¿Romper La Regla, O Seguir La Regla?

Start from the beginning
                                    

Esto sería Mia.

Ya me estoy preguntando... no, ya estoy seguro de que ella va a ser una distracción. O una tentación.Mierda. 

Definitivamente será ambas.

Rhett me lleva a una oficina con paredes de cristal. El mobiliario es moderno, pero no frágil ni rígido. Este espacio parece que perteneciera a una persona organizada, elegante y rica. Elegantes sillas de madera, con detalles de cuero negro brillante. Un escritorio que es de una sola pieza gruesa de vidrio, con nada más que un ordenador portátil, un celular, y un pequeño tigre de bronce que descansa sobre su superficie brillante.

Adam Blackwood levanta la vista de su ordenador cuando entramos Rhett y yo. Detrás de él, se ve Los Ángeles, bañada por el sol y bulliciosa. Es un inusual día despejado, y puedes ver todo hasta Santa Monica.

Se pone de pie para rodear su escritorio, y gemelos de plata destellan cuando ofrece su mano. —Ethan. Es bueno verte de de nuevo. Bienvenido a Boomerang.

Adam tiene veintidós años, solo uno más que yo, y ya es presidente de una empresa multimillonaria. Por supuesto, ayuda cuando empiezas tu primera compañía a los quince. Fue a Princeton, evidenciado por el tigre en su escritorio, y Boomerang es la tercera compañía que ha fundado.

Anoche en Duke's, cuando nos reunimos a tomar un trago, parecía como si cada mujer en el lugar orbitara nuestra mesa. Conseguía miradas de vez en cuando, pero nada comparado a lo que experimenté al estar en su compañía.

La cuestión con Adam es que está siempre diez escalones por encima de todo el mundo. Por eso es tan exitoso. Sé que aprenderé demasiado de él.

—Gracias, Adam. Es bueno estar aquí.

Despide a Rhett, que se va con una mirada de pitbull decepcionado, luego hace un gesto a una silla en un área lejos de su escritorio. —Toma asiento, Ethan. 

—Gracias. —Me acomodo en una suave silla de cuero. Una serie de enormes pinturas modernas de las olas del mar se alinean en una de las paredes. Hago una nota mental. Blackwood puede ser de la Ivy League, pero también es un surfista... o un coleccionista de arte.

Pone la cola de su traje hacia atrás en un movimiento que es tan inconsciente como el modo en que hago malabares con un balón de futbol. —¿Cómo estuvo anoche después de mi partida? 

Sonrío, porque una parte de mí quiere decirle la verdad. Bueno, Adam, conocí a la otra pasante, tomé unos chupitos sobre su cuerpo, la llevé a mi casa y probablemente estuve todo el tiempo entre sus muslos. Así que, una muy linda noche, a fin de cuentas.

Me decido por la respuesta más segura. —Genial. Me encontré con mi compañero de cuarto. Celebramos un poco. 

—Bien. Eso es lo que me gusta escuchar. —Sus ojos pasan más allá de mí, y ambos nos ponemos de pie cuando Mia entra con la mujer rubia que vimos más temprano en el pasillo. 

—Buenos días, Cookie —dice Adam.

—Adam, la interna. Interna, Adam. —Le da un empujoncito y luego gira sobre sus tacones de aguja y se va.

La puerta de cristal tiene una de esas bisagras de cierre lento, por lo que oímos y vemos su retiro por lo que parece una eternidad. —Necesito esa presentación, Paolo —dice ella, apretando un dispositivo de oreja que parece estar implantado en su oreja—. Tráemelos en una hora o deportaré tu culo puertorriqueño, y no, no me importa si es imposible. Encontraré una manera y no lo dudes ni por una maldita...

La puerta se cierra, y nos acomodamos, compartiendo un momento de silencio tenso. Por la esquina de mi ojo, veo que Mia está usando ropas nuevas. Quiero ver como luce, pero comprobarla no es una opción ahora. Además, ya sé que se verá bien con cualquier cosa. Se ve muy bien sin nada.

Adam sonríe y cruza las piernas. —Soy muy aficionado del talento y la gente trabajadora, y resulta que Cookie tiene ambas cualidades, al igual que ustedes dos. Se darán cuenta de que entre mi personal, perdonaré excentricidades, siempre y cuando se produzca el trabajo a tiempo y con la mejor calidad; pero sí tengo algunas reglas. —Se tensa un poco y sacudo la cabeza—. Lo siento. Olvidé mis modales. Aún no se han conocido.

Nos presenta y estrechamos las manos, pretendiendo ser extraños que, de ninguna manera, se han visto desnudos hace una hora y diez minutos. No puedo decir si lo vendemos lo suficientemente bien. Adam nos observa con una expresión curiosa, como si supiera algo que nosotros no. O como si supiera algo que sí sabemos y tratamos de esconder. 

—¿Qué decía? —pregunta. 

—Las reglas —digo. 

—Trabajos de la mejor calidad —agrega Mia.

—Sí, gracias. Sé que producirán un buen trabajo, no estarían aquí de no ser así, pero se deben aclarar los términos de la pasantía. Ayudarán en márquetin. Entiendo que ambos tienen diferentes áreas de interés, pero a la marca Boomerang siempre le viene bien una inyección de pensadores frescos y creativos. Y este es el mejor lugar para aprender sobre lo que hacemos. Solo uno de ustedes, el que contribuya más, recibirá la oferta de empleo permanente en el otoño. Demuestren su valía, y ganarán un lugar en uno de los negocios de medios de mayor crecimiento en el mundo, pero quiero ser claro: hay un puesto. Solo se quedará uno de ustedes.

Se detiene, para permitir que lo asimilemos. Y eso pasa. Como agua congelada. Tomé esta pasantía debido a la promesa de un trabajo al final del verano. No para trabajar gratis, solo para terminar con nada.

No puedo permitírmelo. Moriré de hambre si no consigo este trabajo.

Estoy demasiado cerca de ello tal como van las cosas.

Siento los ojos de Mia en mí. Esta chica que apareció en mi vida hace menos de veinticuatro horas. Me acosté con ella. Compartimos un taxi y le di mi camisa para usar. Pero esta nueva situación es un cambio de juego.

Oficialmente, Mia es ahora mi competencia. 

—¿Se entiende? —pregunta él, estrechando los ojos en mí y luego en Mia. 

Asiento. 

Mia dice—: Sí.

—Bien. —Junta las manos—. Ahora, las reglas. En realidad solo hay una. Este empresa contrata a personas que no quieren compromisos entre la compañía. Eso es lo que vendo. Relaciones para personas que buscan un rebote. Y que quieren divertirse, sin ningún enredo emocional. Pero la política de la oficina prohíbe las relaciones y enredos de cualquier tipo. Nunca. —Una vez más, nos mira de uno a otro y sus ojos azules brillan—. ¿He sido claro?

 Esta vez, Mia asiente y yo soy quien responde. 

—Eso no será un problema —digo. 

Necesito este trabajo. Y siempre juego para ganar.

Boomerang  © Where stories live. Discover now