Elevó las cejas a la espera del motivo de la interrupción de sus sueños.

—Esto... necesito tus manos.

La chica le dedicó un asentimiento adormilado y empezó a salir de la cama con movimientos pesados. Asia se materializó de nuevo delante del libro para dejarle cierta intimidad.

Lo contempló desde todos los ángulos posibles. A pesar de tener las esquinas gastadas, unas páginas amarillentas y una importante capa de polvo en el canto superior se veía bastante bien conservado, pero lo que le estaba carcomiendo la curiosidad era la falta de cualquier tipo de información en él.

No había autor, título o símbolo alguno, cosa que podría ser normal si tuviera algún tipo de decoración, que no era el caso.

Y, además, era pequeño. La mayoría de los tomos que habían estado consultando tenían una medida considerable. Ese no, era pequeño, comedido. Parecía más un cuaderno que un libro un sí. Habían encontrado varios en las estanterías de Idara.

Seguía con el ojo puesto encima de él cuando escuchó las pisadas de Naia detrás suyo. Esta estaba suficientemente dormida para no reparar en la absencia de libros por el suelo. No fue hasta que llegó a la mesa y vio un único volumen que notó que todos ellos estaban perfectamente apilados a un lado.

—¿Cómo...? —Examinó el espacio con curiosidad—. ¿Áleix? ¿Isaac? —Normalmente tenía que pelearse con Áleix para que le ayudara a recogerlos. Que los hubiera ordenado Isaac también parecía improbable.

» ¿Idara? —añadió poco después con escepticismo. Era todavía menos factible que la bruja hubiera ordenado su desorden. Parecía evitar las tareas domésticas tanto como podía, más todavía las de ellos.

Asia se encogió de hombros.

—Áleix está durmiendo, a Idara no la veo desde hace un par de días y a Isaac desde ayer por la tarde.

La chica le quitó hierro con un movimiento de cabeza y tras un bostezo importante abrió el libro. La primera página estaba en blanco.

No le dio importancia, pasó a la siguiente.

Un símbolo desconocido dibujado a tinta ocupaba el centro de la hoja. Había dos líneas paralelas seguido de una especie de curvatura similar a una serpiente. Una tercera línea cruzaba las distintas olas de las vueltas, así como la segunda línea recta. El conjunto formaba la forma de un diamante muy alargado. [Os dejo el símbolo al final del capítulo].

Compartieron una mirada intrigada y Naia volvió a pasar la página.

—¡Está en latín! —se lamentó al ver el texto de letra refinada escrita a mano que lo ocupaba. Cerró el libro con ímpetu—. Primero necesito cafeína. Mucha.

Pero hacer café sin Idara era todo un drama. Tuvo que pelearse para encender un fuego, luego vino esperar a que este tomara suficiente fuerza, que el agua hirviera dentro de la olla maciza y posteriormente agregarle el café molido que había conseguido Idara siguiendo sus instrucciones. Tampoco tenía un colador suficientemente fino, así que se había adueñado de un trozo de tela y salía lo que salía.

Qué práctica que era una cafetera. Y qué rápida. Tardó media hora en preparar un café decadente. Por suerte sí que tenía azúcar y leche, pero nada de leche condensada, chocolate o caramelo. Y todo el rato con la mirada de Asia taladrándole la nuca.

Mataría por un trozo de chocolate.

Soltó un suspiro mientras volvía a tomar asiento en la mesa. Dejó el café humeante a su lado y se dispuso a enfrentarse al libro. El traductor en mano era la mejor arma para la batalla.

Cuando la muerte desaparecióHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin