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LAS VACACIONES SIEMPRE fueron una manera propia de torturarse. Su familia no hacia nada, no mostraba signos de preocuparse por él como lo hicieron los Potter y tampoco hacian cosas que lo dejaran llorando en su habitación.
Ahora estaba sentado en un columpio de un parque cerca de la casa de los Lovegood, con su mochila colgando de un hombro y su baúl alado de la base del juego. Habia sido otra pelea con Marlene que colmo su poca paciencia y todo lo que cargaba encima para que escapara de casa.
No quería, realmente podía ser mejor que eso y un simple berrinche. Aún así; recordó lo que Remus alguna vez le dijo de Oliver. Como escapó de casa, harto de su madre y todo lo que pasaba.
Solo necesitaba estar bien.
Marlene habia descubierto sus cicatrices viejas -de febrero- mientras cenaban entre ellos dos. Nunca la habia visto tan molesta y preocupada. Sabía que Marlene expresaba sus emociones con arranques de ira, aún si no es para nada la mejor manera de expresarse ya que solía gritarle. Él tampoco podia opinar sobre que tan buena era su manera de expresarse.
De ser una charla incómoda sobre porque habia recaído y no le habia dicho se convirtió en una pelea a gritos de odio entre ambos hermanos. Todo colapso cuando ella lo volvió a llamar marica mal agradecido y él le dijo perra complacida.
Ninguno dijo más; solo eran gritos que rápidamente llamaron la atención del padre de los chicos. Cuando Ryan McKinnon salió de su estudio para ver que pasaba, Taylor lo empujó por accidente contra la pared mientras subía las escaleras a contrario de su padre, que iba hacia la sala de estar.
El señor McKinnon empezó a hacerle preguntas a su hija, la cual las ignoraba mientras daba vueltas en círculos y soltando insultos hacia su hermano.
Luego de quince minutos en completo silencio la puerta de la habitación de Taylor se abrió para cerrarse bruscamente. Bajó con su baúl golpeando los escalones de las escaleras y su mochila a medio cerrar colgando de su hombro.
── ¿A donde crees que vas? ── Le habló el señor McKinnon a su hijo con firmeza, como si quisiera intimidarlo.
Taylor tomó las llaves de su bolsillo y vaciló con ellas entre sus dedos. Marlene se puso a la par de su padre. Taylor no iba a hacerlo, ¿verdad?
── Lejos de aquí. Lejos de ustedes. Vayanse al carajo. ──
Su mente seguía vagando sola, haciéndolo llegar al parque que habia frente a la casa de los Lovegood.
La brisa fría de noche hacia revolotear su cabello haciendo que pegue contra su frente y cubra parte de su visión por unos momentos antes que se acomodara por su cuenta. Sus brazos sostenían flojamente las cadenas que cargaban el columpio mientras sus piernas colgaban del borde del asiento sin fuerzas por levantarse.
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