¿Eres Un Lobo Solitaro, O Viajas En Manada?

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Narra Mía:

El pobre chico —Ethan— luce como si acabara de ordenar una lima de uñas para su ojo. Así que no le gusta pedir favores. Interesante. 

—Sí, no hay problema —le digo. Toma todo mi autocontrol no estirar la mano y tocarlo, enderezar su corbata de dos tonos de rojo o frotar el ligero remolino que se levanta sobre su recta y seria ceja. Moléculas de aire se tensan entre nosotros, centelleando con esa deliciosa energía llena de atracción.

O, bueno, lujuria. 

Hace tanto tiempo que no sentía eso, que me encantaría quedarme allí, anclada en este momento. Pero no tengo tiempo. 

El claxon de un auto resuena, puntualizando mi pensamiento. 

—Supongo que llegó nuestro auto —digo.Se inclina frente a mí para abrir la puerta, y me vuelvo demasiado consciente tanto de su altura —es como quince centímetros más alto que yo, y eso que llevo tacones de diez centímetros— como de su esencia: ahumado y tentador, como una fogata en la playa.

Otro destello viene hacia mí: el interior de un taxi, faroles matizando y revelando su hermoso y serio rostro. Me atrae desde el otro lado del asiento, pasando una de mis piernas sobre las suyas, y jalándome con sus poderosas manos contra mi espalda. Luego, el recuerdo desaparece, dejándome con el pulso acelerado y recordándome que en serio, en serio tengo lugares a los que ir. 

Entro a un estrecho balcón, seguida por él, parpadeando ante la luz cristalina que convierte todo en un verde y dorado brillante. En la calle de abajo, un taxi se escucha a la distancia y me dirijo hacia las escaleras de aluminio, que parecen inseguras. 

Soy consciente que viene detrás de mí. La sensación de su cuerpo es tangible y ligera al mismo tiempo, mientras sus pasos rápidos y certeros sacuden toda la escalera mientras descendemos.

Con la cabeza en el juego, Galliano. Esto se trata de convertirme en quien quiero ser. En terminar mi película. De encontrar mi camino en el negocio por mi propia cuenta. Esto definitivamente no se trata de un tipo, cuyo gran movimiento consiste en esconder mi ropa interior en un dispositivo. 

Me deslizo dentro del auto primero y doy la dirección de las oficinas de Boomerang.

Ethan entra por el otro lado. —Olympic y Avenida de las Estrellas —le dice al conductor—. Probablemente cerca de dónde se dirige ella. 

El conductor pelirrojo se gira y nos lanza una mirada. —Sí, muy cerca.

 Apenas conozco esa parte de la ciudad, pero al menos eso hace más fáciles las cosas.

La camisa de Ethan se remueve a mi alrededor, y la tela del jersey se pega a mis muslos. Esto no es bueno. Quizá aún haya tiempo para reunir mis fuerzas y no entrar luciendo como "La Señorita Pantalones Calientes," como diría Nana. 

Llamo a Skyler, quién parece contestar incluso antes que suene el teléfono. 

—Oh, por Dios. Cuéntamelo todo. Ahora. Mismo.

Supongo que debí haberle notificado a mis compañeras que no iría a casa anoche. Suspirando, digo—: Buenos días para ti también. 

—Al diablo con eso. ¿Qué sucedió? ¿Dónde estás? ¿Fue delicioso? ¿Te...?. 

—Oye, Sky —interrumpo, completamente segura que Ethan puede escuchar cada palabra de lo que dice—. Necesito un favor.

Comprende mi tono de voz de inmediato. —¿Está allí? —pregunta—. ¿Allí mismo, en este momento? ¿No se supone que deberías estar en tu nuevo trabajo? 

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