Capítulo XI

0 0 0
                                    

La reina se sentía agotada. El viaje había dejado su huella en su cuerpo y su mente. El dolor de cabeza y el cansancio extremo la aquejaban. Katherine, siempre atenta, se ofreció a cuidarla.

—Majestad —dijo Katherine con dulzura—, permítame bañarla y cuidarla. Debe descansar.

La reina asintió, agradecida. Katherine la ayudó a desvestirse, el agua tibia aliviando sus músculos tensos. Le dio de comer en la boca, cada bocado una muestra de lealtad y preocupación.

Los dos días de descanso fueron un bálsamo. La reina se recostó en la cama, las cortinas cerradas. Katherine la vistió con esmero, la tela suave acariciando su piel. Pero la reina no podía evitar las preocupaciones.

—Katherine —dijo la reina, mientras la dama de compañía la ayudaba a peinarse—, debo emprender el viaje nuevamente. Pero me siento cansada y estresada. Hay tantas cosas en juego.

Katherine la miró a los ojos. —Majestad, debe cuidarse. El reino la necesita, pero también necesita una reina fuerte y descansada. ¿Qué le preocupa?

La reina suspiró.

—Las alianzas políticas, los conflictos en las ciudades, las demandas de los súbditos. Y también… también las intrigas en el palacio. ¿Quién dice la verdad? ¿Cecilia o tú?

Katherine bajó la mirada.

—No lo sé, majestad. No continúe con ese tema. Yo solo estoy aquí para servirle como dama —dijo, y se alejo despacio de la reina.

Cuatro meses habían transcurrido desde que la reina emprendió su viaje. El cansancio se había convertido en una compañera constante, pero su determinación seguía intacta. Las ciudades se sucedían, cada una con sus propias demandas y desafíos.

Cecilia, con su sonrisa cautivadora y sus ojos brillantes, a veces cenaba con la reina a solas. La joven había logrado cultivar a la reina, pensó Katherine, pero Katherine no podía evitar sentir celos y odio. Observaba desde la distancia, sus dedos apretando el puño de su espada.

La reina notaba la tensión entre sus damas de compañía. ¿Qué secretos ocultaban? Pero también sentía la atracción y la ambigüedad. ¿Quién decía la verdad? ¿Cecilia o Katherine?

Esa pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza.

La reina entró en la habitación del castillo, su rostro enrojecido por la ira. El viaje había sido agotador, y los problemas en la última ciudad la habían llevado al límite. Katherine, siempre atenta, la siguió de cerca.

—¡Maldición! —exclamó la reina, golpeando la mesa con el puño—. ¿Por qué siempre hay conflictos? ¿Por qué no pueden entender que solo quiero lo mejor para el reino?

Katherine se acercó, su voz suave como un bálsamo.

—Majestad, debe calmarse. El cansancio y la tensión no ayudan. Permítame ayudarla.

La reina se dejó caer en una silla, las lágrimas de frustración amenazando con brotar. Se quitó el velo y Katherine le bio los ojos llorosos. En seguida, agachó la cabeza, no era correcto ver llorar a la reina.

—¿Por qué, Katherine? ¿Por qué siempre tengo que enfrentar problemas? ¿Por qué no puedo descansar un poco?

La dama de compañía le tomó la mano. —Porque es su deber, majestad. Pero también es mi deber cuidar de usted. Permítame bañarla y calmar su mente.

La reina asintió, incapaz de resistirse. Katherine la ayudó a desvestirse, el agua tibia aliviando sus músculos tensos.

—He tomado todo lo que me dice el doctor, y continuo afligida —dijo.
—Si gusta, puedo entrar a la tina con usted y hacerle un masaje, eso la hará sentirse mejor.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Feb 18 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

LA REINA FEAWhere stories live. Discover now