivir de plantas, estaba seguro.

Después del pedazo de desayuno que tuvimos, Quiron nos pidió que fuéramos a tomar un baño en el lago, era bastante obvio que estábamos muy sucios y honestamente noté que cada que pasábamos a un lado de él se tapaba la nariz. A Nikoles y a mi nos mandó a dónde estaba la cascada y a Atelea la mando del otro lado por el riachuelo; estaba enfocado en separarnos así.

—Tomen esto y anden, que huelen a Minotauro. Tienen quince minutos, dense prisa.

Quirón nos entregó una mezcla de hierbas con aceite de oliva en una cáscara de coco antes de dejarnos ahí para tomar un baño, yo me quedé viendo el color curioso de la mezcolanza que nos había dado pero olía bien, por lo menos.

—Bueno… ¿Tu primero o yo?—pregunté con incomodidad.

—Tu solo vete para allá y no veas.—me indicó Nikoles señalando hacia la izquierda, yo alcé los hombros y le hice caso.

Me fui hacia el lado opuesto a él y dejé el coco sobre una roca, con algo de pena me quite la camisa y dudé en sacarme los pantalones pero solo lancé un suspiro grande y lo hice; entré al agua e inmediatamente tuve un sentimiento de calma, estaba algo fría pero era soportable, mientras más me adentraba me acostumbraba más a la temperatura y finalmente pude sumergirme con una mano fuera que sostenía el coco. Salí del agua dando una bocanada de aire y de inmediato una sonrisa se formó en mis labios, me había refrescado de inmediato y mis músculos agradecieron la distensión.

Deje la mescolanza en una esquina del lago y nuevamente me sumergí, nadé hasta tocar el fondo y me quedé viendo por un rato a los peces que pasaban ocasionalmente por mis costados, tomé unas cuantas rocas del lago y cuando salí, tire cada una de ellas esperando a que rebotaran en la superficie, cosa que hicieron. Cuando asomé mi cabeza por sobre unas rocas pude tener una vista más linda del bosque, los árboles impedían en paso de la luz del sol pero dejaban escapar unos reflejos de ella, a lo lejos podía oír las olas romper contra la costa e incluso el aire que respiraba era algo salado. Era más hermoso de día que de noche, eso era seguro.

—¡Persedes!—volteé rápidamente y me topé con Nikoles, quien tenía los brazos cruzados y me observaba con algo de vergüenza.—¡Trae el maldito jabón!

Caí en cuenta de ese detalle y tomé rápidamente el envase para ir a él, avancé lo más rápido que pude en el agua y luego le entregué el envase; mientras él tomaba algo de la mezcla con sus manos yo fijé mi vista en las cicatrices de su abdomen, aún me causaban desconcierto.

—¿Te gusta ver o qué? Ni siquiera disimulas.—quejó Nikoles cuando me entrego de nuevo el envase y se empezó a frotar la mezcla en el cabello la cuál hizo espuma casi enseguida.

—Disculpa.—dije volviendo la vista arriba.—Pero si te hace sentir mejor mira esto.

Me puse de puntitas y le mostré uno de mis costados, tenía una quemadura a lo largo de la zona lumbar derecha.

—¿Eso que es?—cuestionó interesado al momento que se acercaba a la herida y la analizaba aún con el cabello enjabonado.

—Una vez comí menta…—Nikoles frunció el gesto.—Es que con eso de que mi mamá convirtió a la ninfa Minthe en una planta de menta, cada vez que como algo con eso… Pues me sofocó y la piel me hace erosión, solo que se queda así.

Persedes y el torneo de dioses Where stories live. Discover now