Capítulo 1 - ARSA y taconeo

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El decrépito cartel luminoso de la parada anunciando una pasta de dientes mínimo de los años noventa parpadeó ante sus ojos justo antes de apagarse por lo que imaginaba que sería toda la noche.

Genial.

Maravilloso.

Fantástico.

Esa era, sin duda, la mejor de las primeras impresiones que había tenido sobre un lugar en toda su vida, por supuesto.

Con más sarcasmo que acidez en su propio estómago tras asimilarse abandonada en mitad de aquel camino de campo, se limitó a observar cómo la anciana de antes avanzaba con su paso torpón sin pensárselo dos veces en dirección a las tenues luces del pueblo que se veían más que alejadas desde allí. ¿Quizás el camino se convertía en carretera asfaltada más abajo, un par de kilómetros más allá? ¿Y quién en su sano juicio permitiría que una señora tan mayor caminase sola prácticamente de madrugada por aquel sitio?

Sus cavilaciones se detuvieron de golpe cuando el molesto ruidillo mecánico del portón bajo del bus irrumpió en sus oídos sin aviso previo. Buscó con la mirada su procedencia y, en efecto, encontró al conductor sacando el último bulto de su equipaje del maletero del gran vehículo.

—Aquí la tienes —le indicó alzando la voz. Al parecer, no sabía hablar con un tono normal.

Lena se aproximó rápidamente hasta él para hacerse con su maleta y agradecerle el gesto debidamente:

—Muchas gracias.

—No hay de qué, señorita. Es mi trabajo.

Ella le dedicó una sonrisa por simple cortesía y el hombre se dispuso a darle la espalda, volviendo a subir la escalerilla del autobús con intención de retomar la ruta.

—Disculpe... —la voz de la muchacha interrumpió su avance de manera repentina—. ¿Esa señora que se va sola...?

—Ah, nah. La recogen. Ni te preocupes.

Lena arqueó una ceja, algo confusa.

—Es una vecina del pueblo. La cuidamos entre todos.

La muchacha tuvo que parpadear dos veces ante la escueta explicación. Le pareció más raro de lo normal que intentase restarle importancia al detalle como si nada, pero supuso que ella no era quién para inmiscuirse en los asuntos de la aldea.

—¿Ties' quien te acerque?

—¿Cómo?

—Que si ties' quien te acerque al pueblo, muchacha.

Lena abrió la boca para contestar, comprendiendo a la segunda vez lo que significaba aquella nueva abreviatura que nunca había escuchado antes. Después de todo, haberse criado en la ciudad —y en concreto con los Luthor— tenía su aquel. Y, desde luego, dicho "aquel" implicaba no escuchar ni una sola manera de hablar menos sofisticada de lo que su apellido requería. A decir verdad, su familia era bastante pedante (y tampoco es que ella lo fuera menos).

—Ah, sí —salió al paso rápidamente, intentando simular que simplemente no lo había escuchado bien. Por nada del mundo quería hacer sentir mal al hombre. Si no había entendido aquello de primeras era problema suyo y no de él—. He pedido un taxi.

—¿Un taxi? —el conductor se quitó la gorra con un suspiro y se pasó la mano por el pelo medio cano antes de reajustársela con gesto cansado—. ¿Del pueblo o qué?

—¿Se... supone? —Frunció el ceño, confusa por el tono resignado que parecía haber detectado en su voz.

—Si no viene, insístele. Al Gabriel a veces se le pasan estas cosas —dejó caer, tomando asiento frente al volante de nuevo.

Somos agosto [Supercorp / Karlena]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora