Epílogo: Dios se ha ido de tu lado

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La primera vez que la vi tenía la espalda desnuda presionada contra la misma puerta hacia la que ahora la empujo

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La primera vez que la vi tenía la espalda desnuda presionada contra la misma puerta hacia la que ahora la empujo. Mis manos recorren su cintura mientras devoro su boca como he querido hacerlo desde el primer día.

Sus pechos, suaves y cálidos, se aplastan contra mi torso cuando enreda sus dedos en mi cabello para tirar de él. Quiero sentirla piel a piel, así que alzo los brazos para tomar la parte trasera de la camisa y quitármela. Virginity se recuesta contra la puerta y deja vagar sus ojos por cada músculo mientras me hinco en una rodilla. Le desabrocho y quito las sandalias, luego poso las manos en su espalda y bajo hasta que encuentro la cremallera de la falda.

Nos miramos a los ojos mientras tiro del cierre. Arrastro la prenda unos centímetros y beso su vientre; un poco más y beso su cadera. La oigo retener la respiración cuando mi aliento acaricia el delgado encaje de su ropa interior. Juro que tiembla cuando deposito un último beso ahí.

Parece irreal que esté tan cerca de tenerla desnuda entre mis brazos cuando eso es todo con lo que he fantaseado hace meses.

—Ya que criticaste mi higiene, te mostraré que estás equivocada. —Al levantarme la lanzo sobre mi hombro.

—Exacto, critiqué la tuya. —Oigo la sonrisa en su voz y abro la llave de la ducha—. No la mía. ¡Tendrías que higienizarte solo!

Le doy una nalgada por contestona y chilla mientras el agua le salpica los pies descalzos. Cuando el vapor comienza a desdibujar las líneas de los azulejos, la bajo. Su cuerpo desnudo resbala sobre el mío de una forma que se acerca mucho a la tortura. Se separa hasta quedar bajo la regadera y yo, que todavía me mantengo fuera, me quito el cinturón.

O eso intento, porque sus manos cubren las mías para detenerme.

Lo desabrocha sin apartar la mirada, pero no soy tan fuerte para sostenérsela cuando está de pie semidesnuda y empapada frente a mí. Los mechones húmedos enmarcan ese rostro hermoso y las gotas resbalan sus carnosos labios entreabiertos, recorriendo el delicado cuello donde quiero enterrar mi cara y un par de pechos en los que…

Definitivamente también quiero enterrar mi cara.

Ahueco sus mejillas mientras baja la cremallera de mis pantalones. Sin resistir más, saboreo la cereza en su boca y con la mano libre empujo mis pantalones hasta liberarme de ellos. Entro a la ducha con urgencia, porque la quiero tan cerca como nunca pude tenerla. Sus uñas arañan mi espalda cuando la empujo contra la pared y mis pulgares se enganchan en las tiras de encaje de su ropa interior, pero no me atrevo a deshacerme de ellas porque echo un vistazo hacia abajo y se me escapa una media sonrisa.

—Creo que no eres la verdadera Ariel.

El tinte de su cabello colorea el agua que se drena a nuestros pies de color rojo. Como dijo, parece la escena de un crimen o que está en esos días donde el útero de las mujeres se autoapuñala cuando no consigue un bebé.

VirginityWhere stories live. Discover now