5. Leyenda urbana

144 43 8
                                    

Ahora mismo estoy en un estado mental que me demanda más raciocinio que nunca y, por ende, acciones.

Lo mejor será valerme por mí misma, obvio, dado que nadie podría creerme nada de lo que está pasándome, ni lo que veo y siento. Tampoco serían capaces de prestarme atención sin antes pensar en algún instituto mental para mí.

Sé lo que he vivido y no voy a negármelo. Pero, como también es cierto que abundan puros cuentos de terror e historias inventadas vaya a saber uno por qué, lo mejor será continuar atenta a cada suceso que se presente en mi vida desde entonces. Es decir, ¿qué si por no estar atenta me pierdo de algún detalle importante que me ayude a resolver todo este infierno e intriga? No tengo que desesperarme en el camino, lo sé, pero si no empiezo a mirar las cosas con otros ojos y a investigar un poco el contexto y mi entorno no voy a lograr nada de nada. En cambio, estaría cavando mi propia tumba o librándome a la suerte de lo que el destino me tenga preparado.

En mi cama, las ideas me llegan como una lluvia que de la forma más ligera se transforma en tormenta. Lo mismo pasa con mis emociones...

No puedo dormir por pensar en exceso, aunque una parte de mí prefiere estar despierta cada vez que recuerdo lo hermoso que ha sido este día. Blake, al menos en mi consciencia, se ha fijado en mí por primera vez, contrario a lo que había acontecido el otro día. No sé si estoy dejándome llevar mucho por las apariencias o lo que dicen los demás, aunque quizás con el tiempo me dé cuenta de que no siempre es la primera impresión lo que define a las personas. Se me hace difícil saber qué es lo siento porque, así como soy invadida por odios y broncas, no dejo de pensar en él sin que un frío golpeé mi corazón. Pero no es cualquier frío, no. No es el frío del miedo, tampoco el de los malos momentos. Es uno que tiene que ver con algo agradable y que, de pronto, me aterra que siga creciendo ya que no sé si es lo más conveniente para mí o, siquiera, lo correcto.

Se supone que no hay algo bueno detrás de esto por cómo marchan las circunstancias. Pero todavía no tengo pruebas para acusarlo y odiarlo del todo.

¿Qué más puedo hacer sino investigar un poco más al respecto?

Mi fin de semana ha transcurrido rápido gracias a las horas que he dormido y que también he pasado hojeando revistas o viendo televisión. Creo que he cargado suficiente energía como para enfrentar los días siguientes.

De vuelta en la escuela, la clase de Literatura nos reúne de nuevo si bien no hemos cruzado mirada ni palabra alguna. Como si yo no existiera, como si nunca hubiera pasado nada.

Distraída en la nube de mis pensamientos, sigo elaborando hipótesis, planteando alternativas y hasta fantaseando con el Adonis de mi curso durante varios minutos hasta que:

—¿Señorita Easty? —se dirige a mí la señora Jacob—. ¿Algo que decir sobre lo que estoy hablando?

Pero mis ojos me delatan tanto como mis orejas y mejillas enrojecidas de la vergüenza, porque no he estado prestando atención a nada.

Como el silencio es mi respuesta, pasa a otro alumno y, claro, justo tenía que ser Blake...

—Está hablando de Otelo, por supuesto.

—¿Nada más que eso?

—Otelo, de William Shakespeare.

—¿Temática? ¿Género? Supongo que usted no es otro de los que no ha estudiado nada de lo que he pedido...

—No, profesora —contesta con seriedad, un tanto altivo ante todos nosotros—. Y es una obra de teatro. El género se enmarca dentro de la tragedia y sus temáticas tienen que ver con el engaño y la traición. Pero hay un aspecto que me ha llamado más la atención.

Plenilunio: Luna del Lobo (Concluida)✔️ [+13]Where stories live. Discover now