—¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?

—Mi nombre es Lilia Alaire.

Francesa. Eso podía explicar la gran cantidad de libros en ese idioma que había en la granja. Pero no explicaba por qué de repente había decidido dejarse ver y ayudarlos.

La posibilidad de que Idara fuera el motivo era notable, pero comentarlo podía ser peligroso. Si no se había enterado de su muerte y ellos se la revelaban podía llegar a culparlos, desaparecer por miedo, negarse a ayudarlos o simplemente necesitar tiempo para llorarla, tuvieran la relación que tuvieran. Por el contrario, también podía ya saberlo y que justamente ese fuera el motivo de revelarse y ayudarlos. 

Descubrirlo era demasiado arriesgado. Aunque una parte de su consciencia le gritaba que estaba mal, tenía que asegurar la ayuda a Elia lo más pronto posible. Y evitar los hospitales parecía cada vez una mejor opción.

Aún así, tampoco podía tomar la alternativa sin comprobar primero si era viable y segura. Y en gran medida, eso pasaba por descubrir por qué Lilia estaba actuando como lo estaba haciendo, qué la había movido a salir a la luz y ofrecerles su ayuda tras semanas escondida.

—¿Por qué nos ayudas?

Isaac notó al instante como aumentaba su timidez. Sus manos se movieron con más nerviosismo.

—Yo... de pequeña los demonios también me hicieron mal. Una bruja salvó mi vida. La chica... sufre. Quiero ayudarla como la ayuda me fue prestada a mí.

¿Sería Idara esa bruja? Parecía una posibilidad factible.

—¿Cómo funciona? ¿Cómo se haría?

—Es también sencillo. Nos unimos con sangre para poder yo vislumbrar sus recuerdos. Entonces los oculto.

—¿Unirnos con sangre? —repitió Naia con escepticismo y respeto a partes iguales. Había estado contemplando a Isaac y Lilia con interés y curiosidad. A la chica como la desconocida que había aparecido de la nada, a Isaac como el misterio andante que era. Siempre lo había encontrado un tanto extraño, pero verlo actuar en una situación extraña de por sí lo hacía todavía más críptico.

—Sí. Su sangre marcará mi cuerpo, mi sangre el suyo. Un solo corte bastará. Es normal para yo entrar en su mente.

—Ya... Muy normal —murmuró Áleix.

—Sí. De esta manera... —empezó a aclarar Lilia.

—Era irónico —le aclaró Naia con una mueca.

La chica asintió con la cabeza.

—¿Cuándo podrías hacerlo? ¿Es rápido? —preguntó Isaac atento a todas sus reacciones.

—No se tarda demasiado. Minutos tal vez horas. Me faltan sin embargo algunos ingredientes.

—¿Ingredientes?

—Sí. Hierbas, polvos... para ayudar al tránsito.

» Hypericum perforatum para aclarar la mente, Urtica dioica para purificar las energías, ceniza de...

—Entiendo —la cortó Isaac. Al menos parecía saber de lo que hablaba, eso o tenía muy buenos dotes para la improvisación—. ¿Dónde lo podemos conseguir?

—Son componentes habituales, sencillos. Los Mercaderes podrán proveerlos.

—¿Y dónde están los Mercaderes estos? —cuestionó Naia. El escepticismo seguía adornando la voz. Asia lo observaba todo desde la distancia, también atenta.

—No lo sé. Deben ser encontrados.

—¿Y cómo...?

—¿Puedo? —lo interrumpió con su vocecilla.

Isaac asintió ligeramente con el ceño fruncido, sin entender a qué se estaba refiriendo. Entonces Lilia empezó a alejarse por el pasillo. Todos se apresuraron a seguirla.

Poco después desplegaba un gran pergamino sobre la mesa. Reveló un mapa fechado del 1776.

—Creo que la geografía ha cambiado un poco desde aquél entonces... —murmuró Áleix. Todos habían rodeado la mesa con expectación solo para que sus ceños se fruncieran al ver el contenido. Si bien las ciudades no habían cambiado de sitio, creciendo exponencialmente durante el proceso, y los ríos y montañas había permanecido impasibles, algunos pueblos habían desaparecido mientras que otros habían surgido donde antes no había habido nada. Las carreteras y caminos antiguos habían sido abandonados mucho tiempo atrás, creándose carreteras y autopistas que unían los núcleos de población de forma más directa y rápida, y centenares de carreteras secundarias y senderos excursionistas.

Se trataba de un mapa que ubicaba pueblos donde ya no los había y ignoraba otros de más recientes, cuyas intrincadas redes de caminos y senderos eran ya inservibles. Pero no mostraba solo una topografía errónea debido al tiempo: por encima ríos y montañas, independiente a las ciudades y sendas, había unas leves líneas azules sin orden aparente.

Isaac resiguió una de ellas con la mirada.

—¿Qué son? —preguntó. Mayoritariamente no respondían al terreno, tampoco unían pueblos o ciudades ni parecían dar respuesta a patrón alguno.

Lilia tardó unos segundos en responder. Examinaba las líneas con atención buscando algo.

—Corrientes telúricas.

» Allí donde haya una confluencia habrá un punto de reunión de Mercaderes.

—¿Y si hubiese una en el mar? —cuestionó Áleix sin saber muy bien el porqué.

La chica no levantó la mirada del mapa. Las líneas habían perdido pigmentación con el tiempo y costaban de reseguir con la mirada.

—Haberlas las hay. Pero no puede haber un mercado en el mar —A Isaac le sorprendió la sinceridad con la que respondió, sin notar la absurdez de la pregunta de Áleix ni tintar su respuesta de condescendencia, sorpresa o cualquier otro sentimiento.

» La mayoría de grandes ciudades fueron erguidas en confluencias. No lo sabían, pero notaban el poder que emanaban —explicó sin prestarles demasiada atención. Su dedo siguió resiguiendo líneas hasta pararse en un punto concreto.

» Es una convergencia menor, pero servirá. Encontraremos allí los elementos.

—Fantástico... —murmuró Isaac arrastrando las palabras. Con la mirada localizó el lugar donde se encontraban y el punto de destino—. Será... Entre ir y volver... día y medio de viaje. Mañana por la noche estaré de nuevo aquí...

—Ni de coña —tajó Naia—. No.

» Primero de todo, no puedes decidir irte tú solo así como así. Segundo, te están buscando a ti. Así que no vas. no te mueves de aquí. Y de paso aprovechas para leer un poco, que te has librado de estos fastidios —añadió señalando con gesto altivo los volúmenes que los rodeaban. Contempló a Isaac con las cejas levantadas, retándolo a contradecirla.

—Me parece una idea estupenda —la apoyó Áleix con una sonrisa traviesa en los labios también contemplando al médium.

Este levantó los brazos en señal de rendición. Habían ganado, tenían razón. 


Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.


Me encantan los capítulos que vienen a continuación. 

Cuando la muerte desaparecióOnde histórias criam vida. Descubra agora