Capítulo 1: El pasado de Alex

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Me había ido a trabajar, había pasado toda la mañana en el estudio componiendo y mezclando melodías para nuevas canciones.
Era el trabajo de mis sueños.
Amaba la música y todo lo relacionado a ella.
Cuando me ofrecieron la oportunidad de ser productor de una compañía de música, sin dudarlo un segundo, acepte.
Mi vida era perfecta en todos los sentidos.
Tenía una esposa maravillosa: teníamos muchas cosas en común, nos entendíamos perfectamente, no teníamos que decir nada para saber lo que sentíamos o pensábamos, éramos compañeros de aventuras, compañeros de vida.
Y de este amor teníamos una hermosa hija: Isabela.
Era una niña amorosa, amaba jugar e imaginar que era una princesa, un hada, una sirena, lo que ella quisiera.
Siempre estaba de un lado a otro, era una niña llena de energía.
Hasta que un día todo cambio.

💙

Acababa de terminar una canción en la que había estado trabajando, me moría de ganas de enseñársela a mi esposa y a mi hija.
Recogí mis cosas y salí del estudio, me subí al carro y puse mi playlist favorita.
Maneje durante veinte minutos hasta que llegue a mi casa, me baje del carro y abrí la puerta de la entrada.
Entre en la casa, todo estaba en silencio.
En ese momento empecé a preocuparme, siempre que llegaba del trabajo mi hija venía hacia mi y se lanzaba a mis brazos, y mi esposa venía y me saludaba con un abrazo y un beso.
-¿Hola? ¿Amor? ¡Isa!- empecé a llamarlas pero nadie contestaba.
Subí las escaleras al piso de arriba, entre en mi habitación y cruce la puerta sin saber que a partir de ese momento nada volvería a ser igual.
-¿Amor?...-entre en el cuarto y vi a mi esposa Elena sacando ropa del closet, aventandola en una maleta que estaba puesta sobre la cama mientras hablaba por teléfono-¿Que estás haciendo?
Elena colgó la llamada y volteó hacia mi con una cara de perdón que al mismo tiempo reflejaba dolor y culpa.
-Tenemos que hablar.

Me hizo una seña para que me sentara en la cama a un lado de ella.
  -Eres un hombre increíble y has sido un esposo y padre maravilloso, pero es momento de que yo me vaya- Elena bajo la cabeza, las lágrimas caían sobre su rostro- Todos estos años a tu lado han sido como un cuento de hadas, pero yo necesito algo más, se que estoy destinada a algo más que esto, tengo sueños y metas y quiero cumplirlas... pero no puedo hacerlo mientras esté aquí.
Me quede en silencio y confundido, no entendía que estaba pasando.
-Tu sabes que siempre he querido tener mi propia tienda de maquillaje y recibí una oferta para hacerlo en Nueva York... y acepte.
Me encantaría que fueran conmigo pero no se puede y sinceramente no creo que una relación a distancia funcione...
Los engranajes de mi cabeza empezaron a entender que estaba sucediendo.
-¿Así que te quieres ir a Nueva York a abrir una tienda y piensas dejarnos a tu hija y a mi? ¿Como si nada?
-Amor...
-Amor nada- la interrumpí- No puedo creer que te importe tan poco tu familia como para abandonarla así nomás por una tienda.
-No es solo una tienda ¡es mi sueño!
-¡Un sueño que debiste haber cumplido antes de casarte y tener una hija! ¡Isabela tiene 3 años, no la puedes abandonar! De verdad no entiendo como piensas que esto está bien, que no pasa nada.
-A mi también me duele, de verdad...
-¡Pues no parece! ¡No puedes ser tan irresponsable y dejar a tu hija como si fuera un simple objeto!
Las lágrimas corrían por mi rostro sin control, estaba enojado e impotente, me sentía traicionado en todos los sentidos.
Jamás pensé que mi esposa pudiera hacer algo así.
Elena también lloraba, tenía la cabeza gacha y después de respirar un momento me dijo:
-Se que no lo entiendes y no espero que lo hagas, pero ya tome mi decisión  y no pienso cambiarla.
Tengo que irme a Nueva York en un mes... ya hablé con alguien para tramitar el divorcio la semana que entra- Hizo una pausa y continuó- Enserio lo siento, se que nunca me perdonarás e Isabela tampoco.
-No, no lo entiendo y jamás lo haré. No te perdono y nunca te perdonaré. Espero que algún día te arrepientas y te des cuenta del error que estás cometiendo y cuando quieras volver te des cuanta que ya no hay manera, que tomaste tu decisión y tendrás tus consecuencias.
Pensé que te conocía, pensé que me amabas, pero veo que me equivoqué.
No eres la persona que algún día ame, la que me prometió un amor eterno y juro estar siempre para mi.
Eres una egoísta.

Nos quedamos en silencio, el aire estaba cargado de dolor y traición.
Después de una última mirada de perdón y decepción Elena salió del cuarto y continuo con las llamadas para poder empezar con los trámites del divorcio lo más pronto posible.
Me quede sentado en la cama contemplando la pared, no entendía nada ¿como era posible que el amor de mi vida fuera a dejarme a mi y a su hija?, se iría y nunca volvería, se quedaría solo con la niña.
Por más que intentará comprender la decisión de Elena, no podía, intente ponerme en su lugar, yo se que tener su tienda de maquillaje siempre ha sido su sueño... pero el precio que está dispuesta a pagar es demasiado alto y no lo vale.
Tenía el corazón hecho pedacitos, sentía un nudo en la garganta que estaba empezando a asfixiarme.
No sabía cómo iba a seguir adelante, pues sabía que no podía hacer nada para hacer entrar en razón a Elena, si a ella no le importaba entonces no tenía mucho sentido intentarlo.
¿Como iba a cuidar de Isabela yo solo?
Mi vida se había echado a perder en menos de media hora.

💙

Un mes después
Era oficial: estábamos divorciados y ella se había ido.
Intenté hacerla entrar en razón, que se diera cuenta del error que estaba cometiendo, pero fue imposible, nada la hizo cambiar de opinión, ni siquiera el llanto de su hija al enterarse que su madre se iría para mo volver.
Ahora estábamos solos.
Todo lo que había construido se había ido por la borda, mi vida, mi amor, mi familia, todo.
Pero tenía que ser fuerte, por Isabela y por mi.
Tenía que fingir que todo iba a estar bien aún cuando no era verdad, cuando nada estaba bien y quizá nunca fuera a estar bien.
Estaba destrozado por dentro, mi corazón se había hecho añicos, era como si hubiera perdido la capacidad de sentir.
Isabela lloraba todas las noches llamando a su mamá, teniendo pesadillas a la mitad de la noche.
Lo único que podía hacer era seguir adelante y continuar con mi vida.
Cuidaría a Isabela y seria el mejor padre, ella no merecía nada de esto, era solo una niña de tres años.
Ninguno de los dos merecía esto.
Pero la vida es así.

La vida tiene su propio plan.

Sanar para amarOnde histórias criam vida. Descubra agora