Sentido Mortal

Capítulo 33: Impacto inesperado

Mientras Jack avanzaba con precaución en la penumbra de la habitación, cada paso que daba resonaba suavemente en el suelo irregular. La tenue luz de su linterna arrojaba formas y sombras en las paredes, revelando muebles cubiertos por sábanas polvorientas y objetos cuyos contornos eran apenas discernibles en la oscuridad. 

El espacio no difería mucho de la habitación en la que estaba hospedado, en términos de tamaño y distribución, pero la sensación que emanaba era completamente distinta: un aura de abandono y desolación que parecía impregnar cada rincón.

El aire dentro de la habitación era denso, cargado con el olor a humedad y abandono. Jack se movía con sigilo, arrastrando sus pies en el suelo mientras examinaba los objetos a su alrededor. Muebles antiguos, cuyas formas se desdibujaban en la penumbra, ocupaban espacios en los rincones. Un espejo en la pared reflejaba la luz de su linterna, pero la imagen que devolvía era distorsionada, como si el tiempo hubiera desgastado su superficie.

Avanzando un poco más, llegó a una mesa cubierta de polvo y restos de lo que parecía ser algún tipo de tela. Sus dedos se posaron con delicadeza en la superficie, levantando una pequeña nube de partículas, y los cajones de la estructura parecían estar sellados por el paso del tiempo. Su objetivo era claro: encontrar algo que pudiera utilizar como palanca para abrir la puerta de la sala de fusibles.

Mientras exploraba, un aroma distinto alcanzó su nariz. Se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza mientras intentaba identificar el olor. Era un aroma que había llegado a asociar con la muerte y la descomposición, una característica constante en el mundo apocalíptico en el que se encontraba. El olor a putrefacción era inconfundible, y su presencia en ese lugar solo añadía a la sensación de opresión y peligro que ya sentía.

La combinación de olores, la oscuridad y la incertidumbre del entorno creaban un ambiente tenso y siniestro. Cada pequeño sonido resonaba en sus oídos, y cada sombra que se movía en su campo de visión le hacía mantenerse alerta. Sin embargo, Jack sabía que no podía permitirse distraerse demasiado, aunque la habitación parecía más una cápsula del pasado que un lugar con vida, debía encontrar la solución que buscaba y regresar al pasillo antes de que el tiempo se agotara por completo.

Guiado por el penetrante olor a descomposición, Jack se adentró en la habitación a la que lo condujo su sentido del olfato, y al abrir la puerta, una escena impactante se reveló ante sus ojos. La habitación estaba sumida en una penumbra aún más densa que el pasillo, pero la luz de su linterna era suficiente para iluminar la siniestra escena que se despliega frente a él.

El cuerpo del fallecido colgaba del techo por una cuerda improvisada que se anudaba alrededor de su cuello. La piel pálida y descompuesta del cadáver contrastaba con la oscuridad de la habitación, mientras su mirada, vidriosa y vacía, se dirigió hacia el suelo en un gesto de desesperanza que parecía haber quedado grabado en sus últimas expresiones.

Lo más perturbador eran los antebrazos del cadáver, que mostraban marcas de mordeduras y arañazos profundos. La piel estaba lacerada en lugares, y las uñas rotas sugerían un intento desesperado por defenderse o escapar de algo. Todo indicaba que esta persona sufrió en sus últimos momentos, luchando contra algo que la atacaba de manera brutal.

Jack sintió un escalofrío recorriendo su columna mientras observaba la espeluznante escena. La habitación parecía cargar con una pesada atmósfera de tristeza y desesperación. Los pensamientos de lo que esta persona pudo haber enfrentado, la agonía que debió soportar antes de decidir tomar su propia vida, todo eso se le presentaba como una imagen aterradora.

Al examinar el entorno en busca de pistas, la luz de la linterna iluminaba una pared donde una frase escrita con mano temblorosa y en tinta roja dejaba un impacto profundo en su mente: "No quiero convertirme en uno de ellos". Las palabras son claras y escalofriantes, revelando el miedo y la determinación que esa persona sintió antes de su trágica decisión.