Día a día

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Me despierto con los primeros rayos solares. Al incorporarme me quedo sentada mirando como sale el sol en el horizonte, mi mano izquierda busca el cesto que suelo dejar a mi lado con unas cuantas bayas recogidas ayer. Mientras las mastico mecánicamente me inunda su sabor entre dulce y amargo, me suele tomar un tiempo conectar con la realidad.

Avanzo hacia el arroyo para lavarme la cara, el agua helada me termina de despertar, con las manos empapadas me acomodo el pelo. Después me mojo los brazos y el cuello, bebo un poco y me incorporo.

Camino hacia el inicio de las fuentes Hipocrene y Aganipe, estas se encuentran a la faldas del monte. En su día fueron creadas por el impacto de los cascos de Pegaso cuando las piérides se enfrentaron a las musas para demostrar quienes dominaban la habilidad de canto. Con la melodía de las primeras el monte Helicón comenzó a crecer, por lo que Poseidón mandó intervenir al caballo alado para que la montaña volviera a su tamaño normal. Como resultado, donde Pegaso había golpeado emergieron ambas fuentes.

Me gusta acompañar en la especial vigilancia de la fuente Aganipe, desde que brotaron sus aguas se descubrió el poder de estas para la inspiración poética, por lo que muchos acuden a esta como peregrinaje para la creación artística.

Hace tiempo que no bebo de ella, ¿para qué? Aun así sigo ayudando a su custodia por los alrededores para evitar la utilización abusiva o su almacenaje en recipientes para el comercio de esta. No podemos permitir un uso tan egoísta de un lugar sagrado.

Cada mañana trato de utilizar un camino diferente, para variar un poco. Hoy he decidido bajar por la parte de la ladera donde había más pendiente, apoyando los pies en las rocas que sabía que no iban a ceder y en algunas partes apoyándome en las ramas de algunos arbustos o en los troncos de los árboles. Me apetecía complicarme un poco la vida, así parece un poco más interesante.

Conforme bajaba comencé a escuchar el caer del manantial. La ninfa Aganipe, guardiana de estas fuentes, estaba conversando alegremente con una poeta que había llegado temprano. Al acercarme me doy cuenta de que es Laia, viene cada ciertos meses, cada vez que le dan bloqueos creativos, aunque últimamente más a menudo. Ella escribe y recita poesía lírica, pero hay periodos donde nada de lo que siente parece filtrarse y mucho menos consigue darle palabras, donde la imaginación desvaría y no da ningún fruto. Le entiendo, estoy yerma, ella aún puede seguir creando.

Cuando me ven llegar me saludan, así que les devuelvo el gesto. Lo bueno de relacionarme con ellas es que saben lo ocurrido y me permiten contestar a través de sus palabras.

- ¡Eco! – exclama Laia nada más verme, acto seguido me abraza - Me alegra verte de nuevo, ¿cómo estás? La última vez que te vi parecías decaída, ¿te sientes mejor o peor?

- Mejor – respondo no muy convenida.

- Ha pasado de estar casi todos los días paseando sola a acompañarnos a lo largo del día, la verdad es que lo está intentando – contesta Aganipe a Laia - A mí me sigue alegrando verte todas las mañanas aquí – dice ahora mirándome con una sonrisa dulce.

- Aquí – repito tocando su hombro. La verdad es que me siento más acompañada, realizar las mismas costumbres cada día con mis hermanas es una de las pocas cosas que me sujeta a la cordura, siendo tan tentador rendirse al fango y a la soledad.

- Creo que si intentaras escribir podrías volver a contar historias, yo te podría enseñar, tengo mucha práctica. ¿Querrías o no?

- No querría. - ¿Empezar de nuevo? Ni siquiera sé escribir, no es lo mismo que la oratoria y no tengo ni la energía ni la paciencia para aprender de cero.

- Esto lo hemos hablado ya Laia. Ella siempre decía que lo suyo era contar oralmente, el control del tono, del relato y de los gestos. – dice mientras me va mirando, buscando mi gesto de asentimiento. - Encima es muy cabezona, como tú – acusa girándose hacia Laia, ella sonríe pícaramente - No sé si podrás convencerla algún día.

- Algún día... - dejé caer, por ahora es suficiente convivir conmigo y tratar de cumplir con los cometidos que se esperan de mí, pero quien sabe más adelante. Las dos se giraron sorprendidas.

- ¿En serio? Volveré entonces más a menudo, a ver si poco a poco te convenzo, sería un placer enseñarte y que, tal vez, volvieras a relatar. – dijo exaltada con un brillo en los ojos, ojalá se me contagiara esa ilusión, pero me parece tan improbable.

- Tal vez.

Laia se fue contenta tras beber un poco de agua de la fuente, Aganipe le acompañó un trecho del camino, las dos se alejan charlando animadas. Desde la primera vez que Laia peregrinó a estas fuentes en busca de inspiración nos ha tratado con respeto y dulzura, poco a poco se ganó nuestra confianza, sobre todo la de Aganipe. Sé de primera mano que se han visto más veces, algunas en Helicón, otras en Delfos. Creo que se inspiran mutuamente, solo que Aganipe no escribe, sino que canta.

El sol está empezando a llegar a su punto más alto, justo cuando vuelve de acompañar a Laia.

- Entiendo que pronto vas a volver a ver a ese pastor pasear.

- Ese pastor...

ORÉADEWhere stories live. Discover now