Capítulo IX

1 0 0
                                    

La alcoba de la reina estaba sumida en la penumbra. Las velas parpadeaban, y el aire olía a madera antigua y secretos. Cecilia esperaba con el corazón en un puño. La reina había accedido a mostrarle su rostro, y la joven no podía contener su ansiedad.

La reina se acercó a un espejo tallado en marfil. Sus dedos temblaron al tocar el velo que cubría su rostro. Cecilia apenas respiraba. ¿Qué vería? ¿Qué secretos se revelarían?

Pero antes de que la reina pudiera retirar el velo, la puerta se abrió de golpe. Katherine, la dama de compañía, entró con la respiración agitada. Sus ojos se encontraron con los de la reina, y un destello de celos cruzó su mirada.

—¡Majestad! —exclamó Katherine—. Perdóneme, pero es urgente. El embajador que envío a Ascar ha llegado, y exige audiencia inmediata.

La reina frunció el ceño.

—¿No puede esperar?

Katherine miró a Cecilia, y su expresión se endureció.

—Es un asunto delicado, majestad. El embajador insiste en hablar con usted personalmente.

La reina suspiró y se volvió hacia Cecilia. —Lamento esto, querida.

Cecilia asintió, con el corazón roto.

—Entiendo, majestad.

La reina salió de la alcoba, seguida de cerca por Katherine. Cecilia se quedó sola, con el velo en sus manos. ¿Qué había interrumpido su momento? ¿Qué secretos habría descubierto?

Pero mientras esperaba, escuchó las voces en el pasillo. Katherine hablaba con la reina en voz baja, y Cecilia captó fragmentos de la conversación.

—…no confío en esa mujer, majestad. Es una intrigante, una…

—…no debemos subestimar…

—…su rostro, majestad. Nadie más debería verlo…

Cecilia apretó los puños. Katherine conocía a Cecilia, sabía de su ambición y su desesperación. Y ahora, la dama de compañía también sentía celos. ¿De la cercanía de la reina con Cecilia? ¿De su intención de mostrarle el rostro?

Katherine, con su mirada ardiente y su secreto celoso, había cambiado el rumbo de todo.

—Me metiste —renegó su majestad.
—No, la protegi de esa mujer. Es una puta —la reina abrió los ojos como platos, desconocía esa palabra.
—Qué significa ser una "puta" —preguntó, Kat recordó que la reina era ingenua en muchos aspectos, porque había pasado años encerradas, respiró profundo y con calma respondió.
—Majestad —dijo Katherine, con una mirada inusualmente seria.

La reina la miró con curiosidad.
—¿Qué sucede, Katherine?

La dama de compañía se acercó y susurró:
—Cecilia no es lo que parece. Es una prostituta, una mujer de dudosa moral. Ha estado seduciéndola para obtener beneficios. No confíe en ella.

La reina frunció el ceño.
—Prostituta, ¿dices? No estoy familiarizada con esa palabra tampoco. ¿Qué significa?

Katherine se sorprendió.
—Majestad, es una mujer que vende su cuerpo a cambio de dinero o favores. Cecilia ha estado intentando ganarse su favor para salvar a su familia de la ruina. Es una persona interesada.

—¿Vender su cuerpo? ¿Por qué haría eso? ¿Y qué tiene que ver conmigo?

Katherine eligió sus palabras con cuidado.

—Las mujeres a veces recurren a esa profesión por necesidad o desesperación. Pero, en el caso de Cecilia, parece que busca su favor para obtener beneficios personales. Quiere influir en sus decisiones, majestad.

LA REINA FEAWhere stories live. Discover now