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Miré fijamente cómo Sarocha cortaba con las tijeras aquel trozo de cinta americana y me la ofrecía. La atrapé con cuidado en mis dedos, exáminandola con detenimiento, luego la miré a los ojos y me sonrió

- Vamos... Hazlo. Quiero saber qué se siente, puede que te logre entender un poco más y así. hacer algo. No sé el qué, pero algo se nos ocurrirá, no? -asentí, algo tímida, terminando por colocarle con cuidado la cinta sobre sus labios.

Sarocha se la acabó de pegar con sus manos y, entonces, cuando estuvo bien enganchada, me miró con una media sonrisa en su rostro. No podía ver su boca, pero sí sus ojos medio cerrados.

Hizo señas como que tenía un pincel en sus manos y señaló mi estudio.

Al ver que yo no la entendia (en realidad sí lo hacía, pero era divertido verla así), comenzó a berrear cosas que me provocaron una pequeña sonrisa.

- Mh, mmmmmmh, mh. Mh, MMH. -señaló con más insistencia mi estudio y yo con una sonrisa puse el dedo índice donde suponía que debían estar sus labios. Me llevé una sorpresa al tener ese contacto tan inmediato con ella casi inconscientemente.

Me levanté tan rápido como me di cuenta de aquello, volviendo a buscar las distancias entre nosotras. Disimulé mi pequeño susto haciendo que me dirigía en realidad al estudio y lo abrí, dejando que Sarocha entrara detrás mío. Agarré una de las muchas batas llenas de pintura que tenía colgadas en el perchero y... Me di cuenta de que Sarocha estaba dirigiendo una mirada por todo mi cuerpo, y cuando reparó en que yo la había descubierto sus mejillas se tornaron de un color rojizo. ¿Qué miraba? Uh, seguro que se trataba de la bata... ¡No era mi culpa de que la pintura se esparciera con tanta facilidad sobre aquella tela!

Sarocha también se colocó una de las batas y, cuando cogí un pincel, quise hacer lo mismo, pero tan solo le aparté la mano con el ceño fruncido. Abrí un cajón del escritorio que tenía para cuando Richie quería dibujar conmigo, no quería que estropeara mis mejores pinceles si no sabía ni cómo utilizarlos.

Cuando me encontraba preparando los colores primarios en mi paleta de colores, me di cuenta de que Sarocha estaba colocando un nuevo lienzo blanco sobre el caballete, ajustándolo. Una de mis cejas se alzó, puesto que no sabía realmente qué pretendía conseguir con todo esto. Intenté recordar las palabras que Nun siempre repetía

"déjate llevar".

Sarocha se acercó a mí, atrapando con sus manos la paleta de colores primarios que había preparado. Miré la cinta que seguía llevando en sus labios y no pude evitar reír suavemente, era gracioso, pero en realidad que estuviéramos en ese cómodo silencio me transmitía felicidad de algun modo.

Al salir de mis pensamientos, encontré a la tailandesa escribiendo con el color azul algo en la parte superior del lienzo. "Miedos".

Después me miró y me ofreció la paleta para que la sostuviera. Así lo hice y ella volvió a tomar el pincel, esta vez con color verde: "A perder", escribió. En ese momento entendí lo que quería hacer, así que solo saqué mi pincel del bolsillo de la bata y lo pasé sobre el amarillo, comencé a escribir bajo su miedo con mi horrible letra de niña
pequeña: "A las personas".

Cuando Sarocha leyó que le tenia miedo a las personas, me miró frunciendo el ceño, seguramente no comprendía cómo podía temer a las personas y sin embargo estar con
ella pintando.

Puso su propia mano sobre su pecho y yo asentí, sí, le tenía miedo. Tanto miedo como al otro 100% de las personas que me rodeaban, porque al fin y al cabo todo el mundo acababa alejándose de mi. Tenía miedo a ese sentimiento, el sentimiento de rechazo que provocaba en todos.

CAOS/ FREENBECKY Donde viven las historias. Descúbrelo ahora