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Seguramente podrían llegar a preguntarse ¿cómo será la casa de Ares? Pues digamos que podría ser tal vez un poco más grande que el palacio de Buckingham; de humilde no tenía absolutamente nada. Realmente me quedé con la boca abierta al ver el tamaño de ese lugar, fácilmente un pueblo podría vivir allá adentro.

—Cierra la boca o tragaras una mosca. —Eros me saco de mis claros pensamientos de asombro, seguramente mi rostro denotaba bastante la impresión que me había dado el tamaño de su casa. —¿Qué? ¿nunca habías visto una casa?

—Eso no es una casa, es un palacio al cuadrado. —quejé.

Eros dejo salir una risilla burlona.

—Nerd.

Puse mal gesto al oírlo, apenas llevaba horas con él y ya quería sacarle un cacho de rizos de la cabeza. No solía tener mucha paciencia con la gente, ni conmigo mismo lo era; me desesperó tan rápido que suelo tener gran ansiedad a situaciones que me acaban la paciencia, por ejemplo: Eros. Gracias a su molesta presencia terminé por morderme la boca por dentro, de cierta manera aligera mis nervios.

Alguno de los gemelos me lanzó mis maletas, y yo las sostuve con dificultad mientras plantaba bien los pies en el suelo y maldecía por mi escuálido cuerpo.

—Hijo, ten más cuidado, lo matarás antes de que toque una espada. —oí de una voz sumamente masculina, con las cejas fruncidas intenté visualizar entre mis maletas, pero no lograba ni siquiera ver bien a la casa. —Déjame ayudarte con eso, disculpa a mis hijos, son algo impulsivos.

Una maleta fue retirada de mis brazos y por fin pude ver a la persona que me estaba hablando, de inmediato entreabrí los labios al verlo; cabello rubio cenizo perfectamente peinado, pupilas tan rojas como la sangre, los ojos de cazador más intensos que he visto y cicatrices por todo el rostro.

—Ares. —balbucee asombrado ante su presencia, él solo me ofreció una sonrisa y tomó otra maleta de mis brazos.

—Persedes. —me llamó él devuelta. —Eres igual a tu padre, pero tienes el cabello de tu madre.

Tomé una leve sonrisa ante ese comentario, a diferencia de los de Eros, había sido bastante agradable oír eso.

—Vamos, pasa. —me pidió el, extendiendo un brazo para darme un empujón para que caminara a su casa. —Tengo unas cuantas personas que quiero presentarte.

A partir de ese punto, ya no me sentí tan tensó. Pensé seriamente que Ares era una persona seria y de carácter fuerte, pero aparentaba ser todo lo opuesto; al verlo caminado a mi lado, casi me le quedó viendo para siempre, era difícil apartarle la mirada.

—¡Fobos! —exclamó Ares mientras metía las maletas en la casa y las dejaba en la entrada, observó desde su posición a sus gemelos fuera de la casa.

—¿Si, padre? —dijeron ambos hermanos a la vez, su padre rápidamente se pasó los dedos por el puente de la nariz y negó con la cabeza con molestia.

—No me importa cuál de los dos sea quien, al cabo jamás me lo dirían. —murmuró. —¡Ambos!¡Vayan por su hermano!

Ambos gemelos acataron la orden sin chistar, a la par se subieron al auto y arrancaron de tal manera que pudieron haberse estrellado fácilmente con cualquier cosa. Esos dos eran muy caóticos.

—¿Ya lo oliste? Huele curioso. —cambie mi gesto nuevamente al oír la voz de Eros decirle eso a Ares.

—Eros ya te dije que es de mala educación andar oliendo a la gente. —regaño el mayor, quien luego volteó hacia mí con una sonrisa apenada. —De verdad lo siento, parece que cada año tienen menos modales.

Persedes y el torneo de dioses Where stories live. Discover now