¿Has Tenido Alguna Vez Una Aventura De Una Noche?

891 18 3
                                    

Narra Mia:


En el único día más importante de mi vida, despierto pensando: Oh, mierda, ¿dónde están mis bragas?


 Lo pienso porque también despierto en la cama de un extraño, con la endiablada luz color limón de Los Ángeles bisecando mi muslo desnudo y ni un trozo de ropa interior o prenda a la vista. 

Es tan impropio de mí, y aun así, aquí estoy, enredada en unas cálidas sábanas que definitivamente no son mías.

Vagos fragmentos de la noche anterior se meten en mi entumecido cerebro. Recuerdo pasarme por Duke's después de mi entrevista con Adam Blackwood, sintiéndome llena de anticipación y la sensación de que, por fin, conseguí algo. Podría terminar mi película sobre Nana, entregarla y despedirme de la universidad. Y convertiría esta pasantía con una de las compañías de medios más grandes del país en una auténtica carrera cinematográfica donde pudiera encontrarme a mí misma, y encontrar mi estilo, no solo los estilos que estuve repitiendo como estúpida durante mis años en la universidad.

Casi recordaba también al tipo. De hombros anchos, relajado, y esa sensación de calor y oportunidad. Pero eso es todo. Ningún rostro. Ni nombre. Ninguna idea de cómo esto —este pequeño milagro de auténtico sexo— sucedió.

Lamentablemente, este misterio tendrá que permanecer sin resolver. Tengo que irme.

Lucho por levantarme, sacando cautelosamente los mechones de mi cabello rizado de debajo del hombro —tonificado y bien bronceado— de mi nuevo amigo. Mi cabeza se siente como el interior de una licuadora, y el sabor en mi boca sugiere que algo se arrastró allí dentro y murió. 

Balanceando mis pies desnudos sobre el piso frío de concreto, me levanto, alejando las náuseas que amenazan con apoderarse de mi cuerpo.

Muchas gracias, Patron Silver.

Bordeo la cama para ver si tendré más suerte al encontrar mi ropa interior —o, en realidad, cualquier prenda de ropa— de este lado del mundo. Y, debo confesar, estoy muriendo por echarle un vistazo.

Mi curiosidad es definitivamente recompensada. Incluso aunque el rostro del tipo está pegado a la almohada, y su corto cabello de color caramelo yace pegado a su cabeza, es más que caliente. Tiene una fuerte y hermosamente esculpida mandíbula con el rastro justo de barba, y el tipo de pestañas oscuras y largas que las chicas necesitan un montón de rímel para conseguir.

Estirado con la más pequeña esquina de la sábana cubriéndolo —lo cual fue mi culpa por acaparar las mantas—, sus pies casi se salen de la cama. Lo que significa que es alto. E incluso durmiendo, su rostro tiene bastante intensidad, como si estuviera soñando con salvar el mundo. Sé que tiene que tener una personalidad increíble o hay cero oportunidades de que hubiera despertado en su cama.

No veo ninguna envoltura de condón, lo que me hace preguntarme qué, exactamente, pasó anoche. Definitivamente no soy imprudente. Por lo que tal vez no pasó nada. Pero, bueno: no tengo bragas.

Mientras lo pienso, mi mirada se desplaza hasta el reloj a un lado de su cama. Los números, 8:02 a.m., se abren paso por la neblina, y la adrenalina fluye por cada una de mis moléculas.

Mi pasantía en Boomerang —la respuesta para convertirme en más que la hija de una famosa fotógrafa, para entrar en mi auténtica vida y preservar la vida de la persona más distinguida en el mundo— comienza en exactamente cincuenta y ocho minutos. Y no tengo idea de dónde estoy o dónde están mis jodidas bragas.

Boomerang  © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora