Háblanos Sobre Tu Familia

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Narra Mia:


Inmediatamente después de llegar a la Casa Galliano aquella noche, fui metida en un taburete bajo las suficientes luces brillantes como para sacar unos de rayos x, y al mismo tiempo, una gigante cuchara de madera cubierta de algo verde es empujada a mi cara.

—Joe, estás en medio de mi toma —se queja mamá, saliendo detrás de su cámara para ajustar la lente, mira a mi padre y me lanza una lluvia de besos volados. Su cabello teñido de rojo está mezclado con plata, y lleva unos sucios pantalones de chándal de color rosa y una remera sin mangas negra, así sé que ella está en una fiesta de creatividad.

—Pearl —responde papá—, estás en medio de mi degustación. —Él se vuelve hacia mí y guiña—. ¿Qué te parece el pesto, Mia Moré? ¿Bueno? ¿Malo? ¿Muy salado? ¿Necesita más albahaca?

Resistirse es ciertamente inútil así que tomo la cuchara y pruebo. —Necesita algo de pasta de chile, Jo Jo y un poco de spezia. —Luego limpio mi boca con el delantal de mi padre, peino mi cabello con los dedos y hago una pose para mi mamá, la cual inmortaliza con un par de tomas rápidas.

—¿Qué soy esta vez?

—El rostro del desenfrenado capitalismo —dice—. Voy a imprimirte en un billete de ocho dólares de dos metros. Es para una instalación de la Bolsa de Valores de Nueva York.

Me sorprende que dejaran que mi madre se salga con la suya, pero cuando eres tan famosa como lo es ella, tienes la última palabra. —¿En serio? —Le tomo el pelo—. Eso parece tan tranquilo para ti.

—Bueno... —Desaparece detrás de la cámara otra vez, así que casi no oigo el resto, pero creo que atrapo la palabra "empalar".

Las he tenido peores.

Mirando a la variedad de equipos y el tablero de anuncios de la pared atestado de fotos, pienso en lo que parece ser mi madre, como todos sus proyectos, tan bizarros y etéreos como a veces pueden ser, parecen tan absoluta y perfectamente ella. 

—Oye, mamá —digo—. ¿Cómo hiciste...?

No estoy segura de qué quiero preguntar, exactamente, y siempre se siente como si hiciera trampa, de cualquier modo, al recurrir a mi madre para pedirle un consejo. Como tomar un atajo a través de una propiedad privada. —¿Cómo decidiste, mmm, como sería tu perspectiva artística? Por ejemplo, supongo, ¿ves las cosas tal como las ves?

—Solo me dejo llevar —murmura—. No me aferro tan fuerte como tú.

Trago, decepcionada, y miro más allá, hacia el matorral salpicando las paredes del cañón en nuestro patio trasero.

—¿Dónde está Nana? —pregunto, cambiando de tema—. ¿Cómo está hoy?

—Bien —dice mi madre, pero mi padre se rasca la barba gris de su barbilla y niega. El don especial —y maldición— de mi madre es ver lo que quiere. Es bueno para el arte. No tanto para la vida. 

Suspiro, mirando más allá de mi madre mientras toma algunas fotos más.

Papá cae sobre una silla Eames original, que ellos tratan como un hallazgo de venta de cochera, completamente indiferente al pesto que cae de su cuchara al mullido piso de lino amarillo del estudio de mi mamá. Por suerte, ella tiene el equivalente al daltonismo de Ethan en lo que respecta a las manchas.

Lo cual, por supuesto, me hace pensar en él, en las cosas que supe durante nuestra entrevista mutua. Me enteré de que prácticamente se crió en la bolera de su familia y una vez perdió una puntuación perfecta por un bolo. Aprendí que sus cejas se unen sobre su nariz cuando está sumido en sus pensamientos. Y aprendí —sin que me lo diga— que ama a los niños. Su rostro brilló más que las luces del estudio de mi madre cuando habló sobre ser entrenador de fútbol juvenil.

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⏰ Última actualización: Jun 26, 2015 ⏰

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