3-. Renuncia.

2K 255 10
                                    

No me di ninguna prisa en volver a casa, demasiado ensimismado en mis pensamientos.
No sabía que hacer. Quería tanto ayudar a Sung Kyu y a Sung Jong, pero fuera de intentar hablar con Woo Hyun y L no se me ocurría que más podía hacer.
Claro que también estaba ese otro asunto. Hoya. La máquina de baile de Infinite.
No iba a engañarme a mi mismo diciendo que no me importaba su rechazo. No iba a mentirme diciendo que estaba bien. No lo estaba. Pero era parte de mi estar siempre sonriente, era natural para mi estar alegre. Y sin embargo esos últimos días sentía que cada sensación había sido falsa. Como si realmente hubiese perdido la capacidad de sentir alegría, pero no de aparentarla.
Y tenia que pasar por todo ello solo. Lo sabía. ¿Como podría a alguien hablarle de eso? Sobre todo cuando mi mas grande confidente no quería ni verme.
Me había arrepentido un par de veces de haberle contado a Hoya lo que sentía, porque mas que nunca sentía que había perdido algo. Y a veces no me arrepentía en absoluto, convencido de que lo mejor en el mundo era la sinceridad. Y no sólo con los demás, sino también con uno mismo.
Al volver a nuestro departamento compartido me encontré a Sung Kyu solo en la sala, cambiando los canales del televisor sin mucho interés.
—Ya llegué —anuncié —te he traído un té de hierbas.
El líder hizo una mueca, pero lo aceptó.
—¿Y Sung Jongie?
—Fue a preparar su equipaje.
Me respondió dándole un pequeño sorbo al té, aunque hacía rato que éste había dejado de estar caliente.
Creo que realmente no pensaba que el mayor lo necesitará, simplemente quería una excusa para salir a tomar un poco de aire fresco. En ese departamento se respiraba demasiada depresión.
—¿Su equipaje?
Me interesé entonces en sus palabras.
—Si. Lo invité al spa conmigo.
—Que gran idea. Así no se quedará aquí solo.
—Claro que es una gran idea —respondió con arrogancia mientras apagaba el televisor —yo la he pensado.
Le sonreí, mostrándome de acuerdo. Provocar la furia de Sung Kyu no era la cosa mas inteligente que uno podía hacer. Y como el líder no estaba en su mejor momento esa furia se multiplicaría por mil. O incluso diez mil.
Tomé asiento en el sofá, intentando no mostrar mi ansiedad. La verdad era que no pensaba salir de casa aquel fin de semana. Sabía que Hoya tampoco lo haría y si todos los demás se marchaban nos quedaríamos solos. Yo deseaba arreglar las cosas con él. Quería recuperar a mi mejor amigo.
—Estoy listo.
Anunció el menor del grupo arrastrando su maleta rosada detrás de él. Había sido L quien le había regalado esa maleta. Pensé en que era una mala opción llevarla. De esa forma no dejaría de pensar en el visual ni un solo momento.
—Ya era hora. Si perdemos la reservación lo pagarás.
Gruñó Sung Kyu, mirando el reloj de su muñeca con irritación. Sung Jong se limito a encogerse de hombros por toda respuesta.
Ambos se dirigieron a la puerta.
—¿A qué hora te irás?
Quiso saber el mayor antes de irse.
—En un rato.
—Procura llegar temprano el domingo.
—Llegaré incluso antes que ustedes.
Repliqué.
—Eso lo veremos.
—¿Apostamos?
Sung Kyu esbozó una sonrisa.
—Si gano me compraras café por dos semanas.
—Vale, pero si yo gano tendrás que llevarme a mi a un spa la próxima vez.
—Hecho.
Nos dimos la mano. Esa era una apuesta que yo ganaría.
—Vámonos ya.
Le apuró Sung Jong y ambos se marcharon. El departamento quedó sumido en el silencio.
Mi sonrisa fue desapareciendo lentamente antes de que el llanto se apoderara de mi. Oculté el rostro entre mis manos, intentando ser fuerte. Tenía que soportarlo. De todos era el más feliz, el más alegre. No podía dejarme caer. Ni siquiera por lo solo que estaba.
Media hora después Hoya volvió. Tal y como Sung Jong había dicho, no llevaba comida para nadie. Al parecer había ido a comer el solo. Pero, ¿realmente había ido el solo? No era algo que pudiera preguntarle. Ya no.
—¿Y los demás?
Se extrañó al verme ahí solo, sentado en el sofá y con los ojos hinchados.
—Se han ido.
—Vaya con estos tipos.
Dijo entre dientes y nos miramos. No paso un segundo antes de que este apartara la vista.
Solté un suspiro y me levante.
—Hoya...
—¿Sabes qué? Creo que iré al cine. Hay una película muy buena en exhibición.
Se dio la vuelta para salir de nuevo.
—Por favor, olvida todo lo que te dije —apunté con rapidez —nunca quise ofenderte.
Se detuvo, con una mano en el picaporte.
—¿Te desdices de lo que dijiste?
Inquirió en voz baja, aunque sin mirarme.
—No. Te pido que lo olvides si tanto lo odias, pero no lo desdigo. Yo te amo, Hoya.
Mi voz salió un poco chillona en la última frase. Hoya contrajo los puños y se volvió.
—Dong Woo, yo realmente no...
—Lo sé. Por eso te digo que lo olvides.
Le sonreí con tristeza, con el corazón roto. Quería llorar de nuevo, pero me encargaria de no hacerlo hasta que Hoya se hubiese ido.
Él abrió la boca, como si dudara entre decir algo o no, pero no llegó a articular palabra alguna. La puerta se abrió detrás de él y por ella entraron Sung Yeol y L.
Hoya reaccionó al momento y se colgó del brazo del mas alto.
—Yeol, vayamos al cine.
—¿Que? ¿Por qué yo?
—Te gustará lo que veremos. No es de terror.
Y sin que Sung Yeol pudiese negarse, Hoya se lo llevó. Los observé en silencio. Ya no importaba. Yo renunciaba oficialmente al bailarín.

Quédate a mi lado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora