4. Infartos sospechosos, suplantación de identidad y daiquiris de fresa.

552 91 38
                                    

Aunque el ruido de la cascada bloquea cualquier sonido cercano, sigo tratando de reconocer alguno nuevo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Aunque el ruido de la cascada bloquea cualquier sonido cercano, sigo tratando de reconocer alguno nuevo. Como las sirenas de una ambulancia que venga a recoger el cuerpo.

O el personal médico apresurándose a brindar asistencia inmediata al hombre (por el que poco pueden hacer ya).

O los inspectores haciendo la inspección ocular del lugar donde ha fallecido —la escena del crimen, subrayaría Eric— después de que el juez ordene el levantamiento del cadáver.

Llevo media hora poniendo la oreja de forma disimulada.

Pero no. No oigo nada.

La piscina del hotel está demasiado lejos de esa zona para poder enterarme de qué sucede allí, y volver con sigilo no es una opción. Que Eric y yo hayamos encontrado el fiambre ya es suficientemente problemático; no quiero dar a nadie razones para sospechar que he tenido algo que ver con su muerte.

Es de primero de psicología criminal que, horas después de dejar el lugar del delito, muchos asesinos merodean por los alrededores para ver a los policías en acción. Les proporciona una satisfacción psicológica, ya que en la primeras etapas de la investigación sienten que tienen el poder. También les sirve para revivir el asesinato. Es su momento de orgullo, de saborear su obra maestra sin ser observados.

Cualquier agente que se precie sabe esto, por lo que —si las conjeturas de Eric no se equivocan— estarán atentos a si alguien se aproxima al perímetro que hayan establecido.

No seré yo.

Por eso, no puedo hacer otra cosa que seguir escuchando desde aquí. Estoy tumbado en la cama balinesa más cercana a la entrada, pero oigo el agua rompiendo con tanta fuerza contra la piscina como si estuviera bañándome en ella. Las probabilidades de enterarme de algo son muy bajas. Entre la cascada y el coro de pájaros, estoy inmerso en una banda sonora paradisíaca. Parece que lo han hecho a propósito, para que, en caso de que haya un homicidio, los huéspedes permanezcan embobados, ajenos a la llegada de policías o cualquier otro hecho que tenga que ver con el asesinato.

Tampoco quiero mirar mucho a lo que me rodea, pues no estoy solo. Eric se ha sentado en la cama balinesa más lejana a la mía —creo que por fin ha entendido que sólo porque me quede (para no convertirme en el principal sospechoso) no significa que tengamos que interactuar más—, y hay otra pareja en las hamacas bebiendo una copa de vino.

Ninguno nos hemos bañado, salvo estos últimos.

Los ojos de Eric no se han despegado de la pantalla de su móvil desde que nos hemos sentado. Me encantaría saber en qué piensa. O por qué teclea tanto. Pero sería bastante hipócrita de mi parte acercarme para averiguarlo.

Odio estar encajado en esta situación con él.

O, más bien, odio estarlo ahora.

Hubo un tiempo en el que Eric y yo fantaseábamos con el día en que nos encontráramos un cadáver. Puede parecer de mal gusto, pero coincidíamos en que, si iba a morir gente de todas formas, estaría bien dar nosotros con un cuerpo e indagar para esclarecer los motivos.

Cómo resolver un asesinato (antes que tu ex)Where stories live. Discover now