⛈️​⚔️​CAPÍTULO 8 - LA VÍSPERA DE LA TORMENTA⛈️​⚔️​

13 5 25
                                    

Narcís Dragomir contemplaba la isla del Trébol Roto desde la cubierta de uno de los barcos de apoyo del ejército humano del rey Saxos III Campbell

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Narcís Dragomir contemplaba la isla del Trébol Roto desde la cubierta de uno de los barcos de apoyo del ejército humano del rey Saxos III Campbell. Él iba en un buque de guerra de varios pisos con cañones de babor y estribor. Parecía una fortaleza infranqueable de madera y acero. Por supuesto, su comandante Harry MacLeod iba acompañándolo con su porte de absurda arrogancia.

El vampiro llevaba puesta una capucha y tenía las manos metidas en los bolsillos del chaquetón. Pensaba que su sobrina debía estar ya en tierra, si no hundida en lo más profundo de los océanos por la furia del Fantasma de las Mareas.

En realidad, el velero de Tatiana se aproximaba por uno de los flancos alejados del bloque central de la flota tras un descanso puntual en la isla de Fargar. Pronto coincidirían, justo cuando diera comienzo la batalla.

Un par de gotas cayeron sobre la indumentaria del hombre. Él alzó la mirada, contemplando un ciclón de nubarrones negros que empezaba a formar una tormenta. Los cielos cargaron con sus tridentes de luz y sus estruendos se escucharon hasta retumbar en la madera crujiente del navío.

Observando la escena, pensó en la conversación que había tenido con el rey Saxos III la noche anterior.

—La única resistencia con la que nos toparemos será el barco de ese supuesto fantasma —rio el caballero de la peluca pelirroja mientras Narcís plantaba sus manos sobre el escritorio—. Si fragmentamos la armada en tres bloques, no tendrá forma de impedirnos el paso, por muy etéreas que sean sus manos.

—No tenéis ni un cuarto de la experiencia que poseo yo, Alteza. Os ruego que llevéis cuidado con lo que decís —replicó el vampiro ante las miradas del resto de soldados. Fruncían el ceño, mantenían poses defensivas contra él sin acercarse—. Puede que no hayáis visto la magnitud de su fuerza, pero yo sí. Debemos ser precavidos y aceptar que dos tercios del ejército acabarán bajo el agua si queremos llegar a la sirena.

—¿Cuestionas mi liderazgo? —Saxos se puso en pie con el mentón alzado.

—Cuestiono vuestro juicio. Ser aliados no implica que deba mentiros, Su Majestad.

Harry agitó su coleta castaña, cargando el tricornio bajo el brazo. Vestía con un uniforme sin abotonar de un verde bosque y sus labios gruesos mostraban inquietud por las palabras del hermano de Bogdan.

—Alteza, es evidente que nuestro aliado e invitado está demasiado anciano para discernir entre cuentos de fantasmas y realidad. Dejad que hable cuanto quiera —intervino el mozo, sonriente.

Narcís elevó una sonrisa. Si querían jugar, que así fuera. No tenía intención de caer con el barco. Ni era capitán ni lo sería en el futuro. Su lealtad quedaba reservada a la sirena. Desde que habló con Agunar en las mazmorras y le relató historias de la reina de los mares, supo que debía ser su amor inmortal. Su misión era rescatarla.

—¿Quién de los presentes conoce la leyenda del Fantasma de las Mareas? —El vampiro se dirigió a los oficiales de la marina—. ¿A alguno lo mecieron de niño al son de cuentos de terror de hombres muertos?

El silencio era palpable en el ambiente. La mayoría permanecía con la vista al frente, aunque los altos cargos estaban cabizbajos. Solo el rey y su fiel comandante lo escuchaban con los labios sellados.

—Dicen que era un pirata que sufrió una terrible maldición de las entrañas de la isla. Usa una botella de ron con la que absorbe las almas de sus víctimas y las obliga a servirle para el resto de la eternidad. —Los señaló uno a uno, sin pestañear—. Si no obedecen, las flagela atadas en el mástil. Cada trueno que oiréis esta noche, será uno de esos latigazos contra la espalda de un espíritu. Y mañana podríais ser uno de vosotros.

—¿Qué crees que estás haciendo? Tu rango y tu posición no te da derecho a infundir pánico entre mis tropas. ¿Es que quieres que te usemos de cebo, ya que tanto conoces de las leyendas? —El rey provocó las carcajadas de sus compañeros más cercanos.

—Será un placer.

El inmortal se relamió y los corazones de aquellos humanos se estremecieron ante la seguridad con la que pronunció aquellas palabras.

Un relámpago captó la atención de Narcís, que seguía embobado contemplando el mar revuelto. El oleaje no permitía observar con detalle la presencia sombría que se movía como una bestia latente bajo la flota.

Dando unos cuantos pasos al frente, el vampiro escaló hasta apoyar un pie en la borda. Se sujetaba a unas cuerdas, atento a la violencia de los océanos con sus gruñidos. Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando vio aparecer la bruma a mitad de camino. Una neblina densa se escampó por la zona en la que se adentraban.

—Capitán, ¿dónde está el rey? —preguntó un tripulante asomado por la borda de estribor. La niebla impedía ver el buque de guerra de Saxos.

Un viejo marinero uniformado le dio un empujón y usó el catalejo. Tras unos segundos inmóvil, tragó saliva. Narcís los observaba saboreando el miedo.

—¡Empezamos el asedio! ¡A vuestros puestos! —vociferó el anciano subiendo unas escalerillas hasta posicionarse frente al timón.

Los humanos crearon un caos desorganizado para preparar los cañones, los cabos, las velas y las armas. Se podía oler la pólvora y el sudor a millas. No estaban preparados para lo que estaba a punto de suceder.

De pronto, un gruñido abismal sonó en la distancia. Podía estar a cien millas o a una, que sonaría con la misma intensidad. Vino seguida de un silencio absoluto. Ni la tempestad pudo igualar la magnitud del aullido.

—¿De qué animal procede eso? —dijo tembloroso uno de los soldados.

Narcís regresó a la cubierta. Lo habían destinado a un barco de novatos para que muriera el primero, pero se negaba a aceptarlo. Nadie más que los vampiros conocían las debilidades de los seres inmortales y malditos.

—¿Es que no escuchabais las historias de vuestros antepasados en la calidez de vuestros lechos? —exclamó con frialdad el hombre, sus ojos ambarinos destelleando—. No será la vejez ni la batalla lo que nos mate. No serán las traiciones ni los venenos ni los accidentes los que nos harán descender al mundo de los muertos. —Desenvainó su espada, alzándola al vuelo. Los tripulantes lo siguieron, incluido el viejo capitán. Un rugido de la naturaleza sacudió los remolinos que empezaban a formarse y a devorar la madera de los barcos—. En este día, solo una nave sobrevivirá a los fantasmas y esa será la nuestra.

Una enorme mandíbula abrió el mar para cerrarse en torno a un barco próximo. De un mordisco, se llevó por delante la construcción entera, hundiéndola en los océanos.

—¡Temed, humanos! —rio a carcajadas Narcís, dispuesto a morir por su sirena—. ¡Temed la ira del Leviatán!

 ¡Temed la ira del Leviatán!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Conteo de palabras: 1109

Total: 16159

Lágrimas de oro carmesí #ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora