14 de Febrero

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POV Wanda

El viento azota mi rostro con brusquedad al salir del trabajo. Bufo frustrada por el frío y porque con aquel insoportable viento se me revuelve el cabello; y no me queda como a las modelos de marcas famosas, sino más bien como alguien que acaba de huir de una prisión. Así que toda la bella forma que tanto me ha costado mantener para que se vea bonita se ha arruinado en segundos.

Hoy es catorce de febrero, nada más y nada menos que el día de los enamorados, y curiosamente hoy prácticamente todos mis compañeros de trabajo estaban amargados; la tenían tomada contra el mundo y contra mí, vaya.

Al salir del hospital donde trabajo como enfermera reviso mi celular con la esperanza de encontrarme con aquel habitual mensaje de mi novia que me pregunta si ya he salido de trabajar, adornado con un corazón o contándome qué tal le ha ido a ella durante el día haciéndome reír con sus emojis. En contra de lo que pensaba, solo encuentro anuncios por internet de productos rebajados por ser el día de San Valentín. Del mensaje de Natasha, ni rastro.

Ya que ella no me pregunta por ello, le envío un mensaje diciéndole que ya voy para casa. En todo el camino no me responde, por lo que sopeso que se ha quedado dormida; ella ha tenido una ajetreada semana en el bufete de abogados en que se gana el sueldo (un sueldo bien merecido, pues defiende de tal manera que nunca se le puede decir nada porque en la mayoría de los casos ella lleva toda la razón), por lo que debe estar cansada y tal vez aproveche para descansar en su día libre, que se lo ha pedido. Pero es que es un día especial, y no pensé que se quedaría durmiendo.

Qué asco de día...

Al llegar, aunque mosqueada, no abro la puerta con brusquedad, sino que me adentro con cuidado en el pasillo. En cuanto paso por la puerta y antes de dejar las llaves, veo todo oscuridad de repente y escucho una risita detrás mía. 

- ¿Qué caraj-? - palpo la superficie que tapa mi rostro, y deduzco por el tacto que son manos. Y no las de cualquiera, las de mi novia - Nat, ¡Me has asustado! - le reprocho.

Ella ríe detrás mía y me guía hacia dentro sin soltarme.

- ¿A dónde me llevas? - interrogo entre risas mientras me conduce hacia no sé dónde dando tumbos por lo que supongo es el salón - Suéltame, secuestradora.

- Los secuestradores aprisionan a gente en contra de su voluntad, tú ni siquiera te resistes.

- ¿A dónde me llevas? - repito, intentando reprimir mi risa.

- ¿No confías en mí? - besa mi cabello; ella sabe que es de las cosas que más amo en esta vida, por lo que no logro reprimir la curva en mis labios.

- Por supuesto que sí.

- Entonces déjate llevar.

Tras algunas indicaciones de parte de Natasha y después de haberme golpeado la rodilla con lo que supuse era el pico de la mesilla del salón, de repente frenamos, pero sus manos no se apartan de mi rostro.

- ¿Ya llegamos? - insisto, impaciente.

- Sí, pero antes de nada no quiero que me reproches por esto, ¿Sí? Prométemelo.

- Pero... - suspiro - Amor, ¿Qué hiciste esta vez?

- Shhh... Tú prométemelo.

Exhalo antes de contestar; hacer una promesa como esta sin saber qué ocurrirá es arriesgado, indudablemente. Pero, supongo que eso es lo que tiene el amor, ¿No? Hace que enloquezcas, que el resto del mundo desaparezca y solo importe tu otra mitad; hace que accedas a cosas que nunca estarías de acuerdo en hacer, pero que haces por ver al otro individuo feliz. El amor es una droga, quizás la más adictiva, mortal y compleja de todas; peligrosa y sin medio definitivo de desintoxicación, y aún así sigue siendo igual de legal que el tabaco (bueno, depende de qué amor, claro; el nuestro aún es un delito en gran parte del mundo). 

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⏰ Ultimo aggiornamento: Feb 15 ⏰

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