Capítulo 10: Surpassing

833 107 3
                                    

Durante noviembre y diciembre, Sirius se ocupó de su nuevo trabajo en San Mungo. Tomó el té con Narcissa varias veces y envió cartas a Harry con regularidad.

Como ya era hora de hacerlo, también envió una larga carta a Andrómeda. Le contó su versión de la historia sobre lo ocurrido en Halloween diez años atrás y por qué había desaparecido del mundo mágico. Se disculpó profusamente por haberla dejado fuera de su vida durante tanto tiempo y expresó su interés por volver a verla a ella y a su familia.

La respuesta de Andrómeda, cuando llegó, fue mucho más breve que la carta de Sirius. Lo invitó a almorzar en el callejón Diagon al día siguiente. Sirius respondió con una aceptación igual de breve, y luego se puso a pensar en qué ponerse.

La última vez que había visto a Andrómeda fue en el funeral de su padre. Su hija era muy pequeña, tendría unos cinco años, y su marido no había asistido. Sirius apenas recordaba ni a la niña ni al marido, pues sólo los había visto un puñado de veces. Pero si Sirius no recordaba mal, la madre de Sirius le había dado a Andrómeda un trato silencioso durante todo el funeral, incluso cuando Andrómeda se le acercó para darle el pésame.

Sirius había estado demasiado enfrascado en su propia disputa con su madre como para prestarle mucha atención a Andrómeda, lo que supuso, pensándolo bien, demostraba lo egoísta y testarudo que Sirius había sido con todo en aquel entonces.

En otras palabras, Sirius no tenía ni la más remota idea de si Andrómeda llevaría túnica o vaqueros a aquella comida. Finalmente, decidió que quería llevar túnica, y así lo haría.

Cuando Sirius se presentó en el restaurante del callejón Diagon y encontró a Andrómeda, ésta no llevaba vaqueros ni túnica. Llevaba una blusa profesional y unos bonitos pantalones. Llevaba el pelo recogido en un moño severo y su expresión era altiva.

-Prima-, la saludó Sirius afectuosamente. Se inclinó hacia ella y le besó la mejilla, que ella aceptó sin hacer ningún comentario. -Gracias por recibirme-.

Cuando Sirius se apartó, Andrómeda lo miraba con los ojos entrecerrados. Tenía unos rasgos naturalmente reprimidos pestañas pobladas, pómulos prominentes y ojos muy oscuros. En los días anteriores a que se casara con Ted Tonks y dejara de hablar con el resto de la familia Black, Sirius la recordaba juguetona y bromista; desde luego, no tan severa. Supuso que todo lo que había pasado con la guerra debía haberla cambiado, y Sirius se lo había perdido, envuelto en sus propias causas y amigos y distracciones.

-Me sorprendió saber de ti-, dijo finalmente. Señaló una mesa y Sirius la siguió para sentarse. Inmediatamente alguien se acercó a entregarles un par de menús. -Había pasado tanto tiempo que supuse que habías... tomado partido-.

-Sabías que me escapé de mis padres cuando tenía dieciséis años-, dijo Sirius. -¿Cómo pudiste pensar que me había puesto del lado de alguno de ellos contra ti?-.

Andrómeda seguía observándolo fríamente. -No supe por qué desapareciste de mí durante diez años. Y luego hiciste unas... declaraciones antimuggles que salieron en el periódico-.

-Oh-, dijo Sirius, repentinamente incómodo. Debería haber sabido que eso acabaría volviéndose en su contra. -No, es... bueno, sé que queda mal, pero...-

Sirius se interrumpió. Andrómeda enarcó una ceja, sin hacer ningún movimiento para ayudarle.

-Lo que no he dicho-, intentó decir Sirius, bastante confuso, -es que Severus y yo le quitamos a Harry a sus tíos porque abusaban de él-.

Andrómeda frunció el ceño.

-Era mi ahijado-, dijo Sirius. -El bebé de mi mejor amigo. No podía... ¡lo tenían en un armario, Andrómeda!-.

NOT BRIGHT OR NOBLE, BUT ALMOST SUBLIMEWhere stories live. Discover now