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El sol apenas comenzaba a iluminar las calles de Montevideo. El viento frío de pleno julio movía las hojas de los árboles y unos pocos autos se movían por las calles. Sin embargo, aun cuando la ciudad parecía dormida, unos pasitos se hicieron oír en el departamento C de la quinta planta.
Una linda nena de cuatro años caminaba en dirección a la habitación de sus padres. Pequeñas quejas abandonaban sus labios ante el peso que estaban soportando sus bracitos al sostener a la gata, quien ya ni siquiera hacía intentos de escapar de las manos de la menor.
Emma Vogrincic, o como la llamaba su papá, muñequita. Una hermosa niña de cabello castaño ondulado, con unos ojos oscuros como los de su padre. Era muy parecida a Enzo cuando hablábamos de lo físico, pero si vamos por la actitud y la personalidad, era igual a su madre.
Era la princesa de la casa y por supuesto la reina de los corazones de sus padres.
─Ada. Vení, Ada─ llamaba a su otra mascota con esa voz llena de dulzura que calentaría hasta al más frío corazón. Una vez que llegó frente a la habitación de sus padres, dejó a Uma en el suelo y se puso de puntitas para alcanzar la manija. Se devolvió a las dos gatas antes de entrar ─papá está durmiendo, así que sh─ Se puso el dedo índice en los labios y los felinos parecieron comprenderla antes de que abriera la puerta.
Entró a la habitación de la manera más silenciosa posible, amaba jugar al ninja y ocultarse de su papá y momentos como ese eran ideales para demostrar sus habilidades.
Las dos gatas se movieron sigilosamente hasta acomodarse sobre la cama junto a Enzo, quien permanecía durmiendo con algunos mechones cayendo sobre su rostro.
Emma contempló unos momentos a su papá hasta que se aseguró que estaba lo suficientemente dormido como para no darse cuenta de su presencia. Se acercó a la mesa de luz y tomó el celular, sonriendo orgullosa cuando salió de la habitación sin ser descubierta.
La pantalla se prendió y Emma vio el fondo de pantalla, donde había una foto de ella bebé en brazos de su mamá. Enzo las amaba tanto que dolía y se sentía como si necesitara verlas todo el tiempo para asegurarse de que todo estaba bien.
Emma sabía la contraseña de su papá, después de todo era su fecha de cumpleaños y ella amaba su cumpleaños, siempre era de las primeras cosas que mencionaba al presentarse. Sonrió con los ojos brillosos ante la pantalla cuando el celular quedó desbloqueado y fue directo a WhatsApp.
Por otro lado, Enzo sintió unos pequeños, pero molestos golpes en el rostro. Frunció el ceño y alejó a la gata de él, queriendo dormir unos minutos más, pero cuando la insistencia de Uma persistió, no tuvo más opción que abrir los ojos y buscar su celular a tientas para ver la hora.
Su mano se encontró con el vacío sobre la madera y entonces abrió los ojos bruscamente al darse cuenta que una vez más su hija había hecho de las suyas.
