¿Perdonas Y Olvidas O Guardas Rencor?

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Narra Mia:


Eso no será un problema.

 Las palabras de Ethan rebotan en mi cerebro maltratado al tiempo que acompañamos a Adam Blackwood por un largo pasillo.

Me quedo atrás, dejando que los dos pasen de largo delante de mí. Las botas de Beth aprietan mis dedos, y tengo que dar seis pasos por cada dos de ellos. Me siento sin ánimos, magullada y no muy segura de qué me molesta más; que esta gran oportunidad se convirtiera en un ring de lucha o que acabo de recibir un golpe al ego de alguien que ni siquiera sé si quiero. 

Eso no será un problema.

Es probable que, si me hubiese levantado en mi propia cama y no curando la resaca de un millón de estrellas de rock, podría haber ignorado esas cinco palabras. Pero continúan punzando en mi interior, como los músculos que olvidas que duelen hasta que te estiras de manera equivocada.

Estoy aquí por el trabajo, me recuerdo. No por el chico. Hace una hora ni siquiera podía recordar su nombre, ¿y ahora hago pucheros porque quiere concentrarse en su trabajo? Es lo mejor. Así es mucho más fácil aplastarlo.

Mmm, quiero decir, ganar esta fantástica oportunidad basándome en mis méritos.

Pedazos de su conversación regresan a mí, mientras nos movemos dentro y fuera de los halos de luz LED: Penetración de mercado, tasa de abandono. Ethan ya tomó la batuta, y aquí estoy, deprimida en el fondo.

¿Esta es la Mia Galliano que va a enfrentarse a este maldito mundo? No, no lo es.

Necesito un plan. Uno que incluya dejar hecho polvo a Ethan. Me preparo y doy unos grandes pasos para alcanzarlos. Acuñándome al lado de Adam, con un golpe de hombro, empujo a Ethan a la pared.

—Ya tengo un centenar de ideas estupendas —le digo a Adam—. ¿Qué tal un enfoque más cinematográfico para su publicidad? Como una narrativa visual que podemos llevar a cabo en todo tipo de plataformas transmedia. ¿Qué te parece?

—Me gusta cómo suena —dice y me da un guiño que relajaría al cabello de Medusa.

Lo sigo, charlando hasta que llegamos a un lugar con un escritorio enorme doble de vidrio orgánico y cromo. Tabletas descansan a cada lado, con teclados inalámbricos y lujosos monitores triples esparcidos en el escritorio. Por supuesto, la chica ñoña en mí, babea ridículamente.

En una larga encimera de concreto, una imponente máquina de café exprés alterna entre silbidos y gorgoteos, y sus cuatro boquillas se hallan cubiertas de espuma. Debajo, las puertas del gabinete están abiertas, y muchos artículos de limpieza y vasos de papel se esparcen hasta el suelo.

Adam mira el área de la cocina y su expresión se oscurece, luego nos hace un gesto hacia los elegantes sillones de cuero blanco que flanquean el escritorio. Los dos vamos al mismo, golpeándonos de forma poco elegante el uno al otro. Pone una mano en mi hombro para evitar que me tambalee y, ese delicioso aroma a playa se hunde en mis entrañas.

Concéntrate, Mia. 

Me relajo y descanso en el gran asiento, cuyas ruedas me mueven rápidamente a dos metros más allá.

—¿Qué es lo primero en la agenda? —pregunta Ethan. Se acomoda en su sillón como si hubiera nacido para él, no obstante, sus piernas son tan largas que sus pulidos zapatos de tacón bajo terminan debajo de mi sitio. Regreso rodando al escritorio, sintiéndome demasiado consciente de cada pedacito de él; su pie derecho cerca del mío. Sus piernas tonificadas y hombros anchos perfectamente revestidos en su traje. Sus ojos azules, curiosos y amistosos, se centran en Adam. Sin ser agresivos. Ni muy entusiastas. Solo profundos y reflexivos, vivos con su deseo de zambullirse en un desafío.

—Hoy quiero que se registren en Boomerang. Necesitan tener la experiencia del cliente para saber cómo venderlo, ¿no? Y lo que hacemos; este sitio de citas, nuestras propiedades de cine y televisión; se trata de aprovechar un cierto espíritu de la época. Si entienden cómo hablar con nuestro público, ustedes tendrán carta blanca. Así que echen un vistazo al lugar, rellenen los perfiles de los miembros, familiarícense con todo. —Cepillando pelusas imaginarias de su manga, dice—: De hecho, quiero que rellenen sus biografías el uno por el otro. Conozcan a su competencia. —Sus astutos ojos van y vienen entre nosotros, y una sonrisa conocedora hace una fugaz aparición—. ¿Bien?

 Ethan asiente y enciende su tableta.

—Genial. 

Me recuesto, pero engancho un dedo en la pata de mi escritorio, así no se moverá de nuevo. 

—Claro —digo, mirando a Ethan—. Eso no será un problema.

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