Capítulo 30: No es real

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Un golpe brutal se estrelló en su rostro y la habitación se volvió un remolino de colores y luces parpadeantes. El impacto la desoriento, su visión se nubló y las palabras del atacante eran apenas murmullos lejanos en sus oídos.

—Te encontré—dijo una voz masculina.

La rubia sintió el sabor metálico de la sangre en su boca y el dolor punzante en su mejilla. Y a medida que el vértigo disminuía, su mirada se elevaba hacia la figura del hombre ante ella. Aunque su rostro estaba oculto por el pasamontañas, su voz era inconfundible, como una marca desagradable en su memoria.

La voz del agresor se coló en su conciencia, trayendo consigo amenazas y desprecio. Imaginar el estado de Jack hizo que el corazón de Amber latiera aún más rápido, mientras que la preocupación por su compañero se mezcló con la angustia y la rabia que sentía hacia el hombre frente a ella.

Las preguntas retumbaban en su mente mientras mantenía su mirada fija en su agresor, tratando de leer alguna pista en sus ojos ocultos. La oscuridad del pasamontañas solo aumentaba la sensación de terror, y el silencio opresivo que siguió a sus palabras solo intensificaba la tensión en la habitación.

—Déjalo fuera de esto —dijo con voz temblorosa pero firme.

El hombre se rio nuevamente, un gesto que llevaba consigo el eco de la maldad y la crueldad. Sabía que tenía el control de la situación, que Amber era su prisionera y que podía hacer con ella lo que quisiera.

—No me subestimes, niña —susurró el bandido.

La rehén se encontraba atrapada en una habitación oscura y lúgubre, su mirada se cruzó con la sonrisa retorcida del abusador. Aquella sonrisa era el reflejo de su venganza finalmente materializada, el cumplimiento de sus siniestros sueños. 

Amber notó cómo su corazón latía con fuerza en su pecho, sus pensamientos se entrelazaban con el temor y la rabia ante la situación. Su mente retrocedió en el tiempo, recordando el día en que este individuo, el mismo que ahora se encontraba ante ella, había golpeado su orgullo y su dignidad. Sus pensamientos también se dirigieron hacia su compañero, Jack, quien había arriesgado su propia vida en defensa de la desconocida que ella era en ese entonces.

El abusador tomó una silla y la colocó justo enfrente de Amber, quien permanecía atada y vulnerable. Sus palabras cargadas de desprecio se deslizaron en el aire enrarecido de la habitación.

—¿Crees que podrías escapar impunemente? —se burló—. Qué ingenua fuiste.

Pero las palabras del abusador eran casi como un murmullo lejano para Amber. Su atención estaba anclada en una preocupación mucho más urgente: la seguridad de Jack. 

El miedo la invadía al pensar en lo que le podría haber sucedido, en la posibilidad de que su vida estuviera en peligro. Una sensación de impotencia la envolvía, su corazón palpitaba con ansiedad mientras luchaba por obtener alguna información sobre su amigo.

—No hay escapatoria de mí, yo lo veo todo —se jactó el abusador con su tono egocéntrico.

Cada palabra pronunciada por el hombre aumentaba la repulsión que Amber sentía hacia él. La noción de alguien que se consideraba dueño de todo la llenaba de aversión. Maldecía el momento en que sus caminos se habían cruzado, cuestionaba si el destino había conspirado en su contra o si simplemente había sido mala suerte.

—¡Dime dónde está Jack! —gritó con ansias.

—No te preocupes, tu amigo está a punto de llevarse un recuerdo permanente, una bala como cicatriz —amenazó con un cinismo retorcido.

Sentido MortalWhere stories live. Discover now