『 𝐍𝐄𝐕𝐄𝐑 𝐀 𝐆𝐎𝐃 』 ❝ 𝘈𝘭𝘸𝘢𝘺𝘴 𝘢𝘯 𝘢𝘯𝘨𝘦𝘭, 𝘯𝘦𝘷𝘦𝘳 𝘢 𝘨𝘰𝘥 ❞
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𝗜𝘀𝗮𝗱𝗼𝗿𝗮 𝗪𝗮𝗹𝗸𝗲𝗿 a soñado toda su vida con unos ojos aguamarina igual de hermosos que el mar, los cuales nunca ha conocido...
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❝ Acepté un nuevo trabajo de niñera ❞
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Isadora miraba fijamente como el chico dormido frente a ella babeaba la almohada de la camilla en la que reposaba.
Cuando había logrado recuperarse del shock en la colina, había bajado rápidamente a la enfermería, en donde algunos hijos de Apolo atendían al chico de ojos aguamarina mientras murmuraban teorías de lo que había pasado.
Pero había algo claro: ese chico había matado al terrorífico Minotauro. Y eso pudieron comprobarlo gracias a la declaración de Grover cuando despertó del desmayo y como encontraron el cuerno de la bestia junto al desconocido.
En cuanto los hijos de Apolo determinaron que el chico necesitaba descansar, pero que no tenía heridas graves y estaría bien, terminaron por irse y la pelirroja se sentó en una silla frente a la camilla. No se había movido de ahí en toda la noche.
Aún no podía creer que el estuviera ahí, incluso le parecía tanto no haberlo reconocido al momento de verlo en la colina.
Era el mismo chico rubio con esos ojos bonitos que había visto toda su vida en sueños. Era el. Era real y estaba ahí. Su corazón latía a mil por hora al ver como su pecho se levantaba levemente y luego volvía a bajar, indicando que respiraba.
Vio como uno de los mechones rubios caía sobre su cara, tapando levemente uno de sus ojos cerrados, y en un acto impulsivo llevó su mano al rostro del chico y apartó el suave mechón de su rostro, sintiendo su piel cosquillear ante el toque.
Le resultaba increíble poder tocarlo, saber que estaba ahí y que no era solo un sueño como siempre de había dicho a sí misma.
Sentía que podía tocarlo toda la vida y jamás se cansaría del contacto de sus dedos con la suave piel del chico.
Pero de pronto la puerta de la enfermería se abrió e Isadora dio un respingo, apartando su mano rápidamente.
Dio la vuelta para ver quien había entrado a estas horas. Al principio se sorprendió de ver a Annabeth, quien aún no habia reparado en su presencia y trataba de cerrar la puerta con cuidado para que nadie la oyera, después recordó que la morena hacia el mismo procedimiento de acoso con cada campista que llegaba y ya no le extrañó tanto verla ahí como si fuera una espía encubierta.
Obviamente no era hija de Hermes, porque la sutileza para meterse a hurtadillas a un lugar claramente no era lo suyo.
— ¿Otra vez acosando, Annie? — cuestionó la pelirroja, logrando que Annabeth diera un salto y se girara de inmediato hacia su amiga.
La hija de Atenea soltó un suspiro de alivio al ver que solo era su amiga y no alguna autoridad como Quiron, el señor D, o incluso algún otro campista. Eso habría sido vergonzoso.
