—¿Vamos a entrar, así como así? ¿Será como en Harry Potter, una pared que tenemos que traspasar? ¿Cómo sabremos por dónde tendremos que ir? Imagino que no por la puerta principal, así, a la vista de todo el mundo. Lilia ha hablado de un punto de intercambio, de un punto de intercambio de cosas sobrenaturales. ¿No cantaremos mucho allí dentro? ¿Todos irán vintage? ¿O no? Nit va modernito.

Áleix fingió pestañear aturdido ante tal cantidad de información.

—Áleix ha quedado fuera de combate —ironizó imitando la voz mecánica que imaginaba que sonaba en Pokémon.

—A veces desearía estrangularte.

—Cuánto amor —bromeó—. Vale... buscarle ropa a Lilia me parece bien. Sacar dinero también, pero preferiblemente en una gasolinera para poder comprar algo para amenizar el viaje.

Naia le lanzó una mirada enfurruñada.

—Ibas bien, muy bien. No lo estropees.

—Muy graciosa —Volvió a repetir—. Pero necesitaríamos llenar el depósito.

Inmediatamente Naia dirigió la vista al contador. Áleix tenía razón, en la primera gasolinera que encontrasen tendrían que parar.

—Vale. Continua.

—Pues... tema iglesia... Eh... no sé qué decirte. Podemos parar a preocuparnos por lo que podemos encontrarnos, y que después puede que no ocurra nunca, o podríamos seguir mi método de estudio.

» Llegamos, vemos lo que hay y entonces decidimos.

» Bueno, y no nos olvidemos de llamar a la yaya-Isaac para decirle que hemos llegado.

Naia soltó una carcajada.

—Ahora que lo dices, Isaac me recuerda un poco al viejo ese de Kung Fu Panda. El maestro, todo calladito y lento pero despiadado cuando se lo propone.

—Creo que tendrías que ver la peli de nuevo...

Media hora después por fin se incorporaban a una carretera principal y a partir de entonces no tardaron en encontrar una gasolinera.

—¡Yo entro a comprar! —chilló Naia bajando del coche de un salto.

Áleix le dedicó un ceño fruncido mientras bajaba y se dirigía al surtidor. Naia le abrió la puerta a Lilia.

—Puedes bajar —anunció—. ¡Vamos a hacerte un cambio de look!

La pequeña bruja torció la cabeza en una clara muestra de no haber entendido lo que iban a hacerle. Desde que habían entrado a la autopista su miedo y desconfianza habían aumentado. Una cosa era probar la velocidad de los llamados coches que en nada se parecían a los que había montado tirados por caballos y otra estar rodeada de ellos, así como de otro muchísimo más grandes y terroríficos.

Y en ese momento acababan de parar ante un edificio extraño, lleno de gente extraña y con un olor que le quemaba la nariz. Una parte de ella quería salir a ver y explorar, otra, hacerse una bolita y esconderse taly como había aprendido.

—Vamos a comprarte ropa nueva.

» Para que no parezca sacada de Ana de las Tejas Verdes —añadió para sí misma unos segundos después. Se dio cuenta al decirlo de que físicamente podría haber pasado por un cosplay del personaje: mismo pelo pelirrojo, mismo vestido de época, pálida, delgada... Daba totalmente el pego—. Y vamos también a comprar comida. No sea caso que este se nos muera por el camino.

El chico le sacó la lengua colocando la boca de la manguera en el agujero del depósito.

—Por cierto, entra cuando acabes. Que pagas tu —comentó Naia con una sonrisilla.

Cuando la muerte desaparecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora