6. La luz al final (o al principio) del túnel.

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En menos de dos horas, he hecho un Excel con las incógnitas que necesito descifrar si quiero ganar la apuesta

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En menos de dos horas, he hecho un Excel con las incógnitas que necesito descifrar si quiero ganar la apuesta. Hay columnas para todo: hipótesis sobre la identidad de la víctima, sospechosos, posibles armas homicidas...

Después de que formalizáramos la apuesta con el apretón de manos, nos hemos dividido la cabaña. He dejado que Eric se quede en el dormitorio —sus cosas ya estaban ahí— y yo me he apropiado del sofá del salón. Total, al abrirlo es igual de grande que la cama de matrimonio y tengo mejores vistas (la cristalera más grande está en mi territorio).

Desde aquí no puedo ver qué está haciendo Eric. Hay una estantería enorme con libros dividiendo las dos secciones de la casa, así que no hay forma de ver qué ocurre al otro lado.

Conociéndolo, estará recordando lo que sabe de criminología para apuntarlo en la app de Notas. O, como yo, habrá organizado por secciones una hoja de cálculo para anotar lo que descubra. Puedo oír cómo teclea en la distancia.

No me sorprende que, al final, nuestra historia acabe con una apuesta sobre quién sabe más de crímenes. Porque así es como empezó (no podía ser de otra manera).

Me pregunto si en su mente también habrá hecho esa asociación. Por más que quiera hacer como que lo he olvidado, el recuerdo sigue grabado a fuego en mi memoria. No necesito esforzarme para retroceder en el tiempo a aquel día.

*

El metro no es el mejor lugar para encontrar el amor.

Al menos, no debería haberlo sido para mí.

Difícilmente podría describirme como un romántico empedernido. Eso de ver en la fugacidad del transporte público una oportunidad de conocer al tío de tus sueños les pega más a quienes pasan las tardes viendo comedias románticas.

En las películas que acostumbro a ver, si un personaje se sube a un vagón, no es para flirtear con el pasajero de al lado durante un trayecto a alta velocidad por Viena. Es porque un desconocido le persigue por la estación y tiene todas las papeletas de tener un sacacorchos en el bolsillo (no creo que sea necesario especificar más, pero ese sacacorchos tiende a acabar en un cuello y no en una botella de vino blanco).

Por eso nunca he idealizado el lugar donde conocí a Eric.

La línea 1 de Metro.

La más antigua, ruidosa y concurrida.

Con la cantidad de contenido de true crime que consumo, mi perspectiva de la realidad no suele estar maquillada. Más bien todo lo contrario. Donde algunos buscan su gran amor, yo me pregunto si estaré sentado cerca de algún asesino.

Con el tiempo he aprendido que no es común plantearse este tipo de cosas. Y que, cuando preguntas si eres el único a quien le intriga saber cuántos psicópatas se suben al tren de media al día, la respuesta tiende a ser «sí, eres el único».

Cómo resolver un asesinato (antes que tu ex)Where stories live. Discover now