Kai fue el que tocó el timbre, pero el silencio siguió presente, y Tai sintió que estaba formando parte de una película de terror por la escena tan siniestra.

Como buen cliché de mellizos, se movieron sincronizados para asomarse por los vidrios de la puerta, tratando de divisar el interior de la casa. Todo parecía en orden, las cosas estaban en su lugar, y si Tai algo había aprendido de las novelas policiacas y series criminales que había visto en la televisión, era que si alguien hubiera entrado a la fuerza, las cosas estarían destrozadas. Solo había un plato y una taza olvidados sobre la mesa, pero ni siquiera el ladrido de Volk se escuchaba a lo lejos.

—Todo parece estar en orden —concluyó Kai, separándose de la puerta para dar media vuelta.

—Pero no hay nadie —le recordó Tai aun tratando de encontrar vida dentro de la casa.

—Eso no significa nada malo.

Kai se encogió de hombros, caminando hacia la limusina. Cuando no escuchó los pasos de su hermana tras de él, se detuvo para observarla, aún con el rostro pegado a la puerta. Suspiró cansado, volviendo a sacar el teléfono del bolsillo del saco del uniforme.

—Tai —no volvió a hablar hasta que su hermana lo miró, mostrándole el aparato—. ¿Te relajarías si le envió un mensaje de texto a Anya?

Tai lo sopesó por un momento, mirando hacia la puerta. Su mente se enfocó de nuevo en esa taza y plato en medio de la mesa, como si alguien hubiera estado desayunando antes de desaparecer. El escenario era menos tétrico de como Tai lo estaba percibiendo, de eso estaba segura. Aun así, el sentimiento de incomodidad siguió impregnado en su piel como un parásito.

—De acuerdo.

Resultó ser que seguía igual de nerviosa a pesar de que Kai le envió un mensaje de texto a Anya, porque Anya tampoco contestaba. Eso era lo que decía el mensaje de Kai, con un tono de irritación implícito después de haberle preguntado por quinta vez sí había obtenido alguna noticia.

Tai volvió a hacer un último intento, llamando al teléfono de Alek, escuchando la misma cantidad de tonos antes llegar a la grabación robótica del buzón de voz.

Suspirando, colgó para cerrar la puerta de su casillero.

—Hey.

Tai giró tan rápido que sintió como tronaban cada una de las cervicales de su cuello.

Y tal vez había estado tan distraída en su mente que: uno, sus ojos parecieron inmunes al vértigo que sintió por estar buscando un par de zafiros que venían acompañados de una melena dorada; y dos, no distinguió que el tono de voz del saludo no era el mismo que el de su novio.

—¡Wow!

El agarre en el brazo de Tai cuando casi pierde el piso y se iba hacia atrás también se sintió diferente. Bien podría echarle la culpa a lo pesada que estaba su bolsa, pero la verdad, era que estaba desesperada por saber qué era lo que estaba pasando, y ver a Lawrence en vez de Alek no ayudaba en nada en la situación.

—¿Estás bien? Lo siento, no quise asustarte.

Tai parpadeó, tratando de organizar sus ideas. Lawrence lucía preocupado. Tai sabía que estaba completamente roja por la vergüenza por casi caerse incluso estando parada, pero más que nada, por haberlo confundido.

—Sí —Tai suspiró, acomodándose la mochila al hombro—. No es tu culpa. Estoy... algo distraída el día de hoy.

—Y algo atrasada también —sonrió Lawrence cuando Tai arqueó una ceja ante el comentario—. Siempre eres de las primeras en llegar a la escuela.

La Historia Entre Los Dos [Libro #1]Where stories live. Discover now