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Ni siquiera recordaba qué pasó la noche anterior, solo sé que desperté con un horrible dolor de espalda.

Claro... había dormido en la moqueta del estudio, después de intentar repararlo todo.

Decidí que no iría a visitar a Sarocha aquella noche, no se lo merecía, no se merecía mi atención.

Tuve que levantarme a apagar la alarma de mi teléfono móvil, que estaba en mi habitación antes de que despertara todo el mundo. Hoy, sábado, tocaba ir a la psicóloga. Todos los primeros sábados de cada mes tocaba, así que me preparé después de desayunar, con Richie y mis padres en el coche.

-¿Puede venir Chaeryeon a jugar conmigo esta tarde? -habló mi hermano, mientras yo colocaba un auricular solo en una de mis orejas.

-Richie, debes hacer la tarea y seguro que Becky tiene que estudiar, así que esta tarde no. -la voz de mi madre era firme, sin apartar los ojos de la carretera.

- iMamá! Porfi... -Richie se quitó el cinturón y se colocó entre los asientos, para pegar la cabeza entre mis padres-. Porfaa...

-Richie, ponte el cinturón... -volvió a ordenar mi madre.

- ¡NO! Quiero que venga Chaeryeong... ¿Por qué Irin puede venir cuando quiera y Chaeryeong no? -perfecto, uno de sus berrinches.

-Richie Armstrong! Ha dicho tu madre que te pongas el cinturón. Ahora.

Harta de aquella situación, me coloqué el segundo auricular y subí la música a máximo volumen, para después fijar la mirada a la ventanila.

Ir al psicólogo me ponía nerviosa.

Cuando bajamos del coche, Richie seguía de brazos cruzados y poniendo morritos, mi madre siguió discutiendo con él y yo rodé los ojos.

-Becky, ve entrando... Tu madre y yo luego hablaremos con la psicóloga para ver cómo ha ido. -asentí a mi padre y caminé hacia la puerta de la clínica con la cabeza agachada. Siempre me daba vergüenza entrar allí, aunque llevara 12 años haciéndolo.

- ¡Hey Becky! Otra vez tú por aquí... -me saludó el chico de recepción y yo le miré con una pequeña sonrisa en mis labios-. La doctora Chakimha está esperando, pasa, pasa, pero antes... Toma. - como cada sábado de cada mes, sacó una piruleta con sabor a naranja y me la ofreció. Yo asentí y la guardé en mi bolsillo.

Abrí la puerta, encontrándome con una sonrisa de la mujer que más me conocía en el mundo, la señora Nuntanwan Chakimha.

-Hola, Becky, ¿qué tal estás? Siéntate, pequeña... le sonreí y me senté en el asiento que tenía preparado para mi, para quedar cara a cara frente a su escritorio. Nun era una mujer fantástica, lleva mi caso desde la primera vez que entré aquí.

Miré mis manos, que se movían entre si jugando con el pico de la mesa. No me acostumbraba aun a aquella nueva consulta, que cambiaron hace algunos meses. La remodelaron completamente, en cierta forma ya no me sentía tanto como en casa.

Miré la pared donde antes estaban colgados miles de dibujos de sus pacientes, ahora
era blanca y vacía.

-¿Tu también lo ves muy vacío, verdad? ¿Por qué no me dibujas algo mientras vas relajándote, Becky? -con su mano derecha me pasó un folio blanco y unos retuladores, yo, sonriente, asentí fervorosa de su propuesta, atrapando todo lo que me ofreció.

Estuve concentrada en los dibujos que hacían, aquello con lo que había soñado aquella noche, me acordaba perfectamente y quería plasmarlo en la hoja. Al cabo de una media hora, Nun volvió a hablarme.

- Esto... solo has utilizado el color negro, ¿No te gustan los otros colores? -me miró con una ceja encarada y yo carraspeé. Iba a hablar sobre mi dibujo y necesitaba la voz clara.

CAOS/ FREENBECKY Where stories live. Discover now