Perdóname, Phoebe.

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Su mujer, su manzana.

Restregaba la nariz entre sus rizos, su cara, su cuello. Gruñendo. —Compañera— La Omega soltó un quejido, sus lagrimas le corrían hasta el cuello entonces sintió algo mas que la humedad de su llanto, una lengua. Orón lamia con mucha lentitud su cuello, sus lagrimas—Mía— Era bajo, posesivo y no pudo evitar gemir, sentía la ira a través del vinculo pero también ese reclamo, el deseo de su Alfa por ella. Después de todo ella le pertenecía.

Escucho el sonido de la puerta cerrarse, habían podido sacar a Milo y ahora Orión era solo problema de ella. Era un alivio más.

Estará bien se convenció.

—Orión po-por favor amor regresa a mí— Sintió unas garras tras su cintura y su nuca, apretándola con fuerza hacía él, los ojos antes azules y ahora en una infinitud de negro la miraron directamente y tembló, sus piernas temblaron, su centro tembló.

—Siempre regreso a ti, siempre tú pequeña Luna— aspiro fuertemente, hinchando sus fosas nasales en el proceso, se jactaba del olor de su vinculo— Eres mía, te siento hasta mis huesos. Estas en mi cabeza todo el tiempo Omega, invadiéndome impidiendo que piense y razone— hundió un poco sus garras y Bee gimió con fuerza, sintiendo el ardor, el placer y un poco de su sangre empezar a mojarla —Mataría por ti, viviría por ti Omega

Los filosos caninos brillaron en una sonrisa tenebrosa y por instinto le abrió paso, mostrando su cuello en sumisión —Orión— susurro. este se acerco lentamente, soltando una risotada.

—No Orión, Astra— Hundió los dientes hasta el fondo, y el grito de la Omega lleno la habitación. Podía sentirlo llegar hasta su hueso.

Duele. Duele. Duele.

y Luego placer, un placer tan enorme que tuvo que apretar sus muslos que empezaban a empaparse, su centro palpitaba dolorosamente incluso su jodida entrada se sentía contraerse.

—¡As- Astra!— No había nada de seguridad en sus palabras, pero bajo esa pequeña película de lagrimas arremolinadas en sus ojos pudo notar la sonrisa del mayor.

Adorable pensó Astra, adorable cuando me obedece.

Deslizo su garra por el top, abriendo la tela en el medio de sus pechos, cargándose la prenda y el pequeño sujetador de abajo, sus pechos saltaron, tan redondos y suaves, entonces los dedos traviesos se deslizaron alrededor del pezón, pellizcando y tirando de él.

—Solo yo puedo tenerte Mí Luna— reclamo.

Bee sentía que esto era incorrecto, estar tan mojada bajo esta situación pero otra parte de ella sentía que estar así era para lo que nació, para que su Alfa la poseyera, para que la humedad de sus muslos abrazara la deliciosa polla de Orión.

Las manos del Alfa masajeaban esos pechos con furor arrancando jadeos de la pelirroja, estaba jodidamente obsesionado, con cada pequeño gesto que hacía la mujer, con sus ojos verdes, su cintura, sus caderas, su perfecto trasero, estaba terriblemente perdido y no solo era deseo, no solo era lo dura que se ponía su polla al pensar en su sonrisa o como su pre seminal inundaba sus pantalones cuando esta solo respiraba alrededor, era esa necesidad que tenía de querer verla feliz, de que estuviera salvo, de que la rodearan las cosas mas bonitas del mundo.

El había aprendido a vivir entre sangre, viseras y guerra aún siendo lo único que conocía y para lo que era bueno, quería ofrecerle más, quería que la rodearan todas las cosas buenas que a el mundo podrido todavía le quedaban por ofrecer, quería hacerla feliz que no tuviera que pasar ninguna carencia, incluso tenía las secretas ganas de volver a ser un Alfa de manada, de independizarse y ofrecerle el mundo. De armar algo que ya hace mucho era polvo de olvido.

Un zorro para un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora