En un lugar, en una tarde bajo el canal

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Theo, Yria y Yahora, caminaban juntos cerca a la estación de trenes, algo ya distante del circo Iluminus, habían estado paseando caminando por las calles, llegando a un restaurante. Allí celebraron la ayuda de Yahora, de aquella vez que le ayudo a Theo en la playa de Miaven, y lo salvo a la  vez del trágico accidente.

Habían comido dos pizzas y bastante gaseosa, por la sed que daba. Los tres salieron contentos del sitio, y pasearon un poco en los alrededores de aquel lugar.

Y se dirigieron a un sitio de esparcimiento donde había todo tipo de personas, desde lectores de periódicos, algunos conversando, y otros en soledad.

Imprescindible de cualquier sitio, habían algunos sube y bajas, columpios y toboganes, donde los niños se divertían, mientras los adultos conversaban entre ellos.

También había gente que hacía un poco de deporte, y personas que comían muy al gusto, en el parque recreativo.

Era un atardecer muy bonito, y el cielo, ya rayaba una luz amarilla cálida en todo el lugar, y en la atmósfera, se sentía paz.

Cerca de una rampa de skate que estaba muy grafiteada, los tres jóvenes habían llegado, Theo se acercó a una mesa de cemento que estaba cerca, y allí puso su mochila.

Yria, se acercó a Theo y también puso su mochila a su costado, y se sentó en el pasto. Yahora se apoyó, con su mochila tras la rampa de skate y cruzó los brazos, ya algo agotado.

Theo, sacó su radio y puso buena música de piano pop rock.

—Bueno, creo que hoy me siento con buen ánimo, ¡oh!, inclusive, quisiera dar gracias a Dios por todo, aunque no crea, ni entienda, ¡Es una locura!. Estuvo rica la pizza y la gaseosa, hacía tiempo que no comía tanto, fue bárbaro. —dijo Theo suspirando y luego respirando el aire de aquel lugar.

—Si, eso se llama gozo, lo estás experimentando —dijo Yria a Theo, muy curiosa por lo que dijo.

—Bueno, no sé..., me siento raro. Es extraño. Es como..., cómo podría decirlo, como si algo de mi estaría contento, muy profundamente. Y lo más curioso de vivir aun, pero aumentado. —dijo Theo.

—Supongo que es la comida, y la gaseosa que te has atracado. —dijo Yahora sonriéndole.

—Si debe ser.

—No, lo que pasa, es que es un aviso. ¡Un aviso! —dijo Yria serena.

—¿un aviso, un aviso de que? —pregunto Theo consternado, Yahora la miró atontado.

Yria observó a ambos, luego cerró los ojos, y sonriendo dijo.

—Que Dios te ama, y te bendice.

—¡Ay Yria!, está bien, está bien..., no voy a contradecirte, por que hoy estoy contento. —dijo Theo sacándole la lengua.

Yahora, con los brazos cruzados, bajo su cabeza al pasto y se quedó pensando.

—¿Oye Yaho?

—Si —respondió el chico recolector, viéndolo con un ojo.

—¿Tu conoces algo de Dios?

Yahora, mantuvo la cabeza algo agachada, y mantuvo sus ojos en el suelo.

Se quedó un rato murmurando.

—Bueno, no soy muy practicante en eso, pero si creo.

—¿Y cómo hago para creer eso?

—¿Qué cosa? —le pregunto Yahora.

—Creer en Dios.

Yria, se quedó mirándolo muy atontada, jamás pensó escuchar eso de Theo, se quedó extrañada, y a la vez sorprendida.

La Guardia SeráficaOn viuen les histories. Descobreix ara