—Eso es triste... por lo menos tú no lo haces, eres un papá presente —le hice una mueca.

—Ahora sí, pero con ustedes luego del divorcio si tomé distancia, y eso algo de lo que me arrepiento cada día de mi vida —le confesé aclarándome la garganta en la carretera—. Pero todo eso cambió ¿no?

—Es cierto, creo que no hay mejor papá que tú.

—Aw, gracias Milan —lo miré un segundo—. Eres un muy buen hijo ¿lo sabias? También considero que eres muy valiente...

Su cara lo dijo todo, estaba en desacuerdo conmigo. Sus mejillas estaban rojas por su estado febril y su aspecto pálido y cansado era cada vez más notorio.

—No es cierto... soy cobarde.

—Solo si tú lo crees —se quedó pensando—, no deberías sentirte así. Muchas veces porque nosotros afirmarnos algo malo para nosotros mismos, lo vivimos. Debes pensar diferente, positivo hacia tu persona.

—¿Entonces si digo que soy valiente lo seré?

—Con práctica, por supuesto cariño.

—¿Por qué simplemente no nos devolvemos? —quiso tocar el tema que temía—. ¿Por qué no me llevas a casa y me das muchos mimos?

—No si mimos te voy a dar, solo que no ahora cariño porque debemos pasar a urgencias.

—Que injusticia —lloriqueó—, muchísima papi.

—Personalmente lo consideraría una oportunidad para sentirte mejor ¿no? —negó demasiado seguro.

—Me asusta que me piquen.

—Sé que esa es la razón por la cual quieres dar la vuelta —bajó la mirada—, pero tu dolor es mas grande ¿o no? Me has repetido que no puedes dormir por lo mal que te sientes, hijo.

—Pero ya no es así —sorbió su nariz—, ya me siento mejor.

—No lo creo, estas paliducho —reclamó—, y aunque te niegues ya estamos aquí, Milan. Acabamos de llegar.

Me estacioné en un lugar vacío, cerca de la entrada a urgencias de la clínica. Esta será la parte mas difícil, sacarlo de este bendito auto. Sigue amarrado al cinturón de seguridad.

—¿Qué tal si empezamos quitándote el cinturón que traes? Te vas a estrangular así —mentí y su mirada de pánico fue inmediata.

—¡No es cierto, Miles dijo que eso no puede pasar!

—Pues se equivoca —me crucé de brazos mirándolo hacia atrás—. Es muy peligrosa esa maniobra que hiciste y uy... te sugiero que te sueltes ya, te veo morado...

Que el universo me perdone por aquella mentira piadosa. De algún modo debo convencerlo de que debe salir de ahí. Yo no podría forcejear con él. Seria un esfuerzo en vano.

—¿D-de verdad? —se desenredó—, papá...

—Calma, sal de ahí despacio para que recuperes el aliento ¿vale? —abrí la puerta delantera y salí en busca de él.

—Ay, no tengo fuerzas —lloriqueó.

—Tú puedes, sácalo —me quedé al principio de la parte trasera, apoyándolo—. Eres inteligente, habilidoso Milan. Puedes lograr todo lo que te propongas.

—¡Lo hice! —se desató por fin—. ¿Ya no estoy morado?

—Uf no, estas mejor —tragué saliva—. Podrías acercarte para verte mejor, desde aquí reflejas oscuridad y fíjate que no soy experto con tan poca luz...

Aventuras de un herederoWhere stories live. Discover now