Capítulo 11

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Emma

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Emma

La piel se me eriza con siquiera escuchar aquella palabra, azotes, mi cambio de expresión debería ser más que notorio, puesto que esperaba cualquier cosa, menos esto.

Si el comienzo son sus delirios de Grey, no estoy nada emocionada por ver a dónde me lleva esto. La verdad es que tendría que estar loca y con dos botellas encima antes de siquiera sopesar esa opción.

— Sé que no estoy bien de la cabeza, es decir, solo míranos —nos señalo —, pero esa ideíta tuya nunca pasará, Sean. —aclaro seriamente.

Emite un sonido pensante.

— ¿Alguna razón en específico? —se encoge de hombros.

— ¡Eso debe doler! —exclamo —, yo no soy masoquista y al parecer tu estás demente. —enfatizo el punto —. Eres muy atractivo —niego siguiendo con esto —, pero no gracias, declino la oferta.

Una sonrisa maliciosa aparece en su rostro.

No era una oferta

— ¿Decías que soy guapo? —inquiere, enronqueciendo la voz.

En tan solo milisegundos se acerca lo suficiente como para hacerme sucumbir, acerca su rostro al mío y sin aún tocarme parece estar enloqueciéndome. Siento su respiración en el lóbulo de mi oreja expandiendo un escalofrío por mi columna.

— No pienso inflarte el ego. —susurro en respuesta.

— Tranquila —contesta, se siente peligroso —, bien puede ser otra cosa lo que gane tamaño.

El calor se expande en mi centro, haciéndome querer más de lo que debería tomar.

— No lo sé, Sean —mis manos reaccionan ubicándose en su pecho —. ¿Qué pretendes?

Lo desafío con la mirada.

— Eres un reto, Emma. —asume, malicioso ante la idea.

— ¿Lo soy?

— Si, y me encantan de esos.

Deja castos besos sobre el contorno de mi mandíbula hasta que llega a mi boca, el muy maldito no es capaz de besarme, solo me provoca con un leve roce de labios, mi necesidad de contacto parece divertirle.

Mi cerebro solo grita que lo tumbe a la cama.

— Suerte con este, asumo que las apuestas se mantienen abiertas ¿O no? —respondo, alejándome por completo de su juego.

—¿Cuánto estás dispuesta a perder?

Me muerdo el labio al verme tan pensativa.

Mi mano viaja a su mejilla, la caricia es tan suave como el gesto de nuestros deseos alineados, él domina la situación haciéndome saber que toma muy en serio su desafío.

Placeres InmoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora