☀️🔸️capitulo LXVIII🔸️☀️

89 14 0
                                    

De no ser por el enorme dragón, aquel jardín habría sido el lugar más hermoso que había visto en mi vida. La hierba brillaba a la luz plateada del anochecer y las flores eran de colores tan intensos que casi refulgían en la oscuridad como si fuese bioluminiscentes. cientos de luciérnagas revolotean ante nosotros apareciendo y desapareciendo entre el césped que nuestros pies tocaban. Unos escalones de mármol negro pulido ascendían, uno a uno, al lado de un manzano de diez pisos de alto Cada rama, baja hasta la altura de mi cabeza o tan alta como para estar en la copa del árbol relucía cargada de manzanas doradas tan grandes como maduras, que du sola presencia te embriagaban como el mas dulce de los vinos y que un solo bocado de aquel futo seria lo mejor que hubiese comido en mi vida.

—Las manzanas de la inmortalidad—dijo Thalia—El regalo de boda de la madre tierra a Hera—

Me habría acercado para arrancar una si no hubiera sido por el dragón enroscado en el enorme tronco del árbol.

Su cuerpo serpentino tenía el grosor de un cohete y lanzaba destellos con sus escamas cobrizas. Tenía una centena de cabezas de pitones tan grandes como columnas dóricas y largas como

Entonces las sombras que teníamos delante empezaron a agitarse. Se oía un canto bello y misterioso: como voces surgidas del fondo de un pozo que como ecos parecían lejanas pero tan cercanas. Por un momento disfrute de este canto antiguo. Tres figuras temblaron en el aire y cobraron consistencia: tres jóvenes que se parecían mucho a Zoë, todas con túnicas griegas blancas. Tenían piel de caramelo. El pelo, negro y sedoso, con una belleza peligrosa con ojos de tonalidades naranjas y de alguna forma extraña, las ninfas frente a mi parecían tan ajenas a ella que si no supiera que son familia diría que era simple coincidencia que la vida presentaba.

—Hermanas—saludó Zoë con un tono formal manteniendo la distancia entre ellas.

—Zoë.—comenzó una de ellas que parecía resplandecer un poco más que las demás. Si tuviera que arriesgar ella era Egle brillante.—es un enorme placer volver a verte después tanto tiempo, quizás aún estés resentida, lo entendemos pero por lo pronto esta conversación puede esperar.—

—Al parecer va a compañada de semidioses— dijo otra a su derecha que pareciera un poco más roja, en todo sentido, desde su cabello cobrizo y una piel que era más parecido al gran cañón.

—Todos los cuales han de morir muy pronto.—y por descarte, la ultima de ellas era Hespere según lo que hace mucho tiempo Zoë me había dicho hace muchos años.

—Están equivocadas.—Dijo el niño de Poseidón dando un paso al frente dispuesto a enfrentar a las diosas del ocaso—. Nadie va a morir. No hoy.—

Las tres lo examinaron de arriba abajo. Sus ojos, aunque bellos como el ocaso mas majestuoso y colorido resplandecieron con indiferencia ante sus palabras.

—Perseus Jackson.—dijo Egle con un pequeño cántico en su palabras. Por un segundo lo mire a él quien respiro como profundidad.

—Sí...—musitó Hespere—. No veo por qué es una amenaza—

—¿Quién ha dicho que yo sea una amenaza?—pregunto el con loa brazos cruzados con el mentón elevado una postura de confianza y poder. Le quedaba bien para ser unos centímetros más bajo que yo.

La primera hespéride echó un vistazo atrás, hacia la cima de la montaña.

—Te temen, Perseus. Están descontentos porque ésa aún no te ha matado—dijo señalando a Thalia con su cabeza—has desequilibrado la balanza y tu pequeño perro faldero es una de tus cartas que están dispuestos a destruir. De forma inminente— esta vez me apunto a mi. ¡¿Yo?! ¡Perro faldero! ¡Por favor!

renacer en un mundo semidivino Where stories live. Discover now